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Cultura y Espectaculos

De motes y apellidos

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 07 Diciembre 2017 Visto: 3041

apellidossMaría del Pilar Montes de Oca Sicilia

De acuerdo con la tradición occidental, una mujer hereda el apellido de nacimiento de su padre y lo cambia para que coincida con el apellido de su marido —quien a su vez hereda el de su padre—.

i madre, como ya muchos de ustedes saben, se apellida Sicilia y Sicilia. Sí, sus padres eran primos hermanos, y aunque aun cuando en su época lo más común en México era que las mujeres casadas usaran el apellido del marido, e incluso cambiaran su firma al contraer matrimonio, mi madre nunca lo hizo y siempre estuvo muy orgullosa de su Sicilia y Sicilia.

—segunda parte—

Quizá sea por esa razón que a mí me parece tan extraña esta práctica. Veo en ella mucho sexismo, quizá atávico, quizá heredado de una época en la que la mujer pasaba de la casa paterna a la del marido como una cosa, y no como una persona.

Herencia paterna
De acuerdo con la tradición occidental, una mujer hereda el apellido de nacimiento de su padre y lo cambia para que coincida con el apellido de su marido —quien a su vez hereda el de su padre—. Esta costumbre del cambio de nombre ha sido criticada por varias razones: en primer lugar, se puede interpretar que tanto el padre como el futuro esposo de la mujer tienen el control sobre ella, y significa que las líneas de descendencia son masculinas —patrilinealidad—, como si el niño o la niña no tuviesen conexión con su madre y, por ende, no hubiera una línea de descendencia femenina —matrilinealidad—; por otra parte, significa que las mujeres no tienen apellidos por línea materna, sino sólo los que indican la relación con los hombres.

Yo nunca usaría otro apellido, ni siquiera el de mi marido —que además de ser muy elegante y rimbombante, es también el de mis hijos—, simplemente porque creo que un apellido habla de la sangre o de la educación o del linaje; de dónde vienes y de tu idiosincrasia. Porque un apellido también habla de naciones, de lugares, de idiolectos, de razas e incluso de religiones. Mi nombre, pues —como el de la mayoría de los habitantes de Occidente— habla de mi estirpe, de mi cuna y de mi procedencia. No puedo ni debo cambiarlo por ningún motivo, y menos por cambiar de estado civil.

Y aquí me acuerdo de Mariana, mi amiga, que es doctora en letras y una generación mayor que yo; ella me contaba que su marido se quejaba de que nunca usaba el apellido de casada para firmar sus artículos ni sus tesis ni sus ponencias, y ella le contestaba enfática: «¿Qué, acaso tú me pagaste la carrera? Me la pagaron mis padres, así que firmo con sus nombres». Y yo creo que tenía razón.

México. Aquí —¡gracias a Dios!— sí tenemos el segundo apellido, que marca nuestra relación materna, y por lo menos ese tema está resuelto. Y, hoy día, es casi imposible usar el apellido de casada, o cambiarlo, y esto se debe sobre todo al, para mí, maravilloso invento de la credencial de elector —para muchos vilipendiada como ife: «¿Trae su ife?»— que empezó a expedirse con foto a partir los años 90, y que hoy por hoy es la identificación de millones de mexicanos y mexicanas —las nombro aparte porque al tener esta identificación el apellido paterno y materno, es casi imposible cambiarlo por otro de forma legal, pues para ello tendría que interponer un juicio larguísimo y engorroso.

Ahora bien, nosotras las mexicanas, muy contentitas, nos quedamos con el apellido de papi y de mami, y somos muy felices; pero, ¿qué pasa en el resto del mundo?

Portugal y Brasil. De forma similar se siguen las tradiciones en el mundo de habla portuguesa, pero en estos países el apellido materno va antes que el paterno —en la tradición española, el apellido paterno va antes que el materno—; una mujer puede adoptar los apellidos de su esposo, sin embargo comúnmente conserva sus apellidos de nacimiento, o por lo menos el último y, desde 1977, un esposo también puede adoptar el apellido de su esposa. Cuando esto pasa, casi siempre ambos cónyuges cambian su apellido al casarse.

Polonia. Sólo los apellidos que son adjetivos válidos —Silny, ‘fuerte’, o Śliski, ‘resbaloso’— o suenan como uno —Skłodowski, Macki— tienen versiones femeninas. Es algo así como el señor Bello y la señora Bella, o el señor Pacheco y la señora Pacheca. Esto es lo más utilizado si un apellido masculino termina en -i o -y, su equivalente femenino termina en -a —por ejemplo, Silna, Śliska, Skłodowska, Mącka—; sin embargo, la mujer puede elegir usar la versión masculina y después de casarse la pareja elegirá apellidos para el esposo, la esposa y los hijos.

 

Aerofoto, memoria visual del desarrollo

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 07 Diciembre 2017 Visto: 2890

desarroollloExcélsior
Un libro de la Fundación ICA, cuyo acervo fotográfico fue reconocido por la Unesco, permite descifrar el proceso de evolución urbana del país de 1930 a 1990
SONIA ÁVILA
Vista del Palacio de los Deportes, en plena construcción. Segunda mitad de la década de los sesenta.
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CIUDAD DE MÉXICO.

Con cámaras fotográficas de casi un metro de ancho adheridas al cuerpo de una avioneta, se registró entre 1930 y 1990 el 80 por ciento del territorio nacional desde el aire. Imágenes a vista de pájaro. Fotos que hicieron de guía para trazar sobre papel los mapas del país actual. Registros visuales con usos científicos y urbanos que a la distancia se convirtieron en la memoria de la transformación física de México.

El material lo produjo la Compañía Mexicana de Aerofoto fundada en 1930 por el piloto Luis Struck. En seis décadas hizo, junto con un equipo de fotógrafos, ingenieros y especialistas, un acervo de un millón de imágenes. De esta historia da cuenta el libro Aerofoto (2017) que edita la Fundación ICA, responsable del archivo desde 1965. Es una publicación que refiere al material visual del acervo, y a la vez enfatiza en los procesos técnicos de inicios de siglo XX en la fotografía y la aviación.

Los primeros registros se hicieron con cámaras llamadas fotogramétricas que tenían un sistema automático para disparar de manera sucesiva y enrollar la película mientras el avión volaba. Éste tenía una ruta marcada que, por lo regular, era en línea recta. Para crear los mapas, se hacían varios recorridos de una misma zona, y las imágenes se armaban en una suerte de collage para luego tomar la imagen final.

“La Compañía Mexicana de Aerofoto logra conjuntar dos técnicas de la modernidad, la fotografía y la aviación; si pensamos que esta convergencia de técnicas se da en los años 20 y se sistematiza en México en 1934, realmente cumple con una proeza de la modernidad del siglo XX”, señala Juan José Kochen, gerente de Fundación ICA.

El origen de la foto aérea se puede rastrear en la guerra. Fue una estrategia militar para señalar el territorio enemigo en vistas amplias, no a nivel de banqueta sino desde la altura. Fue en EU donde se apropió el proceso con fines de diseño de urbanización y luego llegó a México. Ahora, refiere Kochen, hay artistas que apuestan por esta manera de mirar desde el aire para encontrar una perspectiva estética del territorio cotidiano.

“La aerofoto es un cambio de escala importante en la mirada. Lo que hacía esto era planear a mayor escala, un tema interesante es cómo desde el avión se podía acusar a los arquitectos urbanistas por malos diseños, y ahora se puede ver cómo se transforma el territorio, vemos la transformación de la Ciudad de México, su crecimiento y los escasos espacios que han permanecido iguales.

“La fotografía también permitió ensamblar mapas en su territorio desde la realidad; no mapas de interpretación simbólica hechos a partir de un dibujo, sino una fotografía sin subjetividad y eso cambió la mirada de la ciudad”, apuntó el arquitecto al recordar que el acervo se integró en 2012 al Programa Memoria del Mundo de la UNESCO.

Si bien los archivos se usan en proyectos de construcción y de investigación de ingenieros, arquitectos y geógrafos, la consulta es pública a través de su página web donde se encuentran algunas de las imágenes ya digitalizadas. Un trabajo, admitió Kochen, aún pendiente, pues sólo tienen el 12 por ciento en formato digital. La propuesta con el libro y la digitalización paulatina es mantener fresca la memoria del acervo y, sobre todo, entender los procesos tan complejos de inicios de siglo XX.

“Mirar las fotografías es hacer una línea del tiempo, mirar hacia atrás y entender que era la posrevolución, los inicios de la modernidad en México, tiempos complejos”. Y si las imágenes históricas sirven en un ejercicio de memoria, Kochen señala que también dan cuenta de los avances tecnológicos y, en consecuencia, sus aportaciones.

En el caso de la foto aérea, ésta tuvo una fractura con la creación de los satélites que permitió tomas a una distancia mayor. Y, en pleno siglo XXI, el uso del drone como medio de transporte de pequeñas cámaras ha modernizado y popularizado la imagen desde el aire. Ahora un fotógrafo profesional o aficionado puede hacer cualquier tipo de fotos sin salir de su casa, y sin mayor regulación legal.

Para Kochen, la tecnología no es perjudicial: “Son diferentes niveles de profundidad; la foto tradicional a nivel de banqueta, la foto satelital, la que se hacía con aviones y la nueva que se hace con drones permite mirar diferente. Puedes tener varios niveles de profundidad y entendimiento de distintas capas de un territorio”.

Del norte al sur

El Fondo —que en 2016 recibió el Premio al Mérito Archivístico otorgado por el Archivo General de la Nacional— se divide en tres núcleos: Verticales (1930-1995), Mosaicos (1930-1995) y Oblicuas (1932-1968). En suma, hace un recorrido por casi todo el país, desde Monterrey hasta Campeche, pasando por la Ciudad de México, de la que se percibe una mayor transformación.

El núcleo de Verticales es el cuerpo principal de instantáneas tomadas con una cámara montada en una aeronave paralela al territorio; con esta técnica se registró también zonas de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Bolivia. Se integra por dos mil 700 series con más de 800 mil ítems.

El segundo núcleo lo integran 44 mil imágenes, las cuales de su tamaño original se reducían para generar una especie de collage de las manchas urbanas, y así ocuparlas para cartografías, trazos de caminos y puentes. Y la serie Oblicuas, con 19 mil 918 registros, son imágenes tomadas desde un avión en un ángulo menor a 90 grados; con esta técnica se tomaron zonas de EU. Esta sección del acervo es la que está digitalizada en su totalidad; el resto del material está en la bóveda bajo condiciones de conservación.

En este millón de negativos sobre el país hay registros de lagos y lagunas —algunos desparecidos—, zonas forestales, urbanas y el desarrollo de obras de ingeniería. En América Latina, la Compañía realizó colaboraciones en levantamientos topográficos para la represa de Alto Anchicayá en Colombia, levantamientos en República Dominicana y Panamá. “La idea es impulsar que el acervo sea vivo, no sólo memoria colectiva para investigación topográfica, sino que aprovechamos ese registro para no cometer los mismos errores en la planeación urbana”.

 

3 museos para conocer a Tlaxcala desde su historia

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 07 Diciembre 2017 Visto: 2873

museo regional de tlaxcala 1200Tlaxcala tiene más que haciendas y áreas naturales, también hay bellos museos que tienes que poner en la agenda si viajas por este estado.

Janeth Ochoa
Editora en Jefe de mexicodesconocido.com

En el estado localizado en la región del altiplano encontrarás una nutrida tradición prehispánica y colonial, así como una extraordinaria escapada a la naturaleza si visitas el Parque Nacional La Malinche o el Santuario de las Luciérnagas.

Si quieres irte preparando para ir al Santuario de las Luciérnagas, te pasamos estos tips

Pero si buscas adentrarte en la cultura de la región, entonces tu ruta debería ser la siguiente:

Museo Regional de Tlaxcala
El edificio albergó al convento franciscano de la ciudad, por lo que el recinto por sí mismo es muy disfrutable. El patio central tiene una fuente y en el segundo piso se exhibe la historia de la entidad a lo largo de 9 salas. Los registros históricos van desde la época prehispánica hasta una serie de lienzos que son clara muestra de la fusión con la cultura española.

Dónde
Calzada de San Francisco s/n, anexo a la Catedral de Tlaxcala
Horario
De martes a domingo de 10:00 a 17:00 horas.

Museo Vivo de Artes y Tradiciones Populares
No hay forma más emocionante de conocer una cultura que mediante sus artesanías. Este museo te permite conocer todos los rincones de Tlaxcala a través del trabajo de sus artesanos. Descubrirás desde cómo se lleva a cabo el arte de hilar hasta cómo era una cocina prehispánica.

Dónde
Blvd. Emilio Sánchez Piedras 1
Horario
De martes a domingo de 09:00 a 18:00 horas

Museo de Arte de Tlaxcala
El museo es el más nuevo de los tres, fue inaugurado en 2004 con el objetivo de difundir las tendencias de las artes plásticas contemporáneas nacionales e internacionales. Un gran atractivo son las 6 obras de la época temprana de la pintora mexicana Frida Kahlo. Hay 5 salas destinadas a exposiciones temporales y un centro de documentación y registro de las artes visuales de Tlaxcala.

Dónde
Plaza de la Constitución 21
Horarios
De martes a domingo de 10:00 a 18:00 horas.

En el estado hay una mayor oferta cultural que puedes explorar en otros sitios como el Museo de Historia ‘Casa de Piedra’ de Apizaco, el Museo de la Memoria y el Museo Nacional del Títere. Anímate a descubrirlos en tu próxima visita.

 

A partir de Cantona, Jesús Sánchez hizo un modelo de análisis e interpretación de objetos

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 07 Diciembre 2017 Visto: 3121

5705 pue 12 579x399Por Paula Carrizosa. La Jornada de Oriente

Jesús Sánchez prepara un segundo volumen sobre la escultura cantonesa. Al proyecto se ha sumado la arqueóloga Yadira Martínez, quien ha estudiado el sitio por 14 años ■ Foto Abraham Paredes
El próximo viernes 8 de diciembre a las 12 horas en la sala de lectura de la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la UAP, el arqueólogo Jesús Sánchez presentará el primer volumen de La escultura en piedra de la ciudad arqueológica de Cantona, un libro en que ha desarrollado el primer modelo taxonómico para objetos a partir del estudio de la escultura de esta ciudad prehispánica ubicada en el estado de Puebla.

Con ello, el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) construyó un nuevo método de análisis y clasificación de las piezas con el fin de lograr su interpretación. Dicho modelo no consiste en una tipología de clasificación, sino de un modelo analítico–taxonómico que se puede aplicar a cualquier objeto, ya sea antiguo o moderno.

Desde hace 20 años el especialista se ha dedicado al estudio del significado de las piezas creadas por las culturas prehispánicas; actualmente, desarrolla lo que él mismo ha llamado la arqueosemiótica, la cual traduce como el estudio de los vestigios arqueológicos como signos que llevan a conocer el mensaje ideológico de quienes los elaboraron.

Los primeros resultados de su indagación fueron publicados en 2016 en el libro La escultura en piedra de la ciudad arqueológica de Cantona dedicado al análisis de las estatuas, es decir, todas aquellas esculturas de representaciones de seres animados: humanos, animales o híbridos, ya sea en su totalidad o alguna de sus partes anatómicas.

Jesús Sánchez explica que ninguna disciplina había generado un sistema taxonómico de artefactos. Añade que su propuesta es inicial y está basada en los principios de la ciencia, de manera que el modelo puede ser aplicado a cualquier objeto: desde los más antiguos, como las herramientas de piedra, hasta los más actuales, como un automóvil.

El investigador comenta que este modelo analítico–taxonómico lo aplicó a la escultura de Cantona, donde había que hacer una tipología de 690 piezas excavadas desde que iniciaron las exploraciones en 1993 hasta 2000. Uno de los tipos taxonómicos de los objetos es la escultura, y una de las familias, la estatuaria. Por ello, en la primera parte de su investigación se enfocó al análisis de 61 estatuas localizadas en ese periodo.

A través de la aplicación de su modelo taxonómico ha identificado características propias para la escultura cantonesa. En primer término advirtió dos rasgos: piezas de aristas finas, es decir muy bien delineadas, y esculturas de aristas redondeadas que no hacen ángulos; aunque aún no define si su elaboración obedece a dos épocas distintas o si ambas convivieron a lo largo de la historia de Cantona.

Otras características son las orejas rectangulares y verticales, rostros poco definidos apenas con dos o tres orificios en el lugar de ojos y boca; sin embargo, a pesar de su esquema un tanto realista, explica, los brazos no son cuadrados, sino redondeados y cuando buscan ser más detallistas plasman los labios, algunas veces de comisuras finas y otras redondeadas.

En cuanto a las influencias de estilo, Jesús Sánchez observa en la escultura cantonesa elementos de la cultura mezcala, pero también huastecos y toltecas. En referencia a estos últimos, señala que los toltecas debieron reproducir las formas cantonesas, porque Cantona colapsó hacia el año 900 de esta era, cuando comienza el desarrollo de la metrópoli tolteca en la Cuenca de México.

En el caso de la estatuaria, el arqueólogo del INAH considera relevante que de 61 piezas no encontró ni una representación de deidades. Las imágenes de dioses en Cantona, Tláloc y Huehuetéotl, solo son reproducidas en frisos, lápidas y estelas, así como objetos de uso práctico –como los braceros–, pero no contemplativos, naturaleza de las estatuas.

En cambio, halló que los seres representados son personajes del pueblo. Destacan las cabezas deformes, que ha interpretado como jugadores de pelota. Estas figuras no fueron descubiertas en los templos, la mayoría se encontró vinculada a las canchas de juego de pelota y solo dos de ellas en los patios de dos distintas casas. Son hombres con el rostro deformado que quizá terminaron así después de un encuentro muy reñido. En su hipótesis, el investigador también observa la posibilidad de que se trate de trofeos para los jugadores.

Pero las que considera más interesantes son las representaciones fálicas. En este sentido, la hipótesis del estudioso propone que estas piezas son lo más aproximado a la estatuaria de una deidad: “El pensamiento religioso de Cantona es complejo, este pueblo veneraba una capacidad de los dioses: la fertilización”.

En Cantona a la fecha se han descubierto 17 esculturas de falos, varias completas y otras solo un fragmento de esa parte anatómica. Se trata de estatuas, reitera Jesús Sánchez, quien considera interesante que las características de algunas de las mismas no coinciden con falos humanos, sino felinos y algunos son híbridos, mezclados con la forma de una especie de hongo que crece en el excremento de esta fauna y que tiene propiedad afrodisiaca.

Después de analizar estudios de diversos autores sobre la representación del sexo masculino o femenino, llegó a la conclusión de que más allá de representar un culto a la fertilidad la práctica forma parte de la idiosincrasia.

“Si Cantona es tan prolífica en la representación fálica, quiere decir que se trata de una sociedad patriarcal que hace más énfasis en la fertilización masculina”, advierte el investigador.

Señala que dicho postulado se refuerza con la presencia del mayor número de canchas de juego de pelota en Mesoamérica: 27 en total descubiertas hasta hoy.

Jesús Sánchez prepara un segundo volumen sobre la escultura cantonesa. Al proyecto se ha sumado la arqueóloga Yadira Martínez, quien ha estudiado el sitio por 14 años. En ese siguiente título se desentrañará lo qué significó una escultura, no para el hombre actual, sino para quienes la elaboraron y la consumieron: una arqueología que busca la raíz cultural explorando las representaciones de la realidad en la mente, expresada en signos.

 

AyudARTE en Tlaxcala 2

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 04 Diciembre 2017 Visto: 2808

AYUDARTE TLAXCALAEdith López Sánchez. CORACYT
Abel Benítez, artista plástico invita a todos los artistas plásticos, visuales, músicos, literatura, artes escénicas a unirse a la segunda subasta “AyudArte en Tlaxcala”, a beneficio de las personas damnificadas en los sismos del mes de septiembre y sumar a lo recaudado en el pasado mes de octubre.
Se reunieron 20 obras y recaudamos 17 mil 100 pesos y esperamos que donen más obra y participen también los compradores y ese dinero se va a juntar con el que ya recaudamos y lo vamos a donar a un lugar donde más sea necesitado, se va a tomar la decisión entre todos los artistas y veremos a dónde hacemos llegar ese dinero.
La subasta se realizará el viernes 8 de diciembre a partir de las 17:00 horas en el Museo de Arte de Tlaxcala, la invitación se extiende al público en general interesado en adquirir obra y apoyar a los damnificados. Si a usted le interesa participar puede escribir al correo Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. o a través de Facebook

 

Expo Mujeres en Revolución

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 04 Diciembre 2017 Visto: 2861

EXPO MUJERES Edith López Sánchez. CORACYT
La exposición, Mujeres dentro y fuera del campo de batalla, pretende mostrar el contexto cotidiano de las féminas en tiempos violentos, no solo a las adelitas en la revolución sino a las mujeres quienes registraron y participaron en la revolución mexicana, comenta la investigadora Elizabeth Jaime Espinoza, curadora de la muestra.
Las adelitas sin lugar a dudas fueron fundamentales para el abastecimiento, ellas trasladan lo privado a lo público que es un poco esto de dentro y fuera del campo de batalla, pero en esta exposición se recuperan toda una serie de memorias y objetos que nos hablan y nos hace mirar a las mujeres que de eso se trata 1:06 La exposición se estructura en tres grandes temas: Educación, Proceso de integración a la revolución y finalmente, Vida Cotidiana.
Cada uno de estos aspectos se liga y se parte del primer capelo, son 7 capelos que nos hablan de educación de mujeres escribiendo y de 3 vitrinas principales, las 2 vitrinas. La primera y la tercera nos hablan de mujeres que escribieron sobre la revolución y que sabían de la revolución Videos, fotografías, documentos, objetos de Carmen y Leovigilda Luna, tlaxcaltecas revolucionarias junto a otras mujeres que demandan derechos legales. A partir del 28 de noviembre y hasta el 2 de enero está a disposición del público en general en el Museo de la Memoria.

 

La vida en las escuelas nahuas

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 04 Diciembre 2017 Visto: 2770

escuenahuasArqueología Mexicana

Los códices Mendoza y Florentino, así como varios cronistas del siglo XVI, describen ampliamente cómo transcurría la existencia de los muchachos y muchachas en las diferentes escuelas establecidas por los nahuas. En el Mendoza (f. 61r) se representa el ingreso de los muchachos de quince años en los calmécac, escuelas sacerdotales, y cuicacalli, casas de canto. A su vez, en el Florentino hay una imagen que muestra a los padres llevando a sus hijos a la escuela, así como otra en la que se ve a los muchachos que allí se educan acarreando leña y atizando el fuego por la noche.

Hay que añadir que en d Mendoza se dedican varios folios a mostrar cuáles eran las principales actividades de los que se hallaban en la escuela. Entre otras cosas, puede verse a los educandos barriendo; acarreando leña, púas y ramas de abeto para los servicios religiosos; siendo adiestrados para la guerra y aprendiendo a tocar instrumentos musicales. Otras ocupaciones incluían la observación de las estrellas, la navegación en canoas, los combares y el hacer cautivos. Asimismo, se representan los castigos que se imponían en casos de desobediencia (Códice Mendoza, ff 63r-61tr).

A su vez, el Florentino, en varias secciones de un largo apéndice al libro III, proporciona copiosa información sobre cómo era la vida en los telpochcalli, casas de jóvenes, y en los calmécac, escuelas sacerdotales. El régimen de existencia que se describe allí respecto de los telpochcalli coincide en gran parte con las escenas pintadas en el Mendoza. A su vez, la información del Florentino acerca de los calmécac habla de los aspectos más elevados en la educación que allí recibían los que llegarían a ocupar importantes cargos en la administración y jerarquía social, política, militar y religiosa. De las materias que se transmitían en los calmécac se refiere que: "Bien se les enseñaban los cantos, los que se dicen cantos de los dioses, los cuales recitaban siguiendo el contenido de sus libros. Y también se les enseñaban la cuenta de los días y los destinos, el libro de los sueños y los de los años" (Códice Florentino, apéndice al libro III, VIII).

Haciendo referencia, en forma bastante amplia, a otras actividades y enseñanzas de los educandos, en el manuscrito en náhuatl que se conserva en la Biblioteca Bancroft se cuenta que:

Se enseñaba también el arte plumario, el trabajo de los metales, la pintura de los códices, el pulido de las piedras preciosas, la composición de cantos, la oratoria, la música, el conocimiento de los ciclos, la jardinería, en suma todo lo que integra la Toltecáyotl. En las escuelas para las muchachas se les enseñaban los oficios y quehaceres de las mujeres: barrer, preparar los alimentos, moler el maíz, hacer tortillas y tamales; hilar, tejer y bordar. (Huehuehtlahtolli, Biblioteca Bancroft. ms. M-M 458, f. 10v).

Toltecáyotl, traducido a la letra, significa toltequidad: esencia y conjunto de creaciones de los toltecas. La toltecáyotl, el legado de Quetzalcóatl y los toltecas, abarcaba la sabiduría, escritura y calendario, libros de pintura, los astros, las artes, bondad y rectitud en el trato de los seres humanos, el arte del buen comer, la antigua palabra, e l culto de los dioses, dialogar con ellos y con uno mismo.

En otros códices, como el Borbónico, hay también referencias acerca de las fiestas realizadas a lo largo del año, en las que cantaban y bailaban con diversos atavíos los jóvenes de ambos sexos. Relato interesante en el Florentino es el que habla acerca de competencias y otras formas de enfrentamiento entre estudiantes de las distintas escuelas.

Cuando, con el paso del tiempo, muchachas y muchachos habían madurado y podían ya contraer matrimonio, salían de sus respectivas escuelas. A las jóvenes iba a corresponder cuidar del hogar y de los hijos que tendrían; a ellos proteger y alimentar a su familia y tomar parte activa en la vida del pueblo del que eran parte. Unos tendrían oficios de artesanos, jardineros o albañiles, otros mercaderes o guerreros y, en niveles más elevados, maestros, artistas, funcionarios públicos, capitanes, jueces, sacerdotes y gobernantes.

Años de sabia y rigurosa formación eran ciertamente los de la niñez y la juventud entre los nahuas. Y, para mostrar que formas de vida muy semejantes prevalecían también en otros lugares de Mesoamérica, concluiré aduciendo un testimonio del ámbito maya. Lo proporcionan las imágenes y el texto glífico que aparecen en un vaso cilíndrico y policromo del periodo Clásico Tardío. El vaso, que probablemente proviene del sur de la península de Yucatán. se conserva en una colección privada.

En él se ve a un ah ts 'ih, escribano-pintor anciano, representación del dios solar, sentado junto a dos jóvenes que parecen ser sus discípulos. El anciano vuelve a representarse en el mismo vaso mostrando a sus discípulos un códice. En la parte superior del vaso hay una inscripción que se refiere a las cosechas de las que proviene el alimento. Varios numerales forman parte de la inscripción. El texto se ha interpretado como una alusión metafórica del anciano haciendo ver a sus estudiantes que la escritura es sustento del pensamiento.
Tomado de Miguel León-Portilla, “Niñez y juventud entre los nahuas”, Arqueología Mexicana núm. 60, pp. 22-29.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
http://raices.com.mx/tienda/revistas-ciclo-de-la-vida-AM060

 

Santo Pedro Infante: el doble centenario del ídolo popular

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 04 Diciembre 2017 Visto: 2826

91c6ebd0 d4d6 451a aa1f aec3f9c32fb6Por Gustavo Ogarrio. La Jornada
Para Nico e Iraida Noriega, por su versión de la triste muñeca
Para Camila, Lucy, Silvia, Mary, Elvira y Gustavo, para las tías “infantes”: Gloria, Anita y Ofelia
Nosotros no somos así: amor, muerte y ternura subversiva en una canción infantil

Hubo una época en la que el tratamiento de la imagen de la mujer en las canciones rancheras se apoderó de la canasta estelar de las asociaciones sentimentales: cautivas y prisioneras en el mundo latifundista del amor, su condición de objeto amado y exaltado predispuso su figura para cumplir, dulce o violentamente, con los rituales culturales de los amores que, metafó-rica y literalmente, mataban.

La dualidad de la dominación masculina en los tiempos del Estado benefactor: amor, ternura y cerco territorial en la construcción del imperio de los sentimientos melodramáticos. Alegorías nacionalistas que se funden con las alegorías de la posesión patriarcal de la mujer en Me he de comer esa tuna (1945), cantada por Jorge Negrete (“así se canta en la tierra de los hombres...”) en entrada triunfal con mariachi a la cantina, el recinto por excelencia de las afirmaciones y confesiones patriarcales: “El águila siendo animal se retrató en el dinero/ para subir al nopal pidió permiso primero... Guadalajara en un llano, México en una laguna/ me he de comer esa tuna/ aunque me espine la mano...” La exaltación de la “belleza femenina” en los límites del que sigue siendo “El Rey”, de José Alfredo Jiménez, y uno de los grandes himnos del absolutismo varonil, cantada en un principio por Pedro Vargas. La “Serenata huasteca” (1954) cantada por Pedro Infante y que simplemente confirma la propiedad amorosa bajo la que se rige la imagen de la mujer, en medio de la escenografía de cantos y bailes, mientras la Diva (Elsa Aguirre) acepta los términos del contrato de amor con miradas furtivas: “Canto al pie de tu ventana/ pa’ que sepas que te quiero/ tú a mí no me quieres nada/ pero yo por ti me muero/ dicen que ando muy errado/ que despierte de mi sueño./ Pero se han equivocado porque yo he de ser tu dueño...”

Sin embargo, en 1958, Francisco Gabilondo Soler Cri Cri da a conocer su disco Más canciones del Grillito Cantor, entre las que se encuentra “La muñeca fea”: “Escondida por los rincones/ temerosa de que alguien la vea/ platicaba con los ratones/ la pobre muñeca fea”, resuena la imagen de una Cenicienta aplastada por el trabajo doméstico, pero sin baile de zapatilla perdida con príncipe enamorado y final feliz. Más bien, en “La muñeca fea” también se expresan ciertos guiños trágicos, aunque se sugiera una cierta redención al final de la canción y se mantenga la imagen de la muñeca fea-niña-mujer en los límites del trabajo doméstico y sus símbolos, como la escoba y el recogedor. Lo más notable es que se expresa enfáticamente y con una ternura que, vista en comparación con la soberbia patriarcal de la canción ranchera, parece hasta subversiva, una vulnerabilidad que rompe el tono áulico del melodrama del nacionalismo revolucionario, aunque no deje de tener una solución discretamente idílica, lo que deja al mismo melodrama también en una zona indeterminada: “Muñequita/ le dijo el ratón/ ya no llores, tontita/ no tienes razón. /Tus amigos/ no son los del mundo/ porque te olvidaron/ en este rincón./ Nosotros no somos así./ Te quiere la escoba y el recogedor./ Te quiere el plumero y el sacudidor./ Te quiere la araña y el viejo veliz./ También yo te quiero, y te quiero feliz.”

Sin duda, “La muñeca fea” es uno de los grandes himnos populares en los que se registra la soledad, la exclusión y el abandono en una figura femenina, así como una cuasi-tragedia en clave infantil al borde del melodrama, contenida por la solidaridad de los que no son así. ¿Cómo son los que son “así”? Los que olvidan, los que discriminan, “los del mundo” masculino a mediados del siglo xx, es decir, los adoradores de las modernizaciones frenéticas que segregan a las pobres muñecas sucias y a la misma imagen femenina, vencidas por el “uso” y el transcurrir del tiempo.

Pedro Infante: nostalgias de una narrativa sentimental

Al romperse la imagen unificada del nacionalismo postrevolucionario, conforme se van resquebrajando los arquetipos de lo “mexicano” y se imponen las leyes vaporosas de la sociedad abierta, los ídolos y héroes populares del siglo xx también se abren paso entre las nuevas evocaciones contemporáneas de sus cursis, tremendistas y desgarradas figuras, entre las revoluciones digitales de la televisión abierta y sus enemigos, entre los nuevos subgéneros mediáticos para representar la nueva edad de la violencia en nuestros días que, en muchos casos, se vive como el auténtico apocalipsis que merece ser narrado y representado; surge la supuesta narco-novela, en sus versiones escritas y, por supuesto, tele-novelescas.

Figuras patriarcales como Jorge Negrete, Pedro Infante, Pedro Armendáriz, Emilio el Indio Fernández, Luis Aguilar, Abel Salazar, Antonio Badú, así como las imágenes sufrientes, abnegadas pero también desafiantes, de Blanca Estela Pavón, Dolores del Río, Libertad Lamarque, Miroslava –quizás la más trágica de todas–, Rosita Quintana, Elsa Aguirre, Lilia Prado, Katy Jurado y María Félix, la “Doña” Bárbara que envejece en una noche gracias a la caracterización en película de este personaje de la novela de Rómulo Gallegos, pero que en esa misma noche se transforma en La Doña, para sellar también su pacto luciferino con el mundo del espectáculo. Todas y todos, bajo las condiciones de producción del melodrama cinematográfico del medio siglo, bajo el torbellino heterogéneo de la ahora estereotipada Época de Oro del cine mexicano, emprenden cierta metamorfosis al ser interpretados bajo la edu-cación sentimental del nuevo siglo xxi y su contexto de globalización autoritaria, pero también de sensibilidades, cultas y populares, renovadas y reconfiguradas, y de luchas sociales que a su vez renuevan la manera en que se habla y se vive mediáticamente la cultura popular y la cultura de masas.

El temple cinematográfico de los rostros altivos o abnegados se desvanece y, de alguna manera, se fractura la imagen de cierta unidad estética de todas estas estrellas; las sonrisas en blanco y negro se agrietan y la eternidad incuestionable del llanto melodramático de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx palidece y se repliega ante los nuevos modos de problematizar el pasado. Por ejemplo, el inmaculado Pedro Infante es sometido a un proceso de desmitificación y desnacionalización que lo bajan del pedestal del mexicano enamorado, jugador y pendenciero, para interrogar a su figura desde las preguntas incómodas para el melodrama del siglo xx: ¿Fue Pedro Infante un precursor en la cultura popular, construida incluso desde cierta óptica “oficial”, que jugaba conscientemente con articu-la-ciones del machismo con la homosexualidad y el homoerotismo, como afirma Sergio de la Mora en su libro Cinemachismo: Masculinities and Sexuality in Mexican Film? De la Mora llega a plantear que el mismo Pedro Infante –y también Arturo de Córdova– hicieron en sus películas planteamientos veladamente gay, a pesar de ser dos figuras fundamentales en la construcción sentimental y melodramática de la masculinidad épica y mediática del siglo xx. Esto se podría apreciar en películas como A toda máquina, El gavilán pollero, Dos tipos de cuidado... Es más, Pedro Infante llegaría a jugar con cierta tensión irónica entre macho y travesti en una de sus últimas películas, Pablo y Carolina (1955).

En el libro más completo sobre la vida y obra de Pedro Infante, escrito como una crónica-ensayo, Pedro Infante. Las leyes del querer, de Carlos Monsiváis, se puede leer lo siguiente: “Infante no mantiene distancias con quienes lo contemplan, es en sus desplantes, sus carcajadas, su mirada amorosa o paternal, la representación del hombre común que es distinto a todos sin jactarse de ello.” Para Monsiváis, es con la película Cuando lloran los valientes (1945) que Pedro Infante adquiere ya ese perfil de héroe romántico: “es el inicio del Pedro Infante mítico, legendario, icónico y ponga usted el adjetivo conveniente. El héroe bandido combina la actitud generosa y la exigencia del sacrificio.”

Vale la pena seguir esta otra faceta del héroe-bandido en Pedro Infante para comprender la manera en que su inscripción en la cultura popular tiene un “carácter oficial”, una sensibilidad melodramática con conflicto “burgués”, sin evolución trágica, al formar parte del proceso de desmontaje simbólico de los aspectos más radicales de la Revolución mexicana, la revolución agraria y popular de Emiliano Zapata y Pancho Villa. Esto se puede ver con mayor nitidez en la película Los Gavilanes (1954). Si Allá en el rancho grande (1936), con Tito Guízar, se vuelve una protesta melodramática contra la reforma agraria y una defensa del latifundio después del porfiriato, la nostalgia por el “rancho grande”, películas como Los Gavilanes van a ser la culminación de la desactivación referencial de los símbolos de la revolución agraria: un grupo de forajidos, gavieros, que viven escondidos en las montañas y que roban a los ricos para repartir la riqueza robada a los pobres. Sin revolución social ni agraria, sin una dimensión ideológica del conflicto entre pobreza y riqueza, la película transfiere el heroísmo popular de Zapata al heroísmo melodramático y despolitizado del personaje de Pedro Infante, Juan Menchaca. La historia termina por confrontar a dos hermanos, hijos de un hacendado, que desconocen su parentesco, que se enfrentan a muerte al final de la película, pero con final feliz incluido. Juan Menchaca es presentado como una especie de Zapata o de Villa casi criollo y sin programa político, sin tiempo ni espacio históricos. Destaca en esta película la escena en la que Juan Menchaca canta, a la luz de la luna, de las nubes y de los montes, la canción “Deja que salga luna”, mientras Lilia Prado, que interpreta a la novia del hermano de Juan, que ha sido raptada por los gavieros, suspira el amor de una narrativa sentimental que todo lo va a transformar en melodrama.

Santo, el Enmascarado de Plata: los hijos esperpénticos y a veces negados del nacionalismo mexicano

Espectáculo, teatro popular, happening, performance, paradigma del kitsch urbano... La lucha libre, pese a su secuestro actual por la televisión comercial, alguna vez fue también el espacio en el que se definía una lucha por ciertos símbolos populares y, con esta perspectiva, por el significado del “éxito” y del “triunfo” en relación con la modernización de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx desde un ámbito urbano. En ella hay mucho de carnaval en el que, por un momento, se invierten las jerarquías del poder, esté-ticas y sociales; pero también de “pan y circo para las masas”, de representación de luchas entre el bien y el mal, entre lo alto y lo bajo, entre lo culto y lo popular, entre lo civilizado y lo bárbaro.

La lucha libre también produjo sus mitos populares, sus héroes que con mucho menos carga de la “cultura oficial” en sus representaciones, de alguna manera conservaron, en su metamorfosis hacia el mundo del espectáculo y el cine, mucho del origen popular del espa-cio urbano donde nacieron, como el barrio, las arenas y los gimnasios, que finalmente marcaron su proceso de masificación y sus propias fábulas, así como sus enseñanzas morales y sus finales no precisamente felices, no estrictamente románticos, pero sí con cierta redención y a veces abiertamente anticlimáticos, como en la película Santo vs. las momias de Guanajuato, cuya “batalla final” y la derrota de las momias ante la fuerza física y moral de Santo, Blue Demon y otros luchadores, no dramatiza este triunfo del bien sobre el mal y simplemente consigna que esas momias no eran una “leyenda de nuestro pasado”.

La lucha libre vivió su propia Época de Oro cinematográfica y nos legó el cine de luchadores como un subgénero que todavía es motivo de debates contemporáneos en su difícil acomodo en la cultura oficial respaldada por el Estado. En muchos casos se le niega su condición culta, esto para resaltar su “aspecto no artístico” y, al mismo tiempo, afirmar su inmenso poder popular que desestabiliza a las estéticas hegemónicas, las cuales, bajo el prejuicio estetizante que lleva el rótulo “cine de arte”, balbucean su horror ante la posibilidad de que la horda de luchadores, comandada por el Santo, ingrese a la cultura oficial y disfrute de su poderoso aparato de divulgación cultural.

El Santo es quizá el héroe cuasi melodramático más democrático del cine mexicano en un período de crisis y vacío, entre la década de los años sesenta y los se-tenta, posiblemente por su origen popular no estric-tamente oficial; por su proceso de iconización masiva y mediática menos agresiva que el de Pedro Infante, por ejemplo, y por su “rústica” incorporación al ámbito y al mito del cine artístico. Sin embargo, el Santo es “indestructible y categórico” en su identificación con la cultura popular que imagina luchas infinitas entre el bien y el mal, entre el Santo y los zombis, las momias y las mujeres vampiro; el Enmascarado de Plata contra el “cerebro del mal”, el hombre lobo, las brujas, el Dr. Frankenstein; contra los Jinetes del Terror, los monstruos, la misma Llorona; una sublimación de profundos terrores carnavalizados, que a su manera se acercan a una definición retroactiva de cine noir y/o cine gore, pero siempre con ese desfile de figuras esperpénticas, esa representación degradada, grotesca y deformada del mal. Lo esperpéntico como la operación cultural que el mismo Ramón del Valle-Inclán llevó a cabo en su propia obra: extraído de la cultura popular y llevado al mundo “culto” de la crítica literaria, para finalmente ser reconocido en otras obras de origen popular.

De ahí la soledad tan particular del mismo Santo en la cultura de masas y en su relación perturbadora con el nacionalismo mexicano: nunca fue exaltado decididamente por la cultura oficial, que sostenía la cano-nización de los héroes y mitos populares que convenían a la armonía ficticia de lo “mexicano”. Es imposible llegar a través de su figura y de sus películas a la ideología de este nacionalismo; más bien parece un sórdido registro de criaturas esperpénticas que construyeron su propia camino hacia una zona sumamente perturbadora de la cultura popular, que se juega en las cavernas inverosímiles de los monstruos y las mujeres vampiro, en las pesadillas del mal con rasgos irónicos, grotescos, cómicos; una cierta risa que no es carcajada abierta, acaso una risa ambigua, discreta, nunca espectacular, que se ríe de su propia situación de bastardía en la cultura oficial mexicana, sin final feliz pero sí perturbador y profundamente popular y masivo •

 

Ro po pon pon, ro po pon pon: los villancicos

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 04 Diciembre 2017 Visto: 2871

villancicosoJosefina Melchor

La música navideña ha sido una manera festiva de conmemorar el nacimiento de Jesucristo, y de difundir la paz, la fraternidad y el amor entre las personas en esta época del año.

La música navideña ha sido una manera festiva de conmemorar el el nacimiento de Jesucristo, y de difundir la paz, la fraternidad y el amor entre las personas en esta época del año. Así, los villancicos que cantamos en México —de tradición católica— resultan indispensables durante estas celebraciones, pues no sólo animan los motivos religiosos, sino que refuerzan una festividad que une lo espiritual con lo popular.
Los villancicos fueron, inicialmente, composiciones poéticas. Se desarrollaron a partir del zéjel, el cual es un poema de origen arábigo-español, inventado por el poeta ciego Mucáddam de Cabra. Un zéjel está formado por un estribillo de uno o dos versos, la mudanza de tres versos monorrimos y un solo verso de vuelta.
Los villancicos, por su parte, consistían en versos hexasílabos u octosílabos, acomodados de la siguiente manera: estribillo, de dos o cuatro versos; mudanza, constituida por una estrofa, a menudo una redondilla,1 vuelta o enlace, que consta de versos que repiten total o parcialmente el estribillo.
Durante la Edad Media, el villancico era una composición muy popular entre el pueblo. Por ello tomó el nombre que proviene de villano; es decir, una persona que vive en las villas o las aldeas, que eran quienes acostumbraban cantarlo. Sus temas, meramente profanos, tenían que ver con los sucesos locales, los encuentros y desencuentros amorosos, la naturaleza, las labores en el campo, los lamentos por la ausencia de algún ser querido y hasta con confidencias.
Hacia el siglo xvi, la Iglesia consideró buena idea acercar al pueblo a los misterios de la fe católica por medio de la música, de tal manera que comenzó a introducir los villancicos en las liturgias.
Desde el México virreinal existen villancicos de corte popular y culto, que se incorporaron también al campo teatral. Los primeros fueron escritos por compositores anónimos y se transmitieron por tradición oral; los segundos, a mano de notables poetas como sor Juana Inés de la Cruz, Pedro de Trejo y Fernán González de Eslava.
En la actualidad, el término villancico se refiere exclusivamente a las canciones navideñas que se cantan, en esas fechas.
A continuación mostramos algunos villancicos representativos:
Villancico flamenco conocido popularmente como «Huyendo del Rey Herodes», en voz de La Paquera de Jerez.

Villancico flamenco conocido como «Los caminos se hicieron» o «Villancico del gloria».

«El niño del tambor», en la famosa versión del cantante andaluz Raphael.

«Niño criollo», aguinaldo venezolano —versión venezolana de los villancicos.

«Niño lindo», aguinaldo venezolano.

«Ven a mí, Jesús mío», villancico mexicano compuesto en 1938 por Paulino Paredes.

«Adeste fideles», en voz de los niños cantores de Viena.

Conoce más sobre la evolución de los villancicos a lo largo de la historia en Algarabía 99 de diciembre.

 

Cartas de amor escritas por Juan Rulfo, Rosario Castellanos y Napoleón Bonaparte.

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 04 Diciembre 2017 Visto: 3406

s8 epistolario cartasamor heroLa Redacción

Cartas de amor escritas por Juan Rulfo, Rosario Castellanos y Napoleón Bonaparte.

Te presentamos tres fragmentos de cartas de amor escritas por Juan Rulfo, Rosario Castellanos y Napoleón Bonaparte.
El amor de Juan Rulfo
En 1941 Juan Rulfo conoció a Clara Aparicio; él tenía 24 años y ella sólo 13. Comenzaron una relación epistolar que siete años después culminó en matrimonio. Reproducimos una de las cartas en las que se evidencia el idílico enamoramiento del escritor.
México, D.F., 26 de mayo de 1947
Querida Chachinita:
¿Nunca te he contado el cuento de que me caes re bien? Pues si
 ése ya lo sabes te voy a contar otro. Ahí tienes que había una vez un muchacho más loco, que toda la vida se la había pasado sueñe y sueñe. Y sus sueños eran, como todos los sueños puras cosas imaginarias
 [...] Bueno, la historia es muy larga y voy a dar un brinco. Vinieron los años buenos en que comenzó a ver acercarse un sueño. El mejor de todos. Grande y enormemente hermoso. Era una muchachita rete horripilante que levantaba la ceja para mirar a los seres despreciables que iban a su lado. Así era de lejos. Pero más cerca, cuando se veía todo lo que ella era claramente, cuando uno se asomaba a sus ojos, el cariño cegaba todas las demás cosas y uno ya jamás quería separarse de su lado. Ese sueño que eres tú todavía dura. Durará
 siempre, porque siento como que 
estás dentro de mi sangre y pasas por
 mi corazón a cada rato. [...]
De verdad, cuídate mucho, come y duerme bien y sueña con los angelitos y no con esta cosa maligna que soy yo.
Pero no me olvides.
Y que siempre seas igual, Chachinita adorada.
Juan
Querer que nunca termina
El amor de Rosario Castellanos
La poeta mexicana Rosario Castellanos (1925-1974) tuvo una existencia atormentada, marcada por sucesos trágicos, largas temporadas de depresión y un amor mal correspondido. Reproducimos un fragmento de la compilación póstuma de sus cartas a Ricardo Guerra, en la que, con un poco de humor, asume las infidelidades de su amado.1
Madrid, 6 de noviembre de 1950
Me entregué a usted: nunca me he puesto a considerar si fue
 sólo un momento. Sé que antes de conocerlo era yo una persona completamente distinta de la que soy ahora y que tal como me 
ha hecho le pertenezco. El que usted me sea fiel o no, no me hace variar de actitud. Yo le seré fiel siempre, a toda costa. No me interesa coquetear con nadie. Lo amo a usted. Si usted me falla,
 si por cualquier motivo nuestro amor no puede realizarse, yo no quiero volver a saber nada de amor con nadie, yo quiero vivir completamente sola y sin que nadie me hable de estas cosas. A usted no puedo substituirlo con nadie. Lo amo a usted, con exclusión del resto del mundo. Lo amo a usted aunque tenga niñitas y aunque las ame a ellas y aunque no me ame a mí. Lo amo y lo amo. Y estoy furiosa. Grrrr. Claro que si usted me dice que no quiere saber nada de mí no voy a andar detrás de usted dándole lata.
Rosario Castellanos
Napoleón enamorado
En 1796 Napoleón Bonaparte se casó con Josefina Tascher. Pocos días después de la boda el emperador partió a una de sus campañas en Italia. En la siguiente carta podemos ver el amor obsesivo, celoso y dependiente que sentía por su esposa, de quien se divorciaría 13 años después.
Verona, 23 de noviembre de 1796
Ya no te amo más; al contario, te detesto. Eres una villana, una torpe, una tonta, una desgraciada. Tú no me escribes nada, tú no amas a tu marido; sabiendo el placer que le provocan tus cartas, no le escribes ni seis líneas, ni por casualidad.
¿Qué hace entonces madame todo el día? ¿Qué asuntos tan importantes le quitan el tiempo para escribir a su bien amado? ¿Qué sentimiento asfixia y deja de lado el amor tierno y constante que usted me prometió? ¿Quién podrá ser ese maravilloso, ese nuevo amante que absorbe todos sus instantes, tiraniza su día entero e impide que usted se ocupe de su marido? Josefina, ten cuidado, una de estas noches tras la puerta cerrada estaré.
En verdad, estoy inquieto, mi buena amiga, de no recibir noticias tuyas; escríbeme pronto cuatro páginas de esas amables cosas que llenan mi corazón de sentimiento y placer.
Espero poder antes tenerte entre mis brazos y cubrirte de un millón de besos ardientes como el Ecuador.

 

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