La talla en cantera del siglo XVII estuvo en la hornacina de un edificio en Uruguay y Cruces, Centro Histórico
LUIS CARLOS SÁNCHEZ. CIUDAD DE MÉXICO. Por sólo tres mil 500 pesos, la Casa de Subastas Morton remató el 17 de octubre pasado una talla en cantera de San Antonio de Padua con el Niño Jesús que perteneció a la hornacina de un edificio que existió en la esquina que forman las calles de Uruguay y Cruces, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
La figura desaparecida “hace tiempo”, cuando fue demolida la construcción, fue vendida por Morton como una figura elaborada cerca de 1900 aunque en realidad se trata de una pieza del siglo XVII, de acuerdo con Guadalupe Toscano, quien la registró en su libro Testigos de piedra. Las hornacinas del Centro Histórico de la Ciudad de México.
La denuncia del hecho fue realizada por el historiador Javier Lara Bayón a través de las redes sociales. “Ese edificio desapareció hace mucho tiempo; es más bien una fortuna que se haya conservado algo y ahora aparezca. Lo triste es que esa escultura del siglo XVII se haya vendido por míseros tres mil 500 pesos cuando mandarla hacer nueva seguramente habría costado bastante más”, dijo después el especialista a Excélsior.
La figura del siglo XVII fue vendida por Morton como parte de su Subasta 819T donde le correspondió el Lote 23; el precio de salida estimado fue de cuatro mil pesos y la firma consideró que podría llegar a seis mil pesos, pero después de pujarla, sólo obtuvo tres mil 500 pesos. “A veces los vestigios de la ciudad virreinal aparecen inesperadamente y ante quien menos los busca (...), la imagen de San Antonio apareció: fue vendida el pasado octubre en subasta por la casa Morton”, agregó el historiador.
En el libro de Toscano, la descripción de la escultura aparece en la página 119 donde apunta: “Esta sencilla hornacina alberga la efigie de un santo franciscano, probablemente San Antonio de Padua. Es del siglo XVII. Uruguay, esquina Cruces”. La Fototeca Nacional del INAH conserva diferentes imágenes en las que se distingue el nicho en la antigua construcción y dentro de él, la figura del santo.
La especialista documenta que fue en el siglo XVII cuando se esculpió la mayor parte de las hornacinas que adornaron los edificios del México colonial; sin embargo el origen de estos nichos se remonta al siglo XVI español cuando comenzaron a diseñarse inspiradas en los retablos de las iglesias. Toscano agrega que las hornacinas se volvieron un elemento primordial en las construcciones del virreinato, no sólo a nivel ornamental sino también como necesidad urbanística al no existir aún nomenclatura oficial en las calles.
Toscano contabiliza en su libro que en 1928 existían 159 hornacinas en el centro de la ciudad; para 1988 cuando escribe su libro sólo quedaban 130 de las cuales sólo 102 estaban completas. A 28 les faltaba la escultura central y 29 habían desaparecido completamente. La historiadora calcula que entre el siglo XVII y XVIII pudo haber más de 300 en todo el perímetro histórico.