Por Paula Carrizosa. La Jornada de Oriente.
Revivir en la pantalla cinematográfica una forma de ser y de vida, aquella que remite al pensamiento, las costumbres, los mitos de origen y de fundación de la antigua cosmovisión prehispánica, son algunos de los objetivos logrados por Cinematequio, un proyecto coordinado por Alejandra Domínguez y Eduardo Bravo Macías.
Dicho proyecto cinematográfico se realiza desde hace más de tres años y cuenta en su haber con unos 40 cortometrajes que tienen varias particularidades, unas técnicas y otras formales.
Las primeras porque se realizan en un tiempo estimado de una semana, se filman en sus escenarios naturales, se producen con apoyo de los papás y maestros involucrados, y tienen como protagonistas a niños que, apoyados en su lengua materna, distinta al español, recrean la trama de manera honesta, espontánea y veraz.
Sus particularidades formales, en cambio, tienen que ver con que en ellos se representa la tradición oral de las comunidades, que se nutre de las historias y los mitos, y se apoya –cuando se cuenta con ella– en información histórica
Así, los cortometrajes narran los mitos y las historias fundacionales de la cosmovisión indígena y siempre persiguen una idea: “Sacar lo mejor de las comunidades, que éstas están identificadas y orgullosas de su origen”, como señaló Eduardo Bravo.
Durante una entrevista, el realizador señala que Cinematequio ha recorrido un camino particular marcado por los proyectos mismos, por las alianzas y los nexos establecidos, por la manera en desarrollar el taller, por la forma de producción y de interacción con los involucrados, y por el uso de las herramientas tecnológicas que, gracias a su avance, permiten hacer más con menos.
Esto último, menciona, destaca porque el proyecto busca “poner al servicio de la comunidad a la tecnología”; ello se logra cuando mamás y maestros funcionan como sonidistas en el rodaje, cuando se encargan del vestuario, el maquillaje y la ambientación, y al final, cuando al término de la semana ven proyectado, en una plaza pública y al aire libre, el resultado cinematográfico.
Particularmente, cuenta Bravo, él y Alejandra Domínguez se encargan de la realización del guión siguiendo una lógica: el respeto a lo contado por la población y poner en pantalla una historia que cause identificación y admiración a los espectadores, quienes deberán verse reflejados en ella.
En todo el ejercicio, comenta, es de resaltar la participación de los niños, que lo mismo representan a adultos, abuelos, dioses, seres zoomorfos y míticos: jaguares, chaneques, nahuales, dioses niños, ancianos sabios, señores del monte y del trueno. “Para ellos es un juego, otro personaje más; es jugar a representar, por lo que su participación es fresca, espontánea y honesta”.
Contó que el proyecto de Cinematequio, además, permite revalorar la educación intercultural de las comunidades, y la forma en que preservan algo que –supuestamente– es valorado en México: la cultura indígena.
En Puebla, Oaxaca y Morelos
Desde la realización del largometraje Figuras en la niebla (2010), en el que se recrean los mitos de la creación mazatecos, el cineasta Eduardo Bravo comenzó con la tarea de rescatar leyendas, mitos y la memoria de las comunidades indígenas a partir de la visión de los niños, quienes no se limitan a contar, sino que extienden su acción en la producción, dirección y actuación de sus propios cortometrajes.
Tras lo hecho en 2010, los talleres continuaron en Puebla, en Metepec (Atlixco) con la creación del cortometraje Macehualtin sobre la leyenda mexica del Quinto Sol, y en el taller “Cuentan qué”, del Instituto Municipal de Arte y Cultura en 2012 que resultó en el filme Mazatzin, el hombre venado, historia popoloca de Tepexi de Rodríguez.
El proyecto continuó en la junta auxiliar de San Nicolás Tetitzintla, en Tehuacán, en donde se realizó el corto Elotzin contra Quílitl: el origen del maíz; en Yautepec, Morelos, con El catrín de Apanquetzalco; en San Miguel Soyaltepec, Oaxaca, en donde se grabó Smik’ien, y nuevamente en Metepec, Atlixco, con cuatro filmes: 131313, Te quiero, De pinta y Huitzilopochtli.
En 2013, al lado de la escritora y maestra en Letras Iberoamericanas Alejandra Domínguez Sánchez se formó Cinematequio, un juego de palabras entre arte y la técnica, que entabla una relación con el tequio, un trabajo comunitario para el bien común.
En 2014, con el apoyo de la Dirección de Educación Indígena (DEI) de Oaxaca y de su director Tomás Martínez García, el equipo realizó 24 talleres en primarias bilingües; el resultado fueron filmes hablados en mazateco, chinanteco, chatino, zapoteco (en distintas variantes), cuicateco, ikoot, chontal, ayuuk (mixe) y mixteco.
En 2015, en cambio, Cinematequio tuvo sus versiones en el itsmo de Oaxaca: en Salina Cruz en donde se grabó El cerro del tigre, en Tehuantepec y en San Blas Atempa. Asimismo, de vuelta a Atlixco, se desarrolló Maui y la cultura del sol, que se basa en antiguos relatos recopilados por W.D. Westervetl publicados en 1910 bajo el título Legends of Maui: a Demi god of Polynesia.