María del Pilar Montes de Oca Sicilia. Algarabía.
Una de las invenciones o descubrimientos vertebrales del hombre ha sido la vivienda. La idea, al principio, surge de la necesidad de refugio: una cueva.
a de las invenciones o descubrimientos vertebrales del hombre ha sido la vivienda. La idea, al principio, surge de la necesidad de refugio: una cueva.
«The house is perhaps mankind’s most enduring invention.»
Phaidon
Ya nos lo dice Eco:1 «A pesar de todo asombro y ferocidad, obligado por el frío y la lluvia, y siguiendo el ejemplo de algunos brutos u obedeciendo el impulso, en el que se mezclan de una manera confusa instinto y razonamiento, ese hombre hipotético de la Edad de Piedra se guarece en un rincón, en algún hueco de una montaña, en una caverna».
Poco a poco, el hombre se va dando cuenta de que la caverna o cueva en cuestión debe tener ciertas características que le permitan resguardarse y resolver sus necesidades diarias; poco a poco advierte que la cueva puede tener diversas apariencias, pero, en todos los casos, debe seguir cumpliendo su función primordial. Así nació la idea de la vivienda.
La historia de la vivienda es, también, la historia del hombre, de sus preocupaciones, de sus pensamientos, de sus acciones,
de su vida y de sus avatares. Como parte de la cultura, la casa se enarbola como el centro de lo que el hombre es y de lo que busca. Es el refugio seguro del ser humano; su extensión, su microcosmos, su guarida, su hábitat, su οικος.2
La casa era, en principio, una estructura para que el ser humano viviera. Generalmente tenía paredes y techo
para resguardar su espacio de las inclemencias naturales, llámense lluvia, viento, sol, calor o frío. Aunque muchos animales, como los ratones, los topos o los osos construyen madrigueras, la casa es una simbolización netamente humana que, poco a poco, se ha ido sofisticando conforme a la cultura que la construye.
En la casa se resguarda el devenir cotidiano. Se satisfacen las necesidades diarias más elementales: comemos, dormimos, defecamos y convivimos. En ella se construyen los sueños, se forjan las ideas y se conforman los proyectos. Su significación está en la «familia» y su simbolización en el «hogar», ese espacio más bien abstracto donde —«al calor del fuego»— todos vivimos el día a día y nos desarrollamos. La casa es el reflejo de una civilización, de un modus vivendi, de lo que jerarquiza el hombre, de la forma en que se convive con el entorno. Reflejo de lo que es importante para la humanidad, de los recursos con que cuenta y de su propio desarrollo.
Desde los bomas3 y los iglús,4 pasando por palacios y castillos, como el de Versalles o el de Loire, hasta llegar a los desarrollos ultramodernos de Tadao Ando,5 Alvar Aalto6 o Luis Barragán,7 la casa se perfila como una muestra de nuestra razón, de lo que nos es propio, innato e inherente, de lo que nos hace humanos.
Primitivas o hipermodernas, rurales o urbanas, mínimas
o palaciegas, las casas son una muestra del abanico de posibilidades que nos da ese lugar al que todos queremos llegar en la noche.
Referencias
↑Umberto Eco, «Función y signo: la semiótica de la arquitectura», en Geoffrey Broadbent, Richard Bunt y Charles Jencks, El lenguaje de la arquitectura, México: Limusa, 1984.
↑En griego, «casa», «vivienda», «guarida», «ecosistema».
↑Los bomas son chozas hechas de ramitas, formadas en círculos, en que habitan los masais, pastores nómadas de las llanuras abiertas del sudeste de Kenia y el nordeste de Tanzania.
↑Los inuits o esquimales viven en estas casas con forma de cúpula, generalmente construidas con bloques de hielo.
↑Arquitecto japonés autodidacta que nació en 1941 y que ha recibido muchos premios por sus construcciones vanguardistas y ultramodernas.
↑Alvar Aalto (1898-1976), arquitecto finlandés representante del funcionalismo y de la arquitectura orgánica; fue uno de los arquitectos más influyentes del movimiento moderno escandinavo.
↑Luis Barragán (1902-1988), el más renombrado arquitecto mexicano, autor de las Torres de Satélite, entre muchas otras obras. v. Algarabía 30, diciembre 2006-enero 2007, ARTE: «Jardines para circundar»; pp. 62-65.