El investigador Emmanuel Padilla Holguín graba un disco con piezas representativas para el instrumento
EXCÉLSIOR. JUAN CARLOS TALAVERA
CIUDAD DE MÉXICO.
México es uno de los pocos países de América con una tradición de más de un siglo dedicada al arpa de concierto, asegura el arpista e investigador Emmanuel Padilla Holguín (Ciudad de México, 1993), que recién ha grabado el disco Tres siglos de música mexicana para arpa, donde rescata este repertorio.
“La primera pieza que encontré se titula Jarabe Nacional, la compuso Tomás León y data de 1872”, dice el intérprete mexicano que inició sus estudios musicales a los tres años en el Instituto Artene, donde adoptó el arpa de pedales a los 12 años.
“Este proyecto se originó cuando quise averiguar a qué suena la música mexicana para arpa de concierto. Fallé en encontrar una respuesta clara porque casi no hay grabaciones de esta música, y las pocas que hay se concentran en música de lenguaje moderno. Por eso me di a la tarea de averiguar cuáles fueron las primeras piezas creadas para este instrumento”.
El hallazgo lo realizó en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical (Cenidim) de la Ciudad de México. En entrevista con Excélsior, el intérprete reconoció que de esta obra no se ha encontrado aún el manuscrito, aunque existe una versión para piano y sobre ésa se basó para tocarla y grabarla en este disco.
La certeza de que esta pieza fue creada para arpa porque así lo suscribe el libro El arpa de la modernidad en México, sus historias, coordinado por Lidia Tamayo. “Ahí se menciona que esta obra la escribió Tomás León para la arpista italiana Rosalinda Sacconi, quien fuera parte de la compañía de ópera Ángela Peralta”.
Esta obra fue estrenada el 15 de septiembre de 1872 en un concierto para celebrar el cumpleaños de Sacconi, convirtiéndose así en la primera obra original para arpa de pedales escrita por un mexicano”.
A lo largo de esta investigación, Padilla Holguín encontró cerca de 60 piezas, “lo cual fue considerablemente más de lo que esperaba, y en términos de partituras encontré alrededor de tres horas de música. Sin embargo, en este disco sólo condensé cincuenta y dos minutos”.
Otra de las piezas que se incluyen en este álbum es Cielo rojo de Gerardo Tamez, una obra que el compositor escribió para Lidia Tamayo, la cual está inspirada en el terremoto de 1985 y fue estrenada sólo dos meses después.
“Lo relevante es que se trata de una pieza dividida en cuatro movimientos, con un preludio que aborda la premonición del sismo, con ese cielo rojo que supuestamente antecedió al fenómeno telúrico; el segundo movimiento es el sismo, el tercero habla de la solidaridad de la gente, y cierra con el movimiento que tituló ¿Y...?, que plantea la pregunta qué vendrá después”.
El álbum también incluye Danzas alebrijes de José Enrique Guzmán, uno de los pocos compositores que también toca el instrumento. “Es una obra muy pintoresca y danzable, que quise incluir para sentar una imagen completa de lo que ha sido y es hoy el arpa de concierto en México, porque se trata de un compositor que toca el arpa y eso en verdad es algo muy poco común”.
A continuación incluye Tour de vals, de Julio Morales, compuesta sólo un año antes del inicio de la Revolución Mexicana.
“Es una obra que compuso el hijo de Melesio Morales, que suena a música de salón vienés y la incluí aquí porque quería representar la forma como se tocaba el arpa en esa etapa”.