Carolina Mejía. ALGARABÍA
«Yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave»...
cribió César Vallejo, máximo representante de la poesía peruana y figura clave del movimiento literario en Latinoamérica.
Este poeta logró impactar de forma significativa con una modesta obra de sólo cuatro poemarios que representaron distintas etapas de su vida, y se convirtieron en referentes literarios.
Ese día que declara a Dios convaleciente fue el 16 de marzo de 1982, cuando llegó al mundo como el onceavo hijo de la familia Vallejo. Los padres de César tenían la esperanza de verlo convertirse en cura, igual que sus abuelos, pero escogió el camino de las letras desde temprana edad y frustró la aspiración religiosa que tenían sobre él.
El poeta vivió una infancia tranquila en la pequeña ciudad de Santiago del Chuco, al norte de los Andes.
Recibió su título de bachiller en letras y comenzó sus estudios universitarios en filosofía, la cual abandonó para mejor dedicarse a la enseñanza como maestro en la ciudad costera de Trujillo; después se mudó a la capital peruana para continuar ahí con su formación académica.
La ciudad de Lima impactó profundamente a Vallejo, acostumbrado a las libertades y comodidades de la vida rural. Tan pronto entró en contacto con las ideas de Marx y los textos de Darwin comenzó a ver con ojos escépticos las enseñanzas católicas que su familia había tratado de instruirle..
El choque cultural del ambiente urbano también coincidió con una ruptura del núcleo familiar al que hasta ese momento César se sentía muy apegado.
Los padres del poeta se separaron e incapaz de lidiar con la situación, Vallejo intentó suicidarse.
La desesperanza y soledad que sentía en ese momento quedaron plasmadas en los poemas de su primera obra: Los heraldos negros (1918). Su composiciones, aun influidos por los autores modernistas, también contenían numerosas referencias a la tradición indígena de Latinoamérica, y la mayoría de sus versos estaban dedicados tanto al hogar familiar que sentía perder, así como su época campirana que recordaba con nostalgia.
Después de algunos años de vida citadina César regresó finalmente a su pueblo natal, sólo para encontrar la tragedia.
Durante su estancia, una tienda local fue incendiada y las autoridades encarcelaron al poeta como responsable. Vallejo pasó tres meses alejado de la sociedad, y dentro de su celda comenzó a escribir una nueva obra, completamente distinta a todo lo que había creado anteriormente. Trilce (1922) reúne los poemas escritos durante su condena, versos radicales en los que Vallejo rompe las reglas sintácticas e incluso inventa palabras para poder expresarse. El resultado es un efecto de choque con el lector, lo cual hace que ésta sea una de las obras más importantes de la literatura vanguardista latinoamericana. En su época no fue bien recibida y años después se reedito, una vez que su valor de innovación fue reconocido por los críticos.
En 1923, tras la muerte de su madre y salir de la cárcel, Vallejo se mudó a Europa. En París conoció al poeta chileno Vicente Huidobro y al pintor cubista Juan Gris, con los que fundó la revista Favorable París Poema (1926)
Ahí comenzó a involucrarse cada vez más en la política. Viajó en tres ocasiones a la Unión Soviética pero nunca se comprometió por completo con la ideología comunista.
Con quien sí se comprometió fue con una joven llamada Georgette, con quien se casó en 1929.
Escribe su primera novela El tungsteno (1931), en la cual narra como una compañía norteamericana explota a los trabajadores peruanos para obtener materia prima con la finalidad de fabricar armamento.
También se involucró en la Guerra Civil española. Comenzó a trabar como reportero y en el día a día de este oficio entró en contacto con muchos combatientes republicanos, a quienes admiraba por su compromiso con la causa. Fue tal su simpatía con los soldados que se unió al Partido Comunista español y se entregó a la defensa de la República, con la devoción que no había encontrado en la fe católica de su infancia.
Poemas humanos (1939) reúne los poemas que Vallejo realizó durante esa época guerrillera. Este poemario es un tratado sobre el dolor, en el que el autor reflexiona profundamente acerca de la tragedia humana desde su propio sufrimiento. Entre los conmovedores poemas se encuentra España, aparta de mí este cáliz (1940), que refleja su visión romántica de la Guerra Civil como un resultado inevitable de la aspiración del hombre de trascender.
Estos dos últimos trabajos fueron publicados de manera póstuma por su viuda. Los críticos aplaudieron la fase final de su escritura y su empatía con el sufrimiento humano. Vallejo no pudo prever el impacto de su legado en las futuras generaciones de poetas, pero sí lanzó una predicción sobre su propia muerte en un soneto que incluía el verso: «Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo». Bajo una llovizna ligera el 15 de abril de 1938 Vallejo falleció.