Julio Ortega y Alberto Manguel ratifican la actualidad de la obra del escritor, la cual destaca fundamentalmente por su calidad poética y la originalidad de sus ensayos
JUAN CARLOS TALAVERA. EXCÉLSIOR
Foto: Archivo Excélsior
CIUDAD DE MÉXICO.
A 30 años del fallecimiento de Jorge Luis Borges (1899-1986), el crítico literario y especialista en literatura latinoamericana Julio Ortega, y el traductor, narrador y editor Alberto Manguel, conversan con Excélsior sobre tres aspectos fundamentales en la obra del argentino que cambió el rostro de la literatura universal: la vitalidad de su poesía, su creación más valiosa y la actualidad de su prosa.
Ortega, que hace unos días publicó el libro Borges y el arte de leer, define al autor de El Aleph como nuestro gran clásico moderno, una fuente imparcial de sabiduría literaria y un autor cuya obra poética merece nuevas lecturas y más lectores.
Mientras que Manguel, que ahora mismo viaja a Argentina para convertirse en director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires –que Borges ocupara en algún momento–, lo define como un poeta que excede el horizonte de sus lectores contemporáneos y un narrador que planteó todas las posibilidades de la literatura para los escritores del futuro.
Fallecido el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza, Borges reinventó la ficción y el ensayo en libros como Ficciones, El libro de arena, El informe de Brodie, Inquisiciones e Historia de la eternidad, hoy será recordado en Argentina con conciertos, recitales de poesía, exposiciones y la publicación del libro El tango. Cuatro conferencias editado por Penguin Random House.
¿Por qué la obra de Borges parece haber resistido el tiempo con tanta dignidad?, se le inquiere a ambos especialistas en la obra del escritor argentino. Primero responde Ortega: “Borges es nuestro gran clásico moderno. Es una fuente imparcial de sabiduría literaria. Todos tenemos nuestro propio Borges. Ha despertado en cada lector un espacio de imaginación, una relación con el lenguaje, una inteligencia del mundo que es fantástica y analítica a la vez”.
Y completa Manguel: “Porque es como todos los clásicos: una literatura que siempre excede el horizonte de sus lectores contemporáneos. En sus escritos nos reveló lo que no sabíamos que sabíamos: el poder lector frente al texto, el poder de Pierre Menard para transformar todo texto en contemporáneo y atemporal. Él trajo la última campanada de la literatura, donde propuso todas las variaciones posibles que un escritor puede acometer”.
¿A 30 años de su muerte, los lectores se han apropiado de su obra o se ha vuelto inaccesible? “Cada época, cada generación, redescubre la obra de Borges y se apropia de ella. No es la misma obra, es la de nuestro tiempo de lectores. Por eso, es mejor leerlo de joven, cuando despertará en su lector un lenguaje creativo y riguroso”, expone Ortega.
“Ése es el destino que sufren los clásicos. Todos conocemos a Dante, Shakespeare y Homero... y no son tantos los que lo han leído. Con Borges sucede lo mismo: él es importante aun para quienes no lo han leído”, apunta Manguel.
¿Cuál es el personaje literario más entrañable de su literatura? “Mi personaje favorito es Pierre Menard, del cuento Pierre Menard, autor del Quijote, que decide escribir otro Quijote y termina escribiendo el mismo libro de Cervantes. Este cuento es una parábola de la lectura. Nos dice que al leer una gran obra la volvemos a escribir y la hacemos nuestra. Y que cada lector es el autor de lo que lee”, apunta Ortega.
“Pierre Menard es esencial porque después de él la literatura no es la misma. Ya no podemos leer ni escribir igual. Y si Borges tuviera que sobrevivir por un solo texto, sería éste”, añade Manguel.
¿Por qué la poesía borgiana pareciera menos valorada y reconocida que su prosa? “Es verdad que su obra poética merece nuevas lecturas y más lectores. En la prosa Borges es más imaginativo, en la poesía es más riguroso y formal. Creo que su poesía es un monumento a la memoria. Primero porque Borges componía de memoria, apoyándose en la rima, que tiene una función, en efecto, nemótica. Y segundo porque su poesía es la documentación emotiva de su vida. En su poesía el lenguaje adquiere una verdad y una claridad notables. Todo parece más cierto en esos poemas”, comenta el crítico peruano.
“Borges pensaba que era, ante todo, poeta. Uno de sus libros esenciales es This craft of verse, que contiene las conferencias que dictó en Harvard, donde define su misión poética. Borges como poeta es narrador. Borges como poeta es ensayista. Borges como poeta es lírico. Borges es un gran poeta y pienso que sobre todo en su poesía vemos ese lado poco conocido, el del poeta interesado por las emociones humanas, por el amor, la melancolía, la tristeza, la imposibilidad o la posibilidad de la felicidad”, asegura el traductor argentino.
¿Cómo definiría a Borges? “Lo descubrí el primer día de clases en la Universidad, cuando el maestro nos leyó el fragmento de la simultaneidad en El Aleph y tuve la revelación del lenguaje literario, de su poder de encantamiento y novedad. Fue un verdadero bautismo en la literatura. Borges es eso: una revelación de lo mucho que puede hacer la literatura como la inteligencia del lenguaje para rehacer el mundo y hacerlo más lúcido, creativo y nuestro”, recuerda Ortega.
“Borges es, sobre todo, un lector. Él mismo lo dijo y a través de sus textos lo demuestra. Por ejemplo, en el cuento Tema del traidor y el héroe, donde explícitamente se propone distintos modos de narrar un texto, como también lo hace en Examen de la obra de Herbet Quain o en Las ruinas circulares”, concluye Manguel.