Excélsior
El proyecto ‘Extinción de Dominio’ se construyó a partir de subastas de obras incautadas a la delincuencia
CIUDAD DE MÉXICO.
El tránsito de lo ilegal a lo legal. De lo invisible a lo visible. De laextrañeza a la cotidianidad. Es la circulación que hacen los bienes incautados al crimen organizado; objetos que tras su origen delictivo vuelven reconfigurados al paisaje social. Y son las subastas públicas organizadas por el gobierno el puente oficial de este restablecimiento. Una estructuraeconómica lícita que funciona a partir de lo ilícito.
Del inventario de estas subastas, Jonathan Hernández (Cd. de México, 1972) construyó el contenido del proyecto “Extinción de dominio”. Una serie de esculturas e instalaciones cuya materia prima son objetos que hicieron este tránsito de lo ilegal a lo legal. Son piezas que el artista adquirió durante dos años en subastas públicas. Bienes con la clasificación “asegurados” que remite a su significado criminal: un lote de mangos de cuchillos vinculados a delitos, un llavero de oro con incrustaciones de diamante, conjunto de navajas, metros de manguera de plástico que se usaron en la frontera de Ciudad Juárez para el tráfico ilegal.
No se trata de un catálogo de herramientas usadas por criminales, que sin duda despierta morbo en el público, ataja Hernández. Sino de un inventario reconfigurado.
Materia prima que sirve al arte contemporáneo para generar cuestionamientos sobre el estado de descomposición social del país. Detonar, señala el artista, reflexiones sobre una posible recomposición: “Es reconocernos en ese inventario para intentar ver qué posibilidades de futuro tenemos”, apunta quien desplegó las piezas en la galería Kurimanzutto, en su tercera exposición individual en este espacio.
A partir de una curiosidad por la estructura y dinámica de las subastas públicas, Hernández investiga cómo funcionan estas ventas: quiénes acuden, qué se vende, su historia y su precio. Entonces se pregunta sobre la división difusa entre lo legal y lo ilegal en la economía mundial, sobre la asimilación cotidiana de lo ilícito, qué significan los paraísos fiscales, y su repercusión en habitantes comunes.
Las piezas, que funcionan también como una escenificación de la realidad, son una metáfora de la asimilación tan cotidiana y familiar que hace la sociedad del entorno criminal.
“Sabemos que suceden cosas y al mismo tiempo se asimilan y se articulan tal que se convierte en un hecho de esencialmente aceptable. Ese es uno de los detonadores de reflexión que plantea la exposición, cómo se acepta algo que en principio es ilegal, cómo es ese camino de lo ilegal”.
MIRAR SIN CRUZAR
Un cubo de madera de grandes dimensiones obstaculiza la entrada general de la galería.
Dificulta mirar adentro de sí mismo, pero a la vez deja ver a través. Es una suerte de caja que materializa lo invisible hecho visible. “Uno puede ver hacia adentro, y hace una parte visible pero otra invisible porque no se puede mirar qué hay abajo, uno puede atravesar con la mirada pero no sabe si hay algo adentro. Es una metáfora de este proceso de asimilación del crimen”.
Este mismo ejercicio de visibilidad se logra en un mapa del país. Al mirar de cerca sobre uno de los muros de la sala, se apreciará el contorno de la República hecho con un cúter, pero al alejarse el trazo desaparece. Queda el vacío, la inexistencia, lo invisible. La pieza lleva el título “Resiliencia”: “Algo que está entre la resistencia y la regeneración, y eso me interesa mucho cómo a partir del reconocimiento de esta degradación y descomposición también se puede pensar en una posible regeneración”, refiere quien ha expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de Detroit, La Caja Negra en Madrid, la Fundación Cartier por el arte contemporáneo en París y la Bienal de Arte Contemporáneo de Moscú.
De las piezas, Hernández destaca un móvil construido con el astil de una navaja que cuelga de un llavero de oro.
También una serie de mangos de cuchillos incrustados en línea. Así es como los objetos pierden su función criminal, y su significado violento se transforma en uno estético.
Hernández se dice un eslabón más de esta cadena social. Se asume como un consumidor de información, como un dispositivo más del mecanismo económico y político. Entonces su investigación surge dentro. No a manera de testigo ni desde una observación ajena, sino desde el interior de esa estructura. Así lo hizo con proyectos previos como “Desastre Natural” en colaboración en 2014 con el artista colombiano Alberto Baraya donde refiere a la posesión de especies exóticas como símbolo de poder; también en 2010 “Naturaleza muerta”, un análisis de las contradicciones de la identidad nacional.
UN LIBRO DE ENCABEZADOS Y DESCABEZADOS
La descomposición del país es el detonante de la mayoría de los proyectos artísticos de Jonathan Hernández. Lo mismo se apropia de objetos que de imágenes para asignarles nueva significación. Y ahora lo hace con los titulares de la prensa nacional. Frases breves que retratan un momento caótico de la historia local: el 2014.
El proyecto se llama Descabezados. Un collage de encabezados de periódicos que Hernández seleccionó durante un año. Titulares que por su relación al crimen, por su posible doble sentido o por ser genuinas paradojas de la realidad se conjuntan como si de piezas de rompecabezas se trataran.
El proyecto derivó en un libro editado por RM, y del total de collages, 52 integran la exposición Extinción de dominio.
La operación, explica Hernández, fue comprar durante un año una decena de periódicos aleatorios y seleccionar encabezados a partir de su afinidad o sintonía; seleccionaba también una imagen representativa que hace de separador entre los collages. Conjunto de ideas que al leer dan sentido a la descomposición social.