El recinto de la capital mexicana exhibe, en una sala remodelada, 14 obras que forman parte del único acervo del periodo gótico que existe en el país
LUIS CARLOS SÁNCHEZ. EXCÉLSIOR
Retablo de la Encarnación, pintado por Pere Espallargues en 1465. Fotos: Elizabeth Velázquez
CIUDAD DE MÉXICO.
En 1973, el Retablo de la Encarnación, que el pintor gótico español Pere Espallargues (ca. 1425-1495) hizo en 1465, fue donado al INBA. La obra hecha con óleo al temple sobre tabla había pertenecido a la Colección Nicólas González Jáuregui —el mismo que trajo a México la Capilla Gótica que se conserva en el Centro Cultural Helénico—, pero la desventura del millonario acabó provocando que la pieza fuera trasladada, primero al acervo del Monte de Piedad y después al de la Secretaría de Hacienda.
Junto con otras 13 piezas, el majestuoso retablo forma parte de la única colección de arte gótico que existe en México. Bajo resguardo del Museo Nacional de San Carlos, todo el conjunto se exhibe en un nuevo ambiente: todas las piezas fueron sacadas de las arcaicas cajas en las que se mantuvieron durante 48 años, desde la fundación del espacio en 1968, para ser colocadas en vitrinas individuales, con iluminación especial, que permite apreciarlas en todo su esplendor por primera vez.
Una sensación casi monacal ha querido ser imitada al momento de que el espectador se interna en la Sala Gótica, la primera de toda la exposición permanente del museo. Las vitrinas conforman un conjunto, equipado internamente, elaborado con paneles morados y con iluminación precisa, que sólo apunta a las obras para exhaltar los dorados y las texturas que caracterizan el arte del medievo.
Cuando llegué al museo —explica su directora, Carmen Gaitán— hice una revisión exhaustiva. Una de las primeras salas que pensé que había que modificar era la de Gótico, porque es el comienzo del recorrido hacia las salas permanentes y, sobre todo, porque en México no existe una colección de arte gótico de la calidad, de la factura, de la representatividad que tiene está colección de San Carlos”.
Un primer intento de renovación fracasó. Con autorización de especialistas, las piezas fueron sacadas de las vitrinas individuales de madera que las conservaron por años y fueron colacadas en las vitrinas, pero, recuerda la funcionaria, “se veía horrible, no se distinguía nada”. Ante el escaso presupuesto, la solución llegó de la iniciativa privada: la firma Construlita le donó al museo el sistema de iluminación que permite ahora admirar con detalle cada pieza.
Ellos nos regalaron todo el proyecto interno; arriba hay una especie de sándwich que permite la ventilación para que nunca haya la posibilidad de un cortocircuito, todo está pensado para que sean luces frías, sólo se ve una parte de las luces, circula el aire y nunca se concentra el calor en las vitrinas. Queríamos que el visitante pudiera sentir la atmósfera mística que se siente, por ejemplo, en una iglesia, pero sin que fuera tampoco muy oscuro. Queríamos que fuera dramático, pero que hubiera circulación”.
Además del valioso retablo, la Sala Gótica exhibe La Natividad de Emanuel Tzane (1610-(¿?)1690); La Cruxificción (1575) de Marcellus Coffermans; un San Lucas y San Mateo (siglo XV) de Juan de Peralta y la tabla San Jorge y el dragón, El camino de Damasco, El Varón de Dolores (primera mitad del XV) de Jaume Goncalbo; pero quizás la obra más preciada es La adoración de los Reyes Magos, de Pedro Berruguete, donada en 1934 por la Secretaría de Hacienda y una obra que jamás sale del museo.
Gaitán dice que la remodelación de la sala de arte medieval forma parte de un proyecto mayor para darle nueva cara a todas las salas del museo antes de que concluya la actual administración. “La idea es dejar las ocho salas absolutamente remodeladas para cuando dejemos el museo en 2018, esa es la idea, que el público quede con una información amable y muy fiable, pero sobre todo que se le dé la contundencia necesaria a cada estilo, que la gente pueda salir entendiendo cada uno de los periodos. Ya tenemos la sala del Renacimiento y del Manierismo, nos falta toda la parte de Europa norte”. El museo también cambiará de cara interna el próximo año. Carmen Gaitán adelanta que el INAH y el INBA, determinaron el color original que tuvo el edificio diseñado por Manuel Tolsá: “es como un color durazno y será pintado el próximo año”.