Excélsior
El fotógrafo mexicano Carlos cazalis publica un fotolibro en el que registró algunas presentaciones internacionales del torero José tomás
CIUDAD DE MÉXICO.
Cuando Carlos Cazalis (Ciudad de México, 1969) supo la respuesta que José Tomás dio en Sevilla, camino a la enfermería, al periodista taurino Joaquín Vidal, comenzó a conocer más al matador. Era la tercera ocasión que el torero salía por la Puerta del Príncipe, sólo que esta vez no iba en hombros; el toro le había asestado una cornada y él declaraba que era justo que el animal le quitase sangre. Después de todo, había matado otros toros en el ruedo y muchos le habían dado triunfo.
Cazalis, premio World Press Photo 2009, comenzó a jugar con la idea de trabajar en torno a José Tomás en 2001, cuando quiso hacer un documental. Su historia personal está íntimamente ligada a los toros: su madre nació en Madrid y su padre en Aguascalientes, el bastión taurino mexicano; su abuelo fue empresario de la Plaza de Toros Monumental de Aguascalientes durante más de 30 años y hermano de Alfonso Ramírez El Calesero. Tenía contactos con Pepe Chafik, quien de alguna manera apadrinó al diestro madrileño cuando se inició como novillero.
“Tenía esa cultura de los toros, pero no la entendía bien”, dice el fotógrafo en entrevista. Cazalis se había ido de México muy pequeño, pero regresaba siempre. A partir de 1994 se estableció nuevamente aquí y del 96 al 99 hizo fotografía de toros en la Plaza México para la France Press. “Ahí aprendí a fotografiar toros”, dice. A Tomás lo había conocido toreando en 1996 y casi desde el principio se volvió su “ejemplo mayor” por lo que demostraba en el ruedo.
“Él empieza a cruzar las líneas rojas donde la mayoría de los toreros no se atreven a pisar y lo hace como todo torero, consciente de que si tú te pones en cierto lugar, el toro te va a pegar, pero él decide probar: ¿cuántas veces me va pegar y cuántas no? A mí me pareció eso un reto a la muerte, pero también una manera de expresar algo: ¿cómo puede uno vivir con plenitud?”. De aquella ambivalencia entre vida y muerte, Cazalis decidió iniciar uno de sus principales y más ambiciosos proyectos fotográficos.
Con paciencia siguió los movimientos de José Tomás en el ruedo. El matador, conocido por su resistencia a las cámaras y los micrófonos le autorizó a través de su apoderado fotografiar sus corridas desde 2007 a 2009. Después, sin ninguna excusa, le retiró el permiso y nuevamente le autorizó usar su cámara entre 2011 y 2012. El resultado fueron miles de fotografías en las plazas de la Ciudad de México y Aguascalientes; de Nimes y Bayona, en Francia; y de Huelva, Alicante, Valencia, Gijón y Barcelona, en España.
De todas esas imágenes, Cazalis publica el fotolibro Sangre de reyes, editado por RM y que se presenta mañana en la Ciudad de México. Se trata de un total de 77 imágenes y 200 páginas que se ordenan junto con los textos de Richard Wright, José Cueli, Jacques Durand y una conversación, en una suerte de epílogo, entre el propio Cazalis y el periodista estadunidense John Lee Anderson.
TORERO SERENO
Con sus imágenes, Cazalis quería expresar lo que sentía con el toreo y al mismo tiempo, esa atracción que despiertan las corridas por la muerte. Su trabajo partió de una tesis principal basada en La negación de la muerte, del filósofo Ernest Becker, según la cual la humanidad se organiza en sociedad para negar su mortalidad creando símbolos que le permiten asirse a la vida y olvidar su finitud. En los toros, el fotógrafo encontró también una forma de escape a esa constante idea de la muerte.
“Creo que muchos vamos a los toros o el público va a los toros con la idea de saber que la posibilidad de ver a alguien morir existe y simplemente porque es una proyección de negar nuestra propia muerte. Otorgo la muerte del hijo pródigo para que yo pueda seguir viviendo, es una especie de engaño inmortal”, dice. El torero, piensa, es una especie de guerrero que nos regresa a lo salvaje y nos recuerda que la vida no es tan cómoda como el mundo quiere vestirla para negar, otra vez, la muerte.
Y en medio de ese regreso a lo salvaje que es el ruedo, aparece la figura de José Tomás, un hombre que a fuerza de estudiarlo en cada uno de sus movimientos, Cazalis define como sereno. “La gente critica mucho a José Tomás y creo que lo critica precisamente porque guarda tanto silencio sobre lo que hace, algo que no hacía antes; quizás es una estrategia de marketing y le funcionó bien, pero cuando yo estaba con él, en el patio de cuadrillas tratando de hacer los retratos, lo que me movía es la serenidad que mostraba”.
El fotógrafo dice que, a diferencia de otros matadores, Tomás es calmado. “Siempre lo veía como en un estado de meditación que luego veía reflejado en la plaza. Cuando lo veía torear me transmitía angustia pero la mayoría de las veces muchísima paz, tranquilidad”. Una de las imágenes que más le gusta a Cazalis de todas que ha tomado al diestro, es una cuando aparece tirado frente al toro. Ahí el héroe parece vencido.
Cazalis no estuvo presente en la corrida de Aguscalientes que casi le cuesta la vida al español, pero está seguro de que José Tomás es otro desde entonces. “Ha sido golpeado muchísimo. En las corridas de 2011, el muslo donde lo cogió el toro es mucho más delgado e inclusive se paraba con el compas abierto, la gente decía que era porque estaba innovando pero yo creo que más bien tenía que apoyarse con las dos piernas, porque con las dos juntas no lo iba a hacer”.
“Lo vi en verano en Valladolid y con un toro lo vi hacer cosas que no había visto desde 2012, pero con otro toro lo vi con un paso atrás; creo que es lo más normal, se formó un mito y él contribuyó. Todos los héroes se hacen”, dice. ¿Pero ha llegado la caída de este héroe?, se le pregunta. “Habrá un momento en el que sí, quizás pasará como esos toreros que se quieren ir y luego no pueden, inclusive llegué a oír a un amigo que perdió la oportunidad de morir en la plaza, ahora ya no lo puede hacer porque ya no arriesga tanto. No es que él quisiera eso, pero estaba dispuesto a eso”.