Ana Ma. Velasco L., Samuel L. Villela F.
El amaranto en el México prehispánico fue una de las principales plantas alimenticias empleadas tanto en el sustento diario como en la vida ritual. No hace mucho, el mundo lo descubrió y se admiró de su gran valor nutricional y ha sido fomentado como una alternativa contra el hambre. Llamado huauhtli en náhuatl, ahparie en purépecha, tez o xtes en maya, wa’ve para los wixáricas o guegui en rarámuri, es una planta que ha sido utilizada por múltiples generaciones de los pueblos originarios. Como verdura tiene propiedades alimenticias parecidas a la espinaca y su semilla, clasificada como pseudocereal, al igual que la quinua andina, es rica en proteínas de alta calidad, sobre todo por su abundancia en lisina, aminoácido que es escaso en otros cereales. Es una valiosa planta que Mesoamérica y el mundo andino dieron a conocer a la humanidad.
En este número de Arqueología Mexicana, Emily McClung da cuenta de las evidencias arqueológicas del uso y consumo del amaranto en Mesoamérica, desde las excavaciones de Richard MacNeish en el valle de Tehuacán, Puebla, que condujeron a proponer este sitio como uno de los lugares de domesticación del maíz, hacia 7 000 a.C. Si bien, como ella afirma, las excavaciones no permiten afirmar que también ahí se domesticó el amaranto, es significativo haber encontrado evidencias conjuntas de ambas semillas.
Aurora Montúfar refiere el uso ceremonial del amaranto en los ritos agrícolas que se practicaban en el Templo Mayor. El hecho de que con amaranto se elaboraran imágenes de diversas deidades constituye un dato importante para entender el papel que la masa de tzoalli desempeñó en el ceremonial del recinto de los mexicas y, a su vez, entender su uso ritual hasta nuestros días.
Ana Ma. Velasco aborda la importancia ritual del amaranto en diversas ceremonias; describe cómo las imágenes de los dioses fueron materializadas al usar el tzoalli para formar sus cuerpos que, fragmentados por medio de una teofagia, eran comidos por los fieles con diferentes propósitos. Asimismo, aborda las variedades de amarantos y quenopodios que se clasificaron de manera conjunta en el mundo prehispánico, y fueron utilizados como verdura y como semilla en la dieta prehispánica.
En sus respectivos artículos, Cristina Mapes y Francisco Basurto, Luis Alberto Vargas y María de la Luz del Valle Berrocal, y Eduardo Espitia, ofrecen un amplio panorama sobre la distribución de la planta en México, lo que se debe a su raigambre en la cultura campesina. Se aborda el tratamiento biológico-nutricional sobre el consumo actual de la planta y a veces específicamente de la semilla, así como sus propiedades agronómicas, usos culinarios y formas de consumo.
Velasco L., Ana Ma., Samuel L. Villela F., “El Amaranto”, Arqueología Mexicana núm. 138, pp. 21.
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