María del Pilar Montes de Oca Sicilia. Algarabía
Sea cual sea su origen el hecho es que «naco» se relaciona inmediatamente con la idea de los españoles de considerar a los indígenas inferiores.
El drae, en una de sus acepciones, define naco como sinónimo de «indio» o «indígena»; por su parte el dem —Diccionario del Español de México— lo registra como «que es ignorante, torpe o carece de educación. Que es de mal gusto o sin clase» y, por su parte, el Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua, agrega: «persona de bajos recursos, despreciada por su estrato sociocultural bajo».
Sobre el origen de esta palabra, no se ha llegado a ningún acuerdo: según Francisco J. Santamaría, naco viene del otomí —cuñado—; en su Diccionario de mejicanismos, agrega que: «En Tlaxcala, se refiere a un indio de calzones blancos» y «en Guerrero llaman así a los indígenas nativos del estado y, por extensión, al torpe, ignorante e iletrado».
También, según Guido Gómez de Silva, se trata posiblemente de una derivación de totonaco, es decir del grupo étnico de Veracruz.
s36-ideas-polloPor otro lado, el Diccionario del náhuatl del español de México lo considera un nahuatlismo, utilizado despectivamente para referirse a las «personas ignorantes, vulgares o discriminadas por su condición social y económica inferior, atribuyendo su origen a la palabra chinacate: “persona desarrapada o que muestra las carnes por lo raído de sus ropas”, del náhuatl xinácatl —desnudo— que se usaba en tiempos precolombinos para describir a los pollos que nacían sin plumas».
Sea cual sea su origen el hecho es que «naco» se relaciona inmediatamente con la idea de los españoles de considerar a los indígenas inferiores en todos los sentidos. Ya desde la época de la colonia, las castas —que establecerían el sistema social y de pigmentocracia de la Nueva España y luego del México independiente— hacían gala de esta idea preconcebida de considerar una raza, una etnia o una cultura, y hasta una lengua, inferior a otra —desde la nominación misma: saltapatrás, indio, lobo, notentiendo, tenteenelaire, etcétera— y de establecer que quien había nacido en la Península era automáticamente, y sólo por ese hecho, superior a los nacidos en tierras americanas.
Esto parece sólo parte de la historia, pero no lo es tanto, ya que —seamos sinceros, a decir verdad y con todo y la conapred encima— los mexicanos solemos discriminarnos unos a otros —que si porque es morenito, si porque es muy aindiado, que si porque tiene gustos ordinarios, que si porque no tiene coche, que si porque habla mal.
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Es un hecho que todos tendemos a despreciar a otros por su origen étnico, o porque no tiene un nivel socioeconómico como el nuestro, o simplemente porque no se comporta o come, o se viste como nosotros; o peor aún, cuando no habla como nosotros —cuántos programas de tv hacen mofa de la forma de hablar de otros estratos socioculturales, imitándolos de mala manera.
Y cuántas tertulianas radiofónicas no se burlan hasta el cansancio, diciendo que tal o cual palabra: cabello, pantaleta o bilé, por mencionar algunas, «son naquísimas».
La idea del uso de la palabra «naco» es sin duda despectiva, es peyorativa e insultante en cualquier contexto, quizás sólo podría salvarse si se alude que alguien es naco porque es prepotente, o corrupto, o porque roba, o hace cochupos o se pasa de lanza, o usa guaruras, no sé... en ese sentido de alguien que tiene a costa de los demás y que en su alarde de tener pueda sernos agresivo. «Un narco es un naco con r», o algo así. Solamente en ese contexto podría yo emplear esta palabra.
En todos los demás contextos decirle a alguien «naco» es insultarlo e insultarnos a nosotros mismos, cuando decimos que las lentejuelas de alguien son nacas, los nacos estamos siendo nosotros, porque seguramente alguien más podría decir que nuestras corbatas o zapatos o anteojos también lo son y pues ni cómo defendernos.