La neuroplasticidad o plasticidad cerebral, es un neologismo y un término global que describe el cambio constante del cerebro durante toda la vida de un individuo.
Ahis, achis, ¿cómo que cerebro de plástico? ¿Acaso se puede estirar o meter al microondas? Oiga, relájese, no se lo tome tan literal. Pero en efecto, investigaciones de los últimos 50 años en los distintos campos de la neurociencia —estudio de la estructura, función, desarrollo bioquímico, farmacología y patología del sistema nervioso [sic]— han descubierto capacidades y habilidades plásticas que nuestro poderosísimo órgano rector posee para «repararse o resetearse» [resic]. En el siglo xvi el genial Galileo —obvio— comparó al cosmos y la naturaleza con un reloj cósmico, donde los cuerpos celestes servían de explicación individual a las cosas vivas desde un punto de vista mecánico. Por ende, veía al universo como una máquina gigante y no como un súper organismo; precisamente esto acuñaron los neurólogos de la época al cerebro humano: una máquina cableada con funciones especializadas en distintas locaciones por área y para siempre inalterado. ¡Hermenegildo! La neuroplasticidad o plasticidad cerebral, es un neologismo y un término global que describe el cambio constante del cerebro durante toda la vida de un individuo.
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Esta definición contrasta con la idea arraigada de que después del periodo crítico,1 supuestamente, en la adultez, el cerebro permanece prácticamente «estático», sin cambio alguno. La plasticidad del comportamiento fue «descrita» por primera vez en 1890 por William James en su libro Los principios de la fisiología —aunque el término neuroplasticidad al parecer fue acuñado por el neurocientífico polaco Jerzy Konorsky—. Lo cierto es que la idea de que el cerebro no estaba eternamente cableado de la misma manera fue propuesta por James —y como de costumbre, en su momento fue desdeñada. Retomando la «anatomía básica», recordemos que el sistema nervioso se divide en central [snc] —el encéfalo y la médula espinal— y en periférico [snp] —los nervios—. Las estructuras que componen al encéfalo son el cerebro, el tallo encefálico y el cerebelo, donde el propio cerebro se subdivide en dos hemisferios, en cuatro lóbulos y en el cuerpo calloso —ahí adentrito—. Para no marearlo con más subestructuras —por ahora—, digamos que básicamente el cerebro nos controla consciente e inconscientemente.
Ahora bien, ¿cómo y cuándo es que uno experimenta la neuroplasticidad? Muy sencillo, cuando usted realiza una actividad física o mental con regularidad —como practicar un deporte, tocar un instrumento musical, escribir o resolver problemas matemáticos—; a su cerebro cada vez le resultará más sencillo realizar dicha acción hasta llegar al perfeccionamiento. Esto lo podemos ver, literalmente, gracias al mapeo cerebral² ya que dependiendo de lo que hagamos físicamente o lo que pensemos, ciertas regiones se activarán.
Let’s get physical
¿Qué mexicano que se respete no se atasca de uvas al compás de las campanas de Año Nuevo? Pues los racimos de las uvas que nos tragamos son un muy buen ejemplo de cómo son las estructuras de las neuronas. Esos miles de «racimos neuronales» están acomodados y distribuidos por todo el cerebro donde, a modo de vecindad, se ubican los «racimos» de las extremidades, los de la cara, de los órganos, etcétera. Ahora supongamos que usted lleva dos semanas de haber empezado a tocar la guitarra y luego se va a que le hagan un mapeo cerebral. Durante el mapeo le piden que toque algunos acordes; al finalizar le mostrarán con imágenes que en su lóbulo frontal se activaron ciertas regiones, digamos que una por cada dedo. Después de un año de práctica asidua, vuelve a hacerse un mapeo y le vuelven a pedir que toque mientras lo analizan. Al ver las imágenes se percatará de que ahora solamente se activaron tres o dos regiones. Tranquilícese, no es señal de haberse vuelto estúpido, sino que su cerebro simplificó la tarea.
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Uno de los pioneros en cuanto a comprobar esta plasticidad del cerebro fue el neurocientífico Michael Merzenich. Uno de sus experimentos más reveladores fue cuando cartografió las sensaciones de la mano de un mono; antes planteó la hipótesis de que el mapeo cerebral se vería afectado al cortar uno de los tres nervios de la mano —el radial, el mediano o el cubital—.