Pagó la mayoría de materiales empleados para crear los 14 lienzos
Fue una locura, comparte el artista e inventor con La Jornada
Foto
Es muy difícil copiar; hice lo que propuso Miguel Ángel, nada inventé: las bolitas, las conchitas, cada cosa que se ve aquí es porque está en la pintura original, explicó don Miguel a La Jornada Foto Yazmín Ortega Cortés
Foto
El maestro tiene previsto subir de nuevo y por última vez a la bóveda de la parroquia para pegar los cuatro lienzos que ya están listos; sólo espera juntar el dinero necesario para alquilar los andamiosFoto Mónica Mateos
Mónica Mateos-Vega
Periódico La Jornada
En pleno corazón de la colonia Moctezuma, en la delegación Venustiano Carranza, la bóveda de la parroquia del Perpetuo Socorro luce majestuosa. Al fin, luego de 17 años y medio, don Miguel Macías, vecino de la zona, terminó de pintar una réplica de la Capilla Sixtina.
Fue una locura, pero ya está, dice el maestro, como lo llaman los feligreses y la veintena de jóvenes que en el transcurso de casi dos décadas, sobre todo al final, lo ayudaron a concluir el proyecto que, literalmente, le costó sangre, sudor y lágrimas.
Pero don Miguel, de 73 años, no se considera artista, mucho menos pintor. Se describe como diseñador gráfico, cocinero, inventor y escritor, a quien un día de 2001, por casualidad, luego de un viaje a Europa que prácticamente le regalaron y al visitar el Vaticano, debajo del impresionante fresco renacentista, se le ocurrió copiar esa magna obra, en tamaño natural, con la finalidad de dejarla para siempre plasmada en el techo de la iglesia de su barrio.
La Capilla Sixtina de la Moctezuma, como ya se le conoce, es también un obsequio permanente para la Ciudad de México.
Macías pagó de su bolsillo la gran mayoría del material utilizado para completar 14 lienzos que integran la pintura de 45 metros cuadrados, hecha en acrílico. A veces lo apoyaron los fieles de la parroquia, pero casi siempre tuvo que pedir préstamos con cargo a su percepción de jubilado.
Hablar de cifras, no le gusta. Sin embargo, cuenta con un dejo de ironía que recibió la bendición y palmaditas en el hombro del cardenal Norberto Rivera Carrera, ex arzobispo primado de México. También tuvo el breve interés de las autoridades del Gobierno de la Ciudad de México (CDMX) que alguna vez le prestaron un elevador hidráulico para colocar los lienzos en el techo.
Los párrocos del templo le permitieron instalar un estudio en la azotea del inmueble: una grande y calurosa carpa donde podía extender los lienzos, guardar las herramientas de trabajo y pintar sin ser molestado durante las luminosas horas del día.
Varias veces don Miguel se cayó de sus improvisados andamios y escaleras, pero se me quitaba el dolor por las ganas y el coraje de seguir; nunca tuve fracturas, narra en entrevista con La Jornada.
En otras ocasiones se le pasaba la hora de la comida, embebido en colorear las figuras monumentales, y estuvo a punto de no vivir para contarlo cuando en la soledad del taller le dio un fuerte dolor de apendicitis que requirió cirugía, pero “el primer sacerdote que me permitió pintar en la parroquia me dijo: ‘tú no te puedes morir hasta que la termines’, y me la creí”, explica don Miguel con satisfacción.
Hace dos años, el maestro contó a este diario las vicisitudes para pintar a mano, centímetro a centímetro, su capilla, que entonces llevaba un poco más de la mitad (La Jornada, 22/1/16). Calculaba que le faltaban tres años, pero con el favor de Dios, dice, el tiempo se redujo.
Será durante Semana Santa cuando don Miguel se suba de nuevo y por última vez a la bóveda de la parroquia para pegar los cuatro lienzos que están ya listos, a la espera de juntar el dinero necesario para alquilar los andamios. En esas telas aparece, por ejemplo, la Sibila de Delfos, una de las figuras más grandes del conjunto de personajes de la Capilla Sixtina.
Los recientes años, y luego de difundirse su labor, muchos medios de comunicación extranjeros llegaron a conocer la obra que, insiste don Miguel, “es de Dios, no mía; yo sólo hice lo que debía. Es muy difícil copiar, hice lo que propuso Miguel Ángel, nada inventé: las bolitas, las conchitas, cada cosa que se ve aquí es porque está en la pintura original.
Muchas personas me han dicho que con lo que gasté mejor hubiera estudiado otra carrera o hubiera ido a viajar, pero es una gran satisfacción la que siento hoy, porque es un compromiso que hice con el gran jefe de allá arriba, y señala hacia el cielo.
Por supuesto, continúa Macías, su devoción al pintar horas y horas la hermosa iconografía renacentista no estuvo exenta de momentos inquietantes.
“Al principio, veía sombras pasar atrás de mí, siluetas de monjes. Después descubrí que eran apariciones flojas, porque un día les dije: ‘no me quieran asustar, mejor ayúdenme a pintar’, y ya no aparecieron”, explica entre carcajadas.
Recuerda que en 2016, cuando el Gobierno de la CDMX y la Secretaría de Cultura federal apoyaron la instalación de una réplica de la Capilla Sixtina en la explanada del Monumento a la Revolución, iniciativa del empresario Antonio Berumen, hecha con fotografías, no me interesó ir, pues para ver fotos, aquí tengo muchísimas, libros que compré con mi dinero y he estudiado mucho.
También narra que cuando comenzó su proyecto algunos vecinos lo cuestionaron por pintar cuerpos desnudos dentro de la iglesia, “pero les respondía: ‘a mí no me pregunten, díganle al Papa que tiene los originales, igualitos, en Roma’.
Se sorprendían las personas porque no conocían que esa obra existía. Ahora ya se acostumbraron, les gusta, la presumen, traen familiares a verla, y a cada rato me preguntan que cuándo la termino.
Después de casi 18 años ya está, para los que no podemos ir a Roma. Aquí podrán ver la Capilla Sixtina, un pedacito, porque allá están pintadas las paredes, aquí es sólo la bóveda, pero en tamaño original y con lo mismo.
–¿Qué va a hacer ahora que ya no estará pintando de tiempo completo, don Miguel?
–¡Uy, tantas cosas! Escribo. Suspendí estos años mi escritura de cuentos cortos, tipo Juan Rulfo. Así que lo retomaré. Cuando leí a Rulfo pensé: también puedo hacer historias de media cuartilla, o menos, a eso me dedicaré. También seguiré pintando, lo mío y quizá otras copias.
Además, me gusta inventar. Tengo un reconocimiento que me dio el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) que ni el presidente de la República tiene, pues les presenté un invento para combatir la contaminación; les mandé los planos del proyecto, me respondieron con una carta y me enviaron una corbata muy bonita.
La parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ubica en Plaza Aviación 74, colonia Moctezuma Primera Sección, delegación Venustiano Carranza.