María del Pilar Montes de Oca Sicilia. Algarabía
Se sabe que somos distintos y por lo tanto hablamos distinto, en forma y en fondo, pero ¿qué tanto?
Que si las mujeres hablamos como tarabilla, que si somos de Venus y los hombres de Marte; que si interrumpimos; que si los zorros son toda cola y las mujeres toda lengua; que si los hombres alburean más, que si usan más malas palabras, bla bla bla, yada yada yada.
Dentro de nuestra cultura hay muchas creencias y preconcepciones de cómo los hombres y las mujeres debemos comportarnos y muchas de éstas tienen que ver en la manera en que hablamos, sobre todo en el caso de las mujeres, ya que el habla masculina —en la mayoría de los casos y las tradiciones— ha sido considerada como la norma.
Se han aseverado muchas cosas del habla femenina, que si es más refinada, usa menos «malas palabras», es menos asertiva, menos creativa, que si usa más muletillas, etcétera. Pero ¿cuáles de estos supuestos han podido ser comprobados por los lingüistas?
El esquema Lakoff
En los últimos años del siglo xx hubo un gran interés por este tema, las diferencias culturales y cerebrales de los hombres
y las mujeres, nuestras grandes batallas, la imposibilidad de comunicarnos.
Quizás fue la lingüista Robin Lakoff la pionera de estos estudios, —surgida de la generación boomer y gratamente influenciada por la Revolución Sexual de los años 60—, al llevar a cabo la primera investigación académica sobre el habla femenina que publicaría en el libro Language and women’s place —El lenguaje y el lugar de la mujer— (1975), en la que proponía ver el habla de las mujeres como diferente y no como deficiente o anormal.
A partir de ahí los estudios se han extendido en diversos ámbitos, hay muchos, de diferente índole y con distintos propósitos.
Se ha estudiado cómo la forma de hablar de mujeres y hombres impacta en la comunicación entre ambos, el momento del habla, quién interrumpe más, quién es interrumpido con mayor frecuencia, qué tipo de formas gramaticales usamos unos y otros, quién tiene más vocabulario, quién expresa mejor las emociones, y por qué muchas veces no podemos entendernos.
En 1975, Lakoff aseveraba que el habla de las mujeres se caracterizaba por:
Un mayor léxico para referirse a colores: tipo magenta, malva, marrasquino, camel, etcétera.
Uso de adjetivos vacíos como divino, precioso, mono, lindo, bonito, etcétera.
Uso de preguntas después de una afirmación: «Te llamas maría, ¿verdad?».
Mucho uso de intensificadores como increíble, padrísimo, muchísimo, etcétera.
Gramática y formas más pulidas.
Habla más amable, políticamente correcta y gentil: «¿No
le molestaría darme un cigarrito?».
Mayor uso de preguntas: «¿Por qué?», «¿me explicas?»,
«¿cuándo?».
40 años después
Ahora bien, 40 años después de este primer acercamiento de Lakoff, ¿seguimos las mujeres hablando así?
La respuesta es sí y no. Es decir, han sido muchos los cambios que las mujeres como género han experimentado en los últimos años; mayores alternativas laborales, inclusión en ámbitos económicos y políticos, y en sectores donde antes no participaban que obviamente han impactado en su lenguaje.
Sin embargo, sigue habiendo diferencias bioquímicas, cerebrales, hormonales y culturales, que nos separan y nos hacen hablar distinto a ambos.
Chismes y chistes
Por otro lado, en otros estudios que se han realizado dentro de la familia, las mujeres suelen ser más expresivas y más entendedoras, mientras que los hombres son más resolutivos y tratan de resolver los conflictos más en corto.
A la hora de arreglar problemas se sabe que las mujeres buscan más comprensión; por su parte, los hombres se evaden con mayor facilidad.
En los chistes, los hombres se pintan solos, son más decididos a exponer bromas, chistes, humor, malas palabras y dobles sentidos.
En este tenor, en México, los hombres usan muchísimo más el albur que las mujeres; de hecho, el albur se considera una forma de relación hombre a hombre en donde se demuestra el poder y la sumisión sexual a través del juego de palabras.
La cultura —no sólo en México, sino en el mundo— juega un papel importante en permitir que las mujeres digan palabras que se consideran altisonantes o expresen su humor, sobre todo si éste es sexual o escatológico.
A los hombres la testosterona los hace buscar los retos, a las mujeres la oxitocina las empuja a buscar conexión y cercanía.
Por eso muchas veces hay problemas de comunicación...
Las diferencias fundamentales entre el habla de cada uno de los sexos reflejarán la manera en que éstos conviven, piensan y se comportan en el mundo. Hay mucho más que decir al respecto.