Revista Arqueología Mexicana
En el siglo XVII los portugueses ostentaban gran poder económico en la ciudad de México, desde donde además, controlaban muchos aspectos de la vida económica del puerto de Veracruz y extendían su influencia a las principales ciudades, reales de minas y asentamientos de españoles en el Altiplano, las provincias internas del norte del territorio novohispano y las islas Filipinas. Se trataba de un grupo dinámico, bajo cuyo comercio se hacían los ingresos de esclavos en “cargazones” (más de 50 individuos) a los mercados de la Nueva España. Su ingreso y distribución desde el puerto supondría un mejor control de esta actividad, pero su contrabando mediante declaraciones individuales falsas (por ejemplo, declararlos al ingreso como sirvientes para después venderlos, entre otras muchas prácticas), fue una actividad cotidiana. De la misma manera, a raíz del establecimiento del “asiento” (contrato) con los ingleses (1713-1738), las autoridades aduaneras reportaron un buen número de ingresos de esclavos, y al mismo tiempo denunciaron el comercio de contrabando asociado, práctica que condujo a la cancelación del “asiento” por la vía de un conflicto internacional en el que salieron a relucir las armas. Es necesario apuntar que con el fin de controlar el comercio, el único puerto habilitado para recibir esclavos fue Veracruz, por donde ingresaron tanto los que provenían directamente de África como aquellos que eran adquiridos en las islas del Caribe (Jamaica, Barbados y posteriormente La Habana). Tiempo después, ya entrado el siglo XVIII, se abriría el puerto de Campeche a este comercio.
Los cálculos más conservadores dan una cifra de entre 250 000 y 300 000 esclavos introducidos a la Nueva España por Veracruz, procedentes de las costas del África occidental, entre 1570 y 1640, según el método mencionado. Tráfico, comercio e introducción que continuarían por el resto del periodo virreinal en cantidades menores y por medios de difícil cuantificación para los historiadores modernos, por lo que carecemos de cifras más precisas.
Conforme se establecía el orden colonial y los esclavos fueron adquiriendo su libertad por diversas vías (compra de la libertad, juicios civiles o religiosos, concesión graciosa por parte de los amos, etc.), el número de negros libres sobrepasó al de los esclavos. Los libertos fueron ocupando espacios rurales y urbanos y haciéndose de situaciones de privilegio que les permitieron a ellos y a sus descendientes formar, en esta región, el segundo grupo de población, sólo después de los “indios”, y desde finales del siglo XVI se consolidaron como segmento superior al de los “blancos”. En algunas regiones, como en el puerto de Veracruz y en las costas, se convirtieron en casi la única población y en muchas otras “se enseñorearon sobre los indios y lograron ser los principales portadores del ethos español en un mundo hostil y bajo conquista permanente”(García de León, 2011).
Tomado de Juan Manuel de la Serna y Herrera, “Negros, mulatos y pardos en la historia de Veracruz”, Arqueología Mexicana núm. 119, pp. 52-57.
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