Francisco Masse
Una tarde de 1980, mi hermano mayor llegó a casa con un LP que cierto amigo le había prestado. No tenía fotos o nombres en la portada. Sólo una superficie negra y un triángulo de aristas blancas atravesado por un haz de luz blanca que se descomponía en los colores del arco iris.
Una tarde de 1980, mi hermano mayor llegó a casa con un LP —es decir, un disco de vinil de 33 1/3 rpm— que cierto amigo le había prestado. No tenía fotos o nombres en la portada. Sólo una superficie negra y un triángulo de aristas blancas atravesado por un haz de luz blanca que se descomponía en los colores del arco iris. Pusimos el disco en la consola de mis abuelos. La aguja cayó en el pesado acetato, y brotó el sonido. Yo tenía 8 años, y un nuevo universo entró por mis oídos...
En 1963, Roger Waters —bajista—, quien había crecido en Cambridge, y Nick Mason —baterista—, nacido en Birmingham, pero avecindado en Londres, formaron varias bandas mientras estudiaban arquitectura en el Regent Street Polytechnic de Londres. En algunas de éstas se les unía el londinense Richard Wright —pianista y tecladista—, su compañero de escuela y, en 1964, Roger «Syd» Barrett, un viejo amigo de Roger Waters que había estudiado en el Cambridge College of Arts and Technology, y que alternaba la guitarra con David Gilmour, nativo de Cambridge, futuro miembro de Pink Floyd.
Syd cambió el nombre de la banda de The Tea Set por The Pink Floyd Sound —más tarde, Pink Floyd—, inspirado por los blueseros Pink Anderson y Floyd «Dipper Boy» Council, cuyos nombres vio en un disco de «Blind Boy» Fuller. «Empezamos como todo el mundo: tocando clásicos del rhythm’n’ blues; pero cuando Syd se nos unió, la dirección cambió...» —acotaría Rick Wright.1
Casi cincuenta años después de esa formación inicial, el álbum The Dark Side of the Moon (1973) ha vendido alrededor de 50 millones de copias —es el segundo más vendido de la historia, sólo detrás de Thriller (1982) de Michael Jackson—, se estima que al día de hoy PF ha vendido más de 200 millones de discos,2 y en últimas fechas, el Roger Waters The Wall Tour generó ingresos por 150 millones de dólares, sólo en 2011.3 Alguien podría, con justa razón, preguntar: ¿cómo es que unos ingleses que tocaban una música introspectiva, abstrusa y casi solemne, sin estribillos pegajosos como The Beatles, sin la rebeldía de The Rolling Stones, y sin un cantante de imagen flamboyante, se han mantenido en la cúspide de la fama por tanto tiempo?
Para tratar de contestar esta interrogante, ubiquémonos primero en el espacio y el tiempo. Aunque PF se formó en Londres, su gestación tuvo lugar unos 80 kilómetros al norte, en Cambridge, una ciudad excepcional por su afluencia y sofisticación, y dominada desde el siglo XIII por su prestigiosa universidad, cuyos estudiantes, empleados y catedráticos conforman la quinta parte de la población de la ciudad.4 Waters, Gilmour y Barrett fueron criados en el seno de familias de profesores y catedráticos de Cambridge; Mason y Wright, por su parte, provenían de familias londinenses que podríamos llamar «intelectuales». Así, los miembros de PF tuvieron una educación privilegiada, y esto se reflejaría en su música: refinada, cerebral, de tono culterano.
Cuando Pink Floyd emergió en la escena underground londinense, a mediados de los 60, Inglaterra había asimilado totalmente el rhythm’n’ blues y el rock&roll traídos de América, y había producido ya a dos de las bandas de rock más determinantes de todos los tiempos: The Beatles y The Rolling Stones. Entonces, el carismático liderazgo y la creatividad de Barrett fueron un factor de peso para que, en 1967, firmaran contrato con la EMI, y grabaran su álbum debut; sin embargo, al año siguiente, Barrett resultó ser demasiado excéntrico e impredecible para los intereses de PF —sí, underground y todo, pero se tomaban en serio las cosas—, y fue sustituido por David Gilmour. Muchos pensaron que, sin su genio creativo, PF estaba destinado al fracaso.
Ya sin la dominante presencia de Barrett, el «nuevo Pink Floyd» pudo experimentar y evolucionar de las alegres canciones psicodélicas de sus primeros álbumes a piezas musicales de mayor ambición, más largo aliento e interés experimental, propias del rock progresivo; de las atmósferas oníricas del space rock a la pomposidad del rock sinfónico; de baladas acústicas y bucólicas, a suites que se desarrollan a lo largo de todo un lado del LP, y de la música compuesta para el cine a las impresionantes interpretaciones en vivo.
Sigue leyendo sobre esta legendaria banda y sobre sus discos, giras y cronología en la versión impresa de Algarabía 94: Londres historia & vanguardia.
1 Informacion extraída de la app para iPhone This Day In Pink Floyd.
2 Fuente: Bloomberg.
3 «The Top 25 Concert Tours of 2011: Thr Year in Review», en The
Hollywood Reporter, publicado el 19 de diciembre de 2011.
4 Nicholas Schaffner, Saucerful of Secrets. The Pink Floyd Odyssey, Nueva
York: Delta Publishing, 1991.
Francisco Masse ha perdido la fe en Dios, en la Iglesia, en la vida después de la muerte, en el matrimonio, en el gobierno, en el arte, en el psicoanálisis, en las revoluciones, en la literatura, en las instituciones de crédito, en la vida extraterrestre, en la bondad humana y, muchas veces, hasta en sí mismo. Pero nunca, ni un solo momento, ha perdido la fe en Pink Floyd.