Hace más de mil 300 años, un grupo de casi 10 pintores trabajaron sobre la pared de 22 metros de largo que soporta el mural La Batalla, considerado uno de los "logros estéticos más impresionantes del mundo mesoamericano", localizado en la antigua ciudad prehispánica de Cacaxtla, en Tlaxcala.
Trece siglos después, las manos de esos artistas lograron ser identificadas gracias a un minucioso análisis comparativo realizado por la historiadora del arte Claudia Brittenham, investigadora de la Universidad de Chicago, quien mediante una observación detenida de la pintura in situ se dio a la tarea de comparar elementos claves de su composición: la forma de las caras, las manos, los pies, las plumas, los glifos y otros elementos que se repetían en el mural.
El objetivo, explica la historiadora vía correo electrónico, era buscar "patrones de similitudes y diferencias que sugirieran la participación de pintores distintos".
El resultado fue la identificación del trabajo de entre 10 y hasta 11 pintores, quienes tenían un modo muy característico de pintar.
Así, de entre ese grupo de pintores sobresalen las manos de un artista que dibujaba los personajes con los pies gordos, uno que hacía dedos de los pies muy largos y otro que delimitaba los cuerpos con rayas.
De acuerdo con la investigadora —cuyo trabajo forma parte del estudio multidisciplinario que se dio a conocer recientemente en el libro Estudios de Cacaxtla, el quinto volumen del proyecto "La pintura mural prehispánica en México", que desde 1990 se realiza en el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM—, a diferencia de la escuela europea, donde había un maestro del taller responsable del diseño preliminar, en Cacaxtla cada uno de los artistas estaba encargado de una zona del muro y era responsable de su pintura desde el esbozo hasta la línea final.
No obstante, la experta comenta que "hay ciertas evidencias de una planificación de la composición: el buen manejo de las variantes y los pintores más dotados parecen haber trabajado en la parte central".
En la elaboración de este mural, fechado entre el 650 y 700 d.C., y que representa —según investigaciones recientes de la historiadora María Teresa Uriarte— el sacrificio del Dios del Maíz, también participaron "expertos albañiles para preparar el enlucido de los muros para recibir la capa pictórica, así como expertos que prepararon y mezclaron los pigmentos".
Estos pigmentos, que han sido identificados por Diana Magaloni, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas, fueron elaborados con minerales locales, como cal para el blanco, carbón para el negro, hematita para el rojo, goetita para el amarillo, y una arcilla llamada paligorskita, teñida con añil para lograr el azul maya.
Mezcla de tradiciones artísticas
Claudia Brittenham asegura que los pigmentos de este mural son similares a los de la zona maya, pero el uso de goma del nopal y el acto de pintar sobre un muro seco y muy texturizado se asemeja más con la tradición zapoteca, lo cual revela el conocimiento que los artistas de Cacaxtla tenían de otras tradiciones artísticas de Mesoamérica .
"Lo impresionante es cómo sintetizan el naturalismo maya con el dualismo del Altiplano para lograr un estilo propio, perfectamente adaptado a las condiciones políticas y sociales del periodo histórico", comenta la especialista de la Universidad de Chicago.
Este fresco, añade, es uno de los logros estéticos más impresionantes del mundo mesoamericano porque sus autores "muestran un dominio de su médium, de su técnica; una legibilidad y un poder que permanece hasta nuestros días".
La experta, quien realizó este trabajo de análisis durante una estancia académica en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y tuvo entre sus principales herramientas de estudio las fotografías en alta resolución que ha logrado reunir el proyecto "La pintura mural prehispánica en México", precisa que el número de artistas que trabajaron en el mural La Batalla es una propuesta aproximada, ya que los contornos de la pintura presentan ciertos daños. "Lo importante es que fue una obra colaborativa y que la ciudad de Cacaxtla contó con una comunidad grande de pintores dotados", dice.
La historiadora del arte, quien recuerda que ya el investigador norteamericano George Kubler había sugerido que fueron cuatro los pintores, explica que el estilo y técnica pictórica del mural de Cacaxtla refleja un modo de trabajar típicamente mesoamericano: la colaboración entre artistas.
"Es muy común que las obras de arte mesoamericanas sean obras colectivas. Se nota la presencia de varios pintores, por ejemplo, en las famosas pinturas murales de Bonampak y también hay estelas mayas firmadas por varios escultores, hasta 8 en el caso de la Estela 12 de Piedras Negras", comenta.
Fuente:www.eluniversal.com.mx