Por: Edith López Sánchez
El sincretismo de las culturas indígena, española, africana, refleja también vitalidad, así es el carnaval de Tlaxcala. La tarde del 9 de febrero, el Centro de Convenciones y las calles aledañas se vistieron de colores, luces, plumas, trajes llenos de vida que los danzantes de carnaval lucieron y portaban con orgullo.
De los vehículos bajaban catrines, demonios, charros, chivarrudos, payasos, huehues, zapatistas, zacapoaxtlas, gendarmes, policías, levitas, paragüeros, negritos, cuchillos, zorros, doncellas y vasarios, todos dando los últimos toques a su vestimenta antes de entrar a la cita con el primer mandatario Mariano González Zarur, quien desde hace cuatro años, les otorga un apoyo económico a las camadas para la realización del carnaval y en este 2015, no fue la excepción. Un reflejo de lo que las comunidades son, su identidad, valores estéticos y culturales que impregnan la festividad y dan sentido de pertenencia. La tradición se transmite de generación en generación. Este año la presencia de jóvenes, niños y niñas acompañados de sus padres sonreían expresando su entusiasmo Faldas, pantaloncillos o camisas de satín, mandil bordado en sus orillas, blusas bordadas con pepenado, vestidos adornados con listones, botines, pantalón, chaleco y corbata negra, además de un manto bordado con diferentes motivos en hilos de colores, chaquira y lentejuela, sombreros con plumas, espejos, adornos, de acuerdo a la comunidad, la región, la danza, las costumbres y también los presupuestos Antifaz, máscaras talladas de madera cuya peculiaridad son los rasgos finos, ojos claros, con o sin barba, máscaras de cuero que cubren el rostro de quien lo porta, ocultado además por un paliacate o máscara de luchador. Esta gran diversidad de manifestaciones de la fiesta de la carne renace año con año, personas unidas por una pasión: el carnaval de Tlaxcala.