México a lo largo de su historia ha tenido personajes con madera de ídolos. La pasión y el gran corazón del pueblo mexicano han sido capaces de identificar a los hombres y mujeres cuya autenticidad representa los valores e idiosincrasia de este maravilloso país; gente que no ha necesitado de poses ni físicas ni sociales; personajes de éxito basadas en el trabajo, en el sacrificio y en el honor de vivir bajo los valores universales que en la humanidad hoy parecen ya pasados de moda.
Silverio Pérez es uno de ellos, su vida y su trayectoria fueron tomadas por un país, sin importar clases sociales, políticas o culturales; en un México de esplendor, donde la educación y los principios morales eran la base de una sociedad con empuje, con un rumbo trazado y sin prisa por alcanzar objetivos que no fueran por la vía del trabajo y del orgullo de una esencia como pueblo y nación.
Nacido en Pentecostés, municipio de Texcoco, en 1915, al año emigró la familia al Distrito Federal; corrían buenos años hasta que en trágico accidente carretero, cuando Silverio tenía sólo siete años, murió su padre. Comenzó un periodo difícil para los Pérez. Doña Asunción, la madre, murió en 1929, cuando Silverio tenía 14 años.
Fuente: www.elfinanciero.com.mx