Uno de nuestros expertos presenta una mirada al "renacimiento" de uno de los inmuebles más bellos del DF, el Edificio de Correos, inaugurado en tiempos de don Porfirio, en el Centro Histórico de la capital.
El 17 de febrero de 1907 la Ciudad de México esperaba un magno acontecimiento, la inauguración del edificio más soberbio que hasta entonces había construido el régimen porfirista. En la antigua calle de Santa Isabel, esquina con San Andrés, abría sus puertas el Correo Central o Palacio Postal.
Se trataba de una obra sui generis, mezcla de los estilos gótico, plateresco español, veneciano y art nouveau, siendo el resultado final lo que los especialistas han llamado un "magistral eclecticismo". La obra del Palacio Postal estuvo a cargo de Adamo Boari y del ingeniero Gonzalo Garita como constructor.
La investigación de la construcción del inmueble permitió reconocer mejor los sistemas que lo integran. Por medio de los presupuestos, contratos y otros documentos originales que se encontraron, supimos que los bancos de cantera estaban cerca de El Chico, junto a Pachuca (en Hidalgo). El hallazgo más espectacular fue el contrato celebrado con la Fonderia del Pignone, de Florencia, Italia, ya que en sus especificaciones se estipulaba el acabado de la herrería ornamental. Esto permitió rescatar los hermosos colores bronce dorado de los marcos de las ventanas y las farolas, que habían sido pintadas con esmalte negro.
En el Archivo General de la Nación encontramos documentos que manifiestan que en la década de los sesentas se añadió al Palacio Postal una crujía de hierro y concreto en el cuarto nivel alrededor del segundo patio, donde quedaron alojados los comedores de empleados y otras dependencias del Banco de México, así como un elevador que prácticamente destruyó el torreón oriente y un entrepiso o mezanine, en el tercer piso que se comunicaba con las oficinas centrales del banco por medio de dos puentes.
Los niveles originales de la azotea se habían modificado con un relleno añadido con 90 centímetros de espesor promedio, lo que provocó un complejo problema de contrapendientes y de desalojo del agua pluvial, además de la pesada carga que se añadía a las columnas de la estructura original. Para independizar el tercer y el cuarto niveles del resto del edificio, se cegaron los cubos de las escaleras, así como los huecos de los elevadores del vestíbulo principal.
El proyecto de restauración
Tomando como referencia los planos de las fachadas, se estableció un proyecto para liberar las piezas de cantera, restaurar las ventanas de madera de cedro y retirar los pasteos indebidos, los cables y las pintas vandálicas.
Se distribuyeron los espacios interiores después de determinar cuáles eran las oficinas de la dependencia del Servicio Postal Mexicano que iban a ocupar las nuevas áreas del Palacio Postal, así como sus requerimientos de mobiliario y equipo.
Para un proyecto de restauración y adecuación de tales dimensiones era necesario realizar un constante trabajo de investigación y proyección de cientos de oficinas, de la biblioteca, el museo y las áreas de servicio y de atención al público. Se demolieron cientos de metros cuadrados de construcción agregada y se eliminaron cientos de metros cúbicos de rellenos, cuyo peso ponía en riesgo al edificio. Además, se reforzaron diferentes puntos de la estructura.
La restauración de las fachadas
La mayor parte de la cantera ornamental estaba en grave estado de degradación o a punto del colapso, por lo que se protegió con un tapial todo el perímetro del edificio. Se liberaron las piezas que estaban flojas o a punto de desprenderse y se hicieron los apuntalamientos requeridos. El análisis de la piedra de la fachada reveló su grado de absorción y dureza, así como las causas de su deterioro.
Los trabajos de restauración de la cantera de las fachadas se hicieron inicialmente con agua a baja presión, un detergente neutro y cepillos de raíz vegetal. Para rejuntear las piezas se usó una mezcla de cal, arena y un aditivo. Manualmente se tallaron en piedra blanca de Pachuca decenas de almenas, balaustradas, remates florales, gárgolas, flameras y pináculos.
Elementos ornamentales de las fachadas
La marquesina del pancoupé (esquina de un edificio cortada a 45%) constituye sin duda el elemento ornamental más destacado del edificio. Al igual que el resto de la herrería, fue hecha en la Fonderia del Pignone, y durante varias décadas estuvo pintada con esmalte de color negro.
Después de un cuidadoso estudio, la marquesina fue desmontada Se limpió la pintura de cada pieza y se volvió a dorar mediante el sistema original: bronceado por galvanoplastia, aplicando después capas de cobre alcalino, níquel y latón con una protección de laca a base de resinas.
En las fachadas oriente y poniente hay 15 lampadarios (elementos ornamentales de los cuales penden una o varias lámparas) de formas fantásticas que semejan dragones y que tienen en su interior una conexión eléctrica que lleva corriente eléctrica a las lámparas, a su vez protegidas, cada una por una bombona de cristal. Estos elementos decorativos también estaban afectados por la corrosión, por lo que después de limpiarlos, se protegío su apariencia original con laca de resina sintética anticorrosiva.
La limpieza de los portones, buzones y ventanales se hizo de igual manera ya que, también se habían fundido en hierro y después bronceado de acuerdo con un sistema muy en boga a principios de siglo conocido como electro plated bronze.
Para restaurar los elementos de carpintería del segundo y tercer nivel y de la loggia (galería o pórtico abierto por arcos y techado) del cuarto nivel se buscaron piezas originales que estuvieran en buen estado y que sirvieron de modelo para restituir las deterioradas o inexistentes.
Fuente: www.mexicodesconocido.com.mx