El próximo 21 de septiembre se cumple el centenario del natalicio de Juan José, autor, entre otros títulos, de Bestiario, La feria y Confabulario, y pilar de la literatura en español del siglo XX
JUAN CARLOS TALAVERA
Ilustración: Abraham Cruz
CIUDAD DE MÉXICO.
Hay una imagen que capta a la perfección el carácter lúdico de Juan José Arreola (1918-2001). Sucedió en 1968, mientras transcurrían los Juegos Olímpicos en México y él construía un mueble de madera en su pequeña carpintería de Jalisco. De pronto ubicó un madero largo y, sin que nadie se percatara, lo empuñó desde un extremo con una actitud quijotesca, corrió unos metros, lo clavó en el piso de tierra, tomó impulso y ejecutó un improvisado salto con garrocha.
Ante la mirada inquieta de su hijo Orso, aquella maniobra no salió bien y a la mitad del inesperado acto... el madero se quebró y el autor de Varia invención cayó de forma estrepitosa, provocándole un fuerte dolor en la espalda y un derrame de líquido sinovial en las articulaciones que lo mantuvo un mes en cama.
Así era Arreola, el autor de Confabulario, Bestiario, La feria y Palindroma, un genio de la improvisación que ante la mirada de sus alumnos era “un Mozart de la palabra”, un personaje inesperado, exultante y divertido, una serpiente hechizante que sabía utilizar el idioma como nadie, el padre de las letras mexicanas de la segunda mitad del siglo XX, cuyo centenario de natalicio se cumplirá el próximo 21 de septiembre.
Dicen que era un sibarita y que jamás negó su debilidad por las mujeres, un bebedor de vino tinto y blanco, autor excéntrico que escuchaba música clásica con el volumen alto en los pasillos de la UNAM, un digno ajedrecista cuya prosa fue celebrada por Jorge Luis Borges. Arreola, el inventor del taller literario, el editor de las revistas Eos, Pan y de Cuadernos del Unicornio, el primer intelectual que participó en televisión y quien hasta “predijo” la aparición del Video Assistant Referee (VAR) para los partidos de futbol en un Mundial.
AVE MEDITABUNDA
Cuando conocí a Juan José Arreola yo era estudiante de Ingeniería (en la UNAM) y nada más sabía su nombre. En cierta ocasión dio una charla en la facultad y era una encantadora serpiente que improvisaba. No creas que llegaba con notas ni nada, era un ciclotímico y bipolar, un hombre que podía llegar exultante, con esa parte del juglar, y luego un poco melancólico, con su greña y la cara de pájaro y meditabundo que tenía un talentazo para encontrar la esencia de la literatura”, recuerda a Excélsior el narrador, ensayista y catedrático Hernán Lara Zavala.
Te voy a contar una anécdota que refleja su modestia -añade-. Un día me atreví a decirle que había leído Confabulario y que no todos sus textos me habían gustado. Entonces yo era un pinche chamaco y él me dijo: ‘No todos son iguales, yo tengo qué decirle cuáles son los textos buenos’. Pero no me miró con soberbia o ironía porque de veras era una persona auténtica y humilde”, añade el autor de Viaje al corazón de la península.
Su personalidad, apunta Lara Zavala, nunca fue la de un pedante cosmopolita, sino la de un hombre lleno de curiosidad, dividido entre la agorafobia y la claustrofobia, dos polos que jamás mermaron su talento literario.
Pero la genialidad de Arreola fue visible desde su infancia, por ejemplo, cuando recitó por primera vez el Cristo de Temaca (del padre Alfredo R. Placencia) antes de ingresar a la escuela. Y aunque cualquier niño se aprende un poema, no cualquiera llega y lo recita para ganarse el mote de ‘Juanito el declamador’.
¿Cómo era Arreola cuando conversaba en privado?, se pregunta a Lara Zavala. “Un hombre muy humilde que aceptaba la crítica. Si él hubiera sido soberbio, no se habría dignado en dirigirnos la palabra a quienes fuimos sus discípulos. A mí me tocó la última etapa, pero tuvo muchos. El primero, aunque no lo creas, fue el propio Juan Rulfo. Era generoso sin ser ‘barco’, y en ocasiones sí regañó al escritor o al poeta porque no le gustaba que recitaran de manera terrorista”.
¿Cómo era su mundo? “Era centrípeto y para todos, el autor de una gran imaginación que lo mismo escribió cuentos como El cuervero, su novela La feria o El lay de Aristóteles. Además, fue el gran editor de revistas que formó ese cuarteto extraordinario con el propio Rulfo, Antonio Alatorre y José Luis Martínez, un cuartetazo, donde Arreola fue el John Lennon”.
Y, sin saberlo, fue un “profeta del futbol”, apunta Zavala. “Sabemos que él nunca supo mucho sobre el tema, pero un día (el conductor de TV) Jorge Berry le preguntó qué opinaba sobre este deporte. Entonces había la misma histeria futbolística de ahora, y él respondió: ‘Yo creo en el fair play, así que cuando hay una discusión sobre un gol o un pénalti, debería haber una cámara que ayudara al árbitro...’ ¡Y que se le cumple! Eso sucedió hace 25 años y entonces yo pensé que estaba equivocado, porque el chiste era la falibilidad humana del árbitro... y ahora tenemos al VAR”.
ROMPER MITOS
Orso Arreola considera que su padre era un personaje que vivía intensamente, un hombre sensible que defendió la sinceridad a costa de todo, lo cual le provocó algunos conflictos emocionales.
Por eso le gustaba tanto la Epístola Satírica y Censoria de Francisco de Quevedo, un soneto que define la personalidad del autor tapatío, donde dice: “No he de callar, por más que con el dedo, / Ya tocando la boca, ya la frente, / Me representes o silencio o miedo. // ¿No ha de haber un espíritu valiente? / ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.
Orso también aprovecha para mencionar los dos mitos más recurrentes sobre Arreola, el último juglar:
El primero es que escribió poco... ¡falso!; y dos: que no estudió casi nada. ¿Cómo no? Él estudió teatro desde niño y en su juventud se inscribió en la Escuela Nacional de Teatro con Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia, Fernando Wagner y Celestino Gorostiza, los mejores maestros de México durante décadas. Es más, en 1945 fue a París a estudiar con Louis Jouvet, aunque no pudo quedarse por cuestiones de salud”.
Y me gustaría hacer otra aclaración prudente: Arreola fue el fundador de Poesía en Voz Alta de la UNAM, pues Octavio Paz llegó después. Así como el fundador de la Casa del Lago de la UNAM en 1959”.
Para concluir, Orso recuerda que este año se publicarán cuatro libros sobre la obra de su padre: Poemas y dibujos (Excélsior 9/01/2018), una Iconografía con más de 300 fotos de distintas épocas del autor, bajo el sello del Fondo de Cultura Económica (FCE); una nueva edición de Prosa dispersa, con 25 nuevos textos; un libro que compilará los casi 400 textos periodísticos que Arreola escribió, donde habla sobre la educación en México, la mujer, la cultura y sus apreciaciones sobre literatura francesa e hispánica; y pronto comenzará la edición de su obra completa.
Aún trabajamos en la idea de las obras completas, aunque creo que ya se llegó a un acuerdo con el FCE para que sean 10 o 12 tomos; tres podrían salir este año”.