El Colegio Nacional publica una edición conmemorativa de la novela de Salvador Elizondo; entre otras cosas, integra fragmentos del manuscrito original, además de un texto que el autor escribió en 1992 y que sirve como prólogo
VIRGINIA BAUTISTA. EXCELSIOR.
CIUDAD DE MÉXICO.
Un carácter "lúdico y una excepcionalidad que mantiene la mística del autor” definen, según Alejandro Cruz Atienza, la edición conmemorativa de los 50 años de la primera publicación de Farabeuf, del escritor mexicano Salvador Elizondo (1932-2006).
Publicada en 1965 por el sello Joaquín Mortiz, en su serie El Volador, esta obra fundamental de las letras hispanas puede ser redescubierta en la nueva propuesta editorial que acaba de editar El Colegio Nacional, a iniciativa de la fotógrafa Paulina Lavista, viuda del también traductor y crítico literario.
“Al concebir la edición pensamos que era fundamental que se leyera, así que lo prioritario es el texto, la lectura. Está hecha para conquistar, atraer la atención de dos públicos esenciales: quienes ya la leyeron y la consideran una obra de culto y los nuevos lectores”, afirma Cruz Atienza en entrevista con Excélsior.
Ganadora del Premio Xavier Villaurrutia ese mismo año y traducida al francés por la mítica editorial Gallimard, y a seis idiomas más, esta historia de Elizondo sacudió al mundo literario no sólo por su arriesgada técnica narrativa, que se inspiró en el principio de montaje del cineasta ruso Serguéi Eisenstein, sino por cómo hurgó en el tema de la tortura y el suplicio.
“Farabeuf... narra, desde distintas perspectivas y ángulos, la recreación de un mismo instante. A lo largo de nueve capítulos, el autor relata la impresión que le produjo la fotografía de un supliciado, donde se muestra la tortura previa a una ejecución china conocida como LengT´che, que en español significa “muerte por cien cortes” o “de los cien pedazos”.
Una caja roja —con un ideograma chino en negro, que representa el número 6, y el nombre del autor y de la novela en letras doradas— resguarda la edición conmemorativa de Farabeuf, integrada por dos volúmenes que se complementan, uno textual o tipográfico y otro iconográfico, y un pliego desplegable que ofrece ocho vistas del manuscrito original.
Hasta ahora inédito, cuenta el editor, Lavista y Mariana Elizondo, hija del narrador, gestionaron con Michel Albán, su primera esposa, el permiso para dar a conocer fragmentos del manuscrito original que ella resguarda y que el literato le dedicó.
Así, las ocho vistas del pliego muestran imágenes que confirman que Farabeuf se llamaba originalmente La quimera y muestran el diagrama que él dibujó del departamento donde ocurre la trama y la frase fundamental que detona la obra: “¿De quién es ese cuerpo que hubiéramos amado infinitamente?”, que es el del supliciado chino.
También se observa, prosigue el director editorial de El Colegio Nacional, una indicación del autor de dónde debe entrar la fotografía del tormento, una imagen del símbolo infinito que se vuelve un ocho, “que indica que la novela empieza y termina en el mismo punto”, y la estrella de mar que sale en el libro, entre otras imágenes.
“Rescatamos como prólogo una conferencia, que es inédita, que Elizondo dictó en Cholula en 1992, en la que explica la génesis de Farabeuf, la ingeniería del libro, donde aclara que es no lineal, que no es una novela sino un experimento, un artefacto literario, y confiesa que buscaba crear un efecto poético en el lector”, señala.
La trastienda
Alejandro Cruz Atienza detalla que quisieron respetar el proyecto que propuso Lavista a El Colegio Nacional en mayo pasado y toda la investigación y la selección que ya había realizado la fotógrafa.
“Ella es la gestora, la ideóloga. Y quiso rescatar, por un lado, todas las fuentes bibliográficas que empleó Salvador para escribir Farabeuf, que versan sobre cuatro temáticas: la cultura china, la teoría del montaje cinematográfico de Eisenstein, sus manuales de medicina y libros sobre tortura y suplicios.
“También había previsto incluir una serie de testimonios sobre Farabeuf, tanto algunos que ya existían como de otros de autores que ya había invitado, y unos más que yo convoqué, para tener una especie de epílogo que llamé La escritura en el espejo, en el que unos 15 narradores comparten qué significó para ellos la lectura de esta obra”, agrega.
Tras destacar el diseño de Cristina Paoli, el editor abunda que para la portada se inspiraron en la caja donde Elizondo guardaba tres fólders: "el manuscrito original, una versión mecanografiada con correcciones de autor y la versión de imprenta. Él hizo esta caja roja con el símbolo chino del número 6, se rescató la encuadernación que él creó. Además, su madre encuadernó la primera edición que publicó Joaquín Mortiz, con una portada diseñada por Vicente Rojo, usando el color rojo con el carácter chino en negro y las letras en dorado. Esos colores se retomaron”, añade.
También consiguieron, dice, los derechos de la foto del supliciado chino, con un investigador en la Universidad de Lyon, en Francia, por lo que aparece en alta resolución.
“Todos estos elementos en conjunto vuelven la lectura de Farabeuf una nueva experiencia, lúdica y excepcional”, concluye.
La edición conmemorativa se presentará en breve en El Colegio Nacional.