Un trío de coleccionistas busca provocar una experiencia sensorial en el contexto cotidiano
La muestra estuvo a cargo de Martha Lozano y Juan Manuel y Emmanuel Razo
Se prevé abrir la segunda edición, esta vez en una casona de la colonia Roma, del 4 al 8 de febrero
Alondra Flores. Periódico La Jornada. El arte es una vivencia y remite a tu realidad, dice la coleccionista Martha Lozano en entrevista en el mismo penthouse sobre avenida Insurgentes donde hace unos meses se realizó la primera exposición experimental de Art Cage, una galería itinerante que lleva el arte a domicilio.
¿Se podría imaginar usted un Miró en su cocina? ¿Quizás un resplandeciente Klimt sobre la cabecera de su cama? ¿Una ondulante escultura de Henry Moore adornando su baño? Suena casi a un acto de sacrilegio contra el arte, a uno de esos robos de película a algún museo de Londres o a capricho de un petrolero de Dubai de abultada cuenta bancaria.
Sin embargo, el arte puede habitar en su domicilio. No obras de la magnitud que han trascendido el arte universal, pero sí la obra de creadores emergentes en busca de ser los protagonistas de futuras subastas millonarias. Al menos a eso incita Art Cage.
Dos pequeños departamentos, revestidos con más de 300 piezas de arte contemporáneo abrieron a un público con expectativa incierta. Óleos, esculturas, fotografías y una recámara con estética narco, con dos hombres semidesnudos en la cama, es lo que se encontraron durante cuatro noches de exhibición, justo frente al sombrío edificio de Insurgentes.
Buscábamos romper la solemnidad, hacer algo más lúdico y más divertido, dicen Lozano y Juan Manuel Razo, quienes junto con Emmanuel Razo forman un trío de coleccionistas que en julio pasado lanzó Art Cage.
El público a veces se siente muy ajeno a la obra plástica o visual. El acercamiento al arte es como un mundo en el que hay que ser especialista. Entonces, con esta percepción se buscó la propuesta de hacer algo más próximo y accesible. También en la ambientación y crear toda una experiencia sensorial en tu cotidianidad, explica Lozano.
En un contexto relajado, el visitante recorre la cocina, la sala, el balcón o el baño con las piezas en el hábitat del coleccionista. Además, probablemente pueda conversar con el propio artista y asegurarse de la autenticidad de las obras.
En agosto pasado, con el título La ciudad, signos y cicatrices, participaron algunos con una carrera y renombre tras de sí, como Flor Minor, Enrique Walbey, Federico Gama o José Antonio Farrera. Pero también una veintena de creadores en los albores de la comercialización.
Los socios de Art Cage comenzaron a integrar desde hace más de ocho años un grupo de artistas emergentes. Luego decidieron crear un circuito por un particular camino del arte. Así abrieron por cuatro noches el espacio que realmente habita Juan Manuel.
Calidad y discurso, los criterios
Al respecto, opina: Somos un movimiento alternativo desde que mostramos cómo se vive con arte contemporáneo. Y no por fuerza en las megamansiones. También es posible convivir con arte en departamentos pequeños. Esa es un poco la enseñanza.
Reconoce que ha leído que en ocasiones no es sano comprar directo al artista, sino que se debe hacer a través de una galería. Y consideramos que es un mecanismo efectivo. El problema es cuando yo, como coleccionista, quiero comprar obra de un artista y ninguna galería lo representa.
Su método no significa comprar al por mayor, o en el tan controvertido comercio de cajuela. Hay un proceso para conocer la obra, buscar congruencia en la producción y, principalmente, que muestren oficio. El criterio principal es la calidad y que comiencen a tener un discurso.
La gran ventaja de los artistas emergentes es que los tienes en pie. No puede haber piezas falsas porque están frente a ti. Entonces hay garantía de que efectivamente obtienes una pieza directamente de un artista con una trayectoria en construcción.
Los visitantes a la primera exposición experimental fueron variados: personas dedicadas a la promoción cultural, conocedores de arte y curadores. Pero también simples interesados en conocer más sobre este mundo. En algún momento se salió de la manos, aceptan, pues de una expectativa de 30 o 40 personas, llegaron a recibir casi 250 en una sola noche.
Empezó como una especie de celebración para conocer obra y ahora ven que hay arte para todos los bolsillos. No es tan exclusivo como quieren mostrar. Existen artistas emergentes con excelente calidad y los costos todavía son bastante accesibles. Son monedas al aire y apuestas a lo que estás comprando, afirma.
Ya se prepara la segunda edición con la curaduría de Elvira Rilova. Será en alguna casona de la colonia Roma, aún en búsqueda, durante la semana del arte, del 4 al 8 de febrero. Más de acuerdo con la ortodoxia, pero con los artistas presentes. Es sobre el nudo interior, que refleja un poco esa forma individual que los artistas manifiestan su propio arte.