La escritora reflexiona en su última obra sobre la experiencia de traducir un poema, incluida la imposibilidad de trasladar su musicalidad a otra lengua
JUAN CARLOS TALAVERA. EXCÉLSIOR.
Es imposible recrear la música de un poema durante su traducción porque la música es propia de cada lengua y por tanto imposible de replicar, dice la poeta y traductora Pura López Colomé (Ciudad de México, 1952), quien recién publica Imperfecta semejanza. Meditaciones y diálogos en torno a la traducción poética.
El volumen, que será presentado hoy a las 18:00 horas en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, es una libreta íntima de confesiones y un ensayo de experiencias en torno a la traducción poética de autoras en lengua inglesa como Emily Dickinson, Marianne Moore, Elizabeth Bishop, Fanny Howe e Hilda Doolittle.
Publicado por la Dirección de Literatura de la UNAM, dentro de la serie Diagonal, el ensayo revela cómo la poeta se sujeta al significado de las palabras en inglés para luego aterrizar sobre la música del idioma español.
Pura López asegura que en la traducción la literalidad no existe y, junto con la fidelidad se convierten en conceptos discutidos y difíciles al traducir un poema.
“Ambas palabras son difíciles y tal como lo decía J. W. Goethe, el traductor sólo puede aproximarse a ciertas partes del poema, un poco para advertir al lector que en realidad aquello es imposible”.
Sin embargo, reconoce que de Goethe a la modernidad ha habido muchos comentarios sobre el tema, aunque la gente está más lista a criticar que a celebrar la traducción de un poema. “La del traductor es una actividad por esencia que invita a esto, y en vez de despertar la curiosidad de los lectores, lo primero que se hace es llegar con una lupa y transformarse en un policía de la traducción”.
Lo cierto, señala, es que recrear la misma musicalidad de un poema es imposible. “No se puede porque de origen la lengua inglesa y la española son muy distintas. Tan sólo pensemos que el inglés es una lengua monosilábica mientras el español es todo lo contrario”.
La forma más simple de entenderlo está en los adverbios, pues mientras los del idioma español tienen muchas sílabas, en inglés sólo una, lo cual hace del inglés una lengua más flexible, aún sin entrar en el detalle de cómo suena, explica.
“Esto significa que la música no se puede replicar. Así que el traductor se agarra del significado con todas sus fuerzas para luego colocar ese significado sobre la barca musical del español hasta encontrar la mejor manera como funcione el verso. Eso es la traducción”, agrega.
Puentes y deseos
Pura López dice que en el fondo la traducción es un terreno de los deseos, rodeado de frustración y tiempo invertido que podría resultar insuficiente, al punto de que el profesional intente abandonar la tarea. Pero en algún momento, el poema se revela y pide ser traducido.
¿En qué momento sabe que enfrenta un poema complejo?, se le inquiere. “¡Todos los poemas lo son! No hay poema sencillo, digamos, aunque lo parezcan. Es más, hay que cuidarse de esos que parecen ser muy sencillos. El poema sencillo no existe, quizá hay algunos que se prestan mucho más accesibles por cómo están construidos. Pero en realidad digo esto y se me desmorona en la boca porque no hay poema fácil”.
¿Se necesita ser poeta para traducir poemas? “Si uno no es poeta, no se puede porque no conoce... es un quehacer que se tiene que hacer desde la entraña, uno lo tiene que ejercer para saber de qué se trata”.
¿Qué diferencia hay entre el poeta y el traductor de poesía? “La diferencia es el punto de inspiración. Lo que inspira el poema original son muchas cosas: una conversación, un sueño, un recuerdo o un dolor físico... y en la traducción, la inspiración llega de otro poeta”.
El libro, sin embargo, no es un manual de traducción sino que busca mostrar su propio procedimiento. “Yo no voy a generalizar respecto de este quehacer. No se puede hacer eso. Lo único que puedo hacer es comentar casos concretos al traducir un poema, cuáles fueron mis fallas, mis aciertos, algunos casuales y otros buscados, cómo llegaron y en qué momento la forma misma me salvó de caer del horror inexpresivo”, concluye.