Del autor balcánico se han traducido seis novelas y un libro de relatos
LUIS BUGARINI/ESPECIAL. EXCÉLSIOR
Foto tomada de Khazars.com/ CIUDAD DE MÉXICO.
Las obras de otros países, otras lenguas, nutren una literatura. Son una cátedra de una forma existente, creada por mecanismos que pueden resultar tan inéditos como asombrosos. Al ser un producto histórico, escribir admite mutaciones sustanciales a causa del llamado “ingenio de los pueblos”. La literatura mexicana sobresale en el ámbito hispanoamericano, como receptiva a las traducciones de obras con una propuesta de calidad.
Cuando se tradujo al español el Diccionario jázaro de Milorad Pavić (1929-2009), en 1989, la sorpresa fue general. Acaso por primera vez, la intertextualidad del libro generaba un organismo de rostro indefinido en cada página. Su aliento épico es abrumador y fue tan poco leído como reverenciado. A paso lento, la obra de Pavić se integra a los libros que no pueden faltar en una biblioteca personal. A la fecha, se han editado seis de sus novelas y un libro de relatos: Siete pecados capitales.
Cada uno de los relatos de este volumen, forma un túnel que lleva hacia otro. Es una frondosidad que trenza los brazos para cubrir el muro de las preocupaciones de Pavić. Con un estilo seco y consistente, algunas direcciones se transforman en una posibilidad para parir y delimitar un cosmos y, a un tiempo, relatar una historia a borbotones. La erudición del autor serbio es un resorte interior para lograr que la secuencia de actos no se detenga y, por el contrario, fluya con una naturalidad que resulta tan envidiable como perturbadora.
Nunca utilizar los mecanismos de la literatura para hacer más literatura había resultado tan efectivo. En estos relatos, al igual que en sus novelas, el acto narrado se encarna en un personaje que no busca a su autor, a la manera de Pirandello, sino que se esfuerza por lograr que su ser en sí, no se disgregue o desfigure y, de hacerlo, encarne en otra galaxia más compleja. Largas condensaciones de significantes habitan las páginas de Pavić, lo mismo de nombres, citas, lugares, lo que provoca vértigo en el lector. No obstante, este volumen es una excelente puerta de entrada para familiarizarse con el serbio.
De manera previsible, su obra se traducirá hasta llegar casi a su totalidad. A Pavić no le fue concedido el premio Nobel, a pesar de haber sido nominado en repetidas ocasiones, lo que no deja de ser lamentable.
El historiador llega este día a los 90 años, de los cuales 60 ha dedicado a la academia