Carlos Bautista Rojas. Algarabía.
¿Habrá alguna persona en el mundo urbanizado que no haya visto nunca alguno de estos amarillos personajes? ¿Habrá alguna situación terrenal que no haya sido emulada en esta serie cuya constante es la ironía?
Habrá alguna persona en el mundo urbanizado que no haya visto nunca alguno de estos amarillos personajes? ¿Habrá alguna situación terrenal que no haya sido emulada en esta serie cuya constante es la ironía? ¿Qué decir de esta familia arquetípica sin caer en el lugar común? He aquí un intento por describir esta serie televisiva que lleva 23 años al aire —y contando.
Que no me importe no significa que no entienda.
—Homero Jay Simpson
Enero de 1998. Ciudad de México. Casa de Alvarado, Coyoacán
Octavio Paz revisa y hace correcciones a los textos que integrarán su última biografía. De pronto, el maestro pregunta la hora con preocupación. Le dicen que son cerca de las 7. Pide por favor que le prendan la televisión. Al minuto, el hombre que parecía consumido por el cáncer, se voltea de la risa con las ocurrencias de un Homero obeso que trabaja desde su hogar.
—¡Ah, qué bonitos!, viendo Los Simpson... —reclama la responsable del libro que se ha aparecido de pronto.
—¿No te gustan? —pregunta el poeta.
—Prefiero verlos en inglés... —contesta con desdén la señora malhumorada.
—De lo que te pierdes —rebate el Nobel de Literatura—: nos resumen.
¿Quién sino el ensayista más riguroso en español podría sintetizar la esencia de Los Simpson con dos palabras?
Cuando se intenta describir a estos amarillos personajes —que ya forman parte del imaginario colectivo—, se cae en obviedades como: «son una crítica a la sociedad estadounidense», «son irreverentes», «son una burla la típica familia americana», «son la familia disfuncional por excelencia...», entre otros lugares comunes.
La vida en el infierno
Para comprender por qué Los Simpson son como son, hay que remontarse a los años 70, cuando un joven Matthew Abram Groening —quien nació en Portland, Oregon, en 1954— comienza a dedicarse a la ilustración por influencia de su padre. En 1977, Matt, como firma sus dibujos, publica La vida en el infierno —Life in Hell—, un «pasquín» que muestra las aventuras de Binky, un angustiado y depresivo conejo. Este cómic le sirvió para desahogar la presión y el estrés mientras trabajaba en una tienda de discos en Los Ángeles.
A pesar de que Matt sólo distribuía La vida en el infierno por medio de fotocopias, en menos de un año se incluyó una historieta suya en la revista Wet, que, aunque el nombre invita a imaginar contenido erótico, en realidad se trataba de una publicación bimestral que promovía productos para bañarse.
En 1980 los cartones de La vida en el infierno comenzaron a publicarse cada semana en Los Angeles Reader, donde Groening también comenzó a trabajar: primero como linotipista, luego como ilustrador incidental y al final como crítico musical.
El amor es el infierno
Para 1984, Groening quería producir una miniserie de 13 capítulos con los mismos personajes de La vida en el infierno, pero el proyecto terminó convirtiéndose en un libro: El amor es el infierno —Love is Hell—, del que pronto se vendieron más de 22,000 ejemplares en sólo dos ediciones. Con el dinero obtenido se asoció con su entonces novia Deborah Caplan y juntos formaron la Life in Hell Co., para producir y comercializar las historietas de Groening en tazas, camisetas y más libros.
Hacia 1982, James L. Brooks —productor de Hollywood— recibió como regalo un ejemplar de La vida en el infierno y desde entonces se hizo seguidor del cómic, que para entonces ya se publicaba de forma independiente. En 1985 Brooks contactó a Groening para que éste adaptara La vida en el infierno a la televisión en animaciones cortas. Matt, temeroso de que con la sociedad televisiva de sus personajes pudiera perder los derechos de comercialización, prefirió ofrecer algo nuevo.
Sigue el camino amarillo
Aquí empieza el camino más escabroso para quien intente adentrarse en la historia de Los Simpson, pues sus creadores, la serie y los millones de fanáticos, han difundido infinidad de rumores y mitos alrededor de cada detalle de producción, de los invitados especiales y de las historias que hay detrás de los nombres y de la «biografía» de cada personaje.
Se dice que el mismo día que Matt Groening iba a presentar su «proyecto» a James L. Brooks, mientras esperaba en el vestíbulo, comenzó a bocetar los nuevos personajes para la serie animada que le pedían.
Groening entregó sus bocetos básicos a los animadores y supuso que el trazo de los personajes sería mejorado durante la producción; pero se conservaron sin modificaciones y Los Simpson tuvieron una apariencia burda durante los 48 cortometrajes —que oscilan entre los 30 y 90 segundos— que se transmitieron a partir del 19 de abril de 1987 en The Tracey Ullman Show.
El último corto de Los Simpson —así, en español, como entona hasta la fecha el coro que da apertura a la serie, pues más tarde se cambiaría su nombre a The Simpson— se transmitió el 14 de mayo de 1989; para entonces los productores ya habían decidido convertir los cortos en una serie animada.
«Gracias por haber venido. Smithers, suelte a los perros».
—Sr. Burns
Un regalo de Navidad
Aunque los productores estaban muy nerviosos por cómo la audiencia recibiría una serie animada de 20 minutos de duración, además tuvieron problemas para tener el «programa piloto» a tiempo —mismo que se transmitió hasta el final de la primera temporada—, se animaron a dar a conocer a esta familia ictérica con un especial de Navidad: Simpsons Roasting On An Open Fire, el 17 de diciembre de 1989.
El éxito fue inmediato y rotundo: de todo el mundo llegaron solicitudes de copias del programa a la compañía Fox, quien no se daba abasto para cubrir la demanda. Lo que en origen fue un corto «de relleno», de pronto se convirtió en un fenómeno de masas.
Uno de los secretos del contenido de la serie fue que los creadores firmaron un convenio con la productora de que ésta no podía interferir ni censurar los temas ni el lenguaje empleado. La empresa fue la primera beneficiada de ello, pues Los Simpson fue su primera producción en colocarse en las 30 series más vistas de la historia.
«Niños, los llevaré al lugar más feliz de la Tierra: ¡Tijuana!»
— Krusty el payaso
Las buenas conciencias
Por supuesto, las muestras de rechazo tampoco se hicieron esperar. Bart Simpson, el rebelde por antonomasia, y quien siempre quedaba sin castigo sin importar lo que hiciera, se convirtió en el emblema de «todo lo que buen niño estadounidense no debe hacer»: se prohibió en las escuelas que los niños llevaran algún Simpson en sus cuadernos, mochilas o en su ropa.
Paradójicamente, eso mismo disparó la venta y la promoción de los amarillos personajes, pues se volvieron sinónimo de «lo prohibido» e incluso de lo «alternativo».
«Un reactor nuclear es algo muy parecido a una mujer: sólo tienes que leer el manual y apretar los botones correctos.»
— Homero
A pesar de su «irreverencia», las primeras dos temporadas tenían connotaciones religiosas muy evidentes y el final de cada capítulo tenía cierto tono moralista o incluso aleccionador —una «decisión meditada»— que hacía ver todas las bromas y comentarios «políticamente incorrectos» como incidentales.
Gracias a este «salto» en los contenidos de la televisión abierta por medio de una serie animada —pues se da por hecho de que si son caricaturas, «son para niños»—, surgieron infinidad de series de otras productoras que deseaban emular el éxito de Groening; otros sólo buscaban ofrecer un punto de vista más crítico y sin pudor —como South Park, creada por Trey Parker y Matt Stone en 1997, y cuyos contenidos rayan en lo ofensivo y, según las «buenas conciencias», en lo pornográfico.
«¡Operadora, déme el número del 911!»
— Homero
Altas y bajas
No todo ha sido miel sobre hojuelas en los más de 20 años que se ha transmitido la serie, pues la calidad de los capítulos empezó a decaer cuando la trama principal de la serie dependía por completo de los «artistas invitados»: grupos de rock o actores de cine —que llegan a casi un centenar y cuya variedad va de Mel Gibson a Stephen Hawking—, y de que su sentido del humor se volvió más simplón y empezaron a ser menos irónicos y más predecibles.
Sin embargo, en 2007 los creadores participaron en la gran huelga de guionistas de TV y, a partir de que mejoraron sus condiciones de trabajo, a veces lo hicieron los contenidos y las temáticas del programa.
Aunque Los Simpson. La película (2007) obtuvo más de 500 millones de dólares en taquillas, no aportó gran cosa a la historia y, para muchos, sólo fue un capítulo convencional de dos horas. ¿Será por eso que Homero dijo al inicio de ésta: «Mira a todos esos tontos: pagaron un boleto por ver algo que pueden ver gratis en TV».
«Confunde y vencerás»
La misma serie se ha encargado de difundir datos falsos alrededor de sus orígenes y sus creadores; por ejemplo —en la temporada siete—, Matt Groening se presenta a sí mismo como un anciano calvo, tuerto y malhumorado. No son constantes en la información que se presenta, lo cual forma parte de que lo primordial es el humor y, si es necesario ser inconstante con los datos de los personajes, son cambiados cada tanto.
«Un espíritu noble engrandece al más pequeño de los hombres.»
—Jeremías Springfield
Tal vez la broma más recurrente sea la «ubicación real» de la ciudad de Springfield, pues existen 16 ciudades con ese nombre sólo entre Oregon y Massachusetts —lugares de origen de Matt Groening y del guionista Mike Scully, respectivamente— y, siempre que está por representarse en algún mapa, alguien pasa «por casualidad» y jamás es posible saber en qué parte de los ee.uu. está ubicada, aunque una vez se menciona que se encuentra cerca de Washington D.C.; aunque la dirección postal del Sr. Burns es Springfield, New Jersey.
Springfield celebró su Aniversario 200 en la temporada 7, en la que se revela que el «heroico fundador», en realidad había sido un pirata asesino y cuyas proezas —como las de casi todos los héroes inventados por los ee.uu.—, sólo son un pretexto para que la población tenga algún ejemplo moral o alguien en quien creer.
De acuerdo con esta «incongruencia» en la historia, los Simpson viven en Avenida Siempreviva —Evergreen Terrace—, cuyo número a veces se presenta como 1094 o 742. Su teléfono es: (939) 555 0113, cuyo código de área correspondía en realidad a Puerto Rico, mismo que fue cambiado en 2001 por el 787. El código postal de la ciudad es el 80085, pero éste no existe en los ee.uu. De existir, estaría localizado en algún punto de Colorado. Pero en el capítulo 20, Lisa afirma que viven en el estado de Iowa.
Lo cierto es que varios de los lugares referidos en la serie —la planta nuclear, la estatua de Jeremías Springfield, el bar de Moe, entre otros— están basados en sitios reales que Groening conoció a lo largo de su trayectoria, así como los personajes que lo han vuelto un autor de culto, pues todos tienen relación con sus familiares, salvo Bart Simpson, quien representa a Groening de niño.
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Los fanáticos reclamarán que faltan infinidad de datos y referencias, pero, ¿qué más decir sobre algo que puede verse ahora mismo en la TV, casi a diario y en diversas horas?
«Cerveza: la causa y la solución a todos los problemas.»
—Homero
El autor de esta nota, cada que necesita contar una anécdota o describir una situación de forma precisa, recurre a una escena de Los Simpson y gracias a eso se ahorra palabras innecesarias —e incluso la anécdota misma—. Síganlo en twitter como @alguienomas