Por Guadalupe de La Luz Degante. LA JORNADA DE ORIENTE.
Mucho de lo que hizo Miguel N. Lira, su obra completa, es parte de un patrimonio que seguramente en algún momento deberá ser reconocido dentro del Programa de Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), sostiene el investigador Daniel de Lira Luna.
“No es fácil investigar ni localizar sus impresos y plaquettes; hacerlo es un triunfo”, señala el hombre que indagó 86 documentos del poeta tlaxcalteca. Está seguro de que la cifra podría ser superior.
En una pantalla se lee: “El taller del orfebre de Miguel N. Lira y sus tesoros bibliográficos del siglo XX”.
“Porque lo que Miguel N. Lira hacía, principalmente, eran joyas, joyas bibliográficas, creadas, engarzadas, pulidas, por su gran talento”. Así, el doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explica el título de su conferencia.
El estudioso revela que poco a poco “termina uno cautivado” por este personaje, uno de los “grandes orgullos” de la cultura de Tlaxcala, “porque aporta, piensa y crea un mundo más maravilloso”, a través de libros muy bellos.
Alude a la frase del recientemente fallecido Umberto Eco, filósofo y escritor: “El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee”.
Ante un auditorio solícito, reunido en el Museo Miguel N. Lira, asevera que el libro es un objeto “que se pierde, que se lastima, que se comercia, que desaparece con el tiempo”. Explica que el papel de los libros del siglo XX tiene muchos elementos que dificultan conservarlo, a diferencia de los de tiempos atrás, el cual era fuerte.
Manifiesta su preocupación por el libro actual, vulnerable ante “cualquier cosita que lo puede lastimar”. Riesgo del que los impresos de Miguel N. Lira quedan exentos. Están elaborados con un papel mexicano fino.
“Miguel N. Lira les da ese saborcito moderno pero con gusto antiguo”.
Explica magistralmente el periodo cronológico de la imprenta del escritor, a través de un recorrido por el tiempo, de 1933 a 1951, en el que muestra su faceta como editor.
Con humor, Daniel de Lira expresa que le gustaría decir que es pariente lejano de Miguel N. Lira, pero no lo es. “Es una curiosa coincidencia”, dice.
Realza el “olfato literario” de Miguel N. Lira como editor y su gusto por apoyar a los jóvenes, entre ellos Octavio Paz y Efraín Huerta. El primero de ellos tenía 17 años de edad cuando le publicó por vez primera Luna Silvestre.
El investigador acentúa que en el mundo actual “pocos le damos crédito” a la juventud.
“Quizá lo más valioso de nuestro tiempo son los jóvenes”, remata contundente.
Luego, retoma que el tlaxcalteca se resistió a ilustrar sus libros, “porque no lo requieren”, porque contienen un concepto tipográfico “muy exquisito”. Y añade: “El libro de poesía tiene que ser de intimidad de la tipografía con el entorno. La imagen dispersa y tiene que ser, quizá, algo ajeno al texto. Debe prevalecer la palabra impresa y el gusto por leerla”.
“No hay cosa más bella que un libro esplendido en papeles sencillos”, exalta, pero critica que puede haber un tomo “elegantísimo donde no hay más que tonterías adentro. Nada”.
Dice que el libro tiene una depreciación y cita que el ejemplar de los Nocturnos de Xavier Villaurrutia, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de México, está fracturado, pues sólo tiene ocho poemas, le faltan dos.
Pregunta: “¿Cuál es el libro completo?, el que ha sido leído, comentado, el que nos mueve, el que cambia al mundo o que simplemente cambia las cosas”.
De los impresos de Miguel N. Lira, estudiados por este investigador, alrededor de 88 por ciento corresponde a poesía; el resto, son obras literarias, discursos y teatro. Entre los ilustradores figuran Frida Kahlo y Miguel Prieto.
Destaca la participación de Rebeca, esposa del poeta, a quien describe como una mujer “tan inteligente”, pues al fallecer éste, dirigió en esa época novohispana el negocio de la imprenta familiar y artesanal.
Y comparte que los amigos del escritor constatan el amor de éste por su tierra: Tlaxcala, pues “la universaliza; que –añade– no es más que nada el amor a México”. Realza que el poeta fue “un hombre envuelto en el mundo moderno” y el primero en abordar el tema de la Revolución Mexicana.
Puntualiza que el legado de Miguel N. Lira, fallecido el 26 de febrero de 1961, “necesita que lo estudiemos y conservemos”.
El investigador considera “que hoy es necesario pensar y reflexionar sobre la historia del libro y en general de la permanencia de la cultura impresa y documental, herencia y patrimonio del México novohispano y moderno, de la necesidad de su rescate y difusión, de su estudio y del disfrute de su lectura y de sus dimensiones materiales”, menciona Soledad Martínez Mancilla, directora del Museo Miguel N. Lira, al referirse al ponente.
De Lira Luna es miembro de la Asociación Mexicana de Bibliotecarios, adscrito en la sección de Artes y del Comité Mexicano del Programa Memoria del Mundo de la Unesco.