Por Alondra Flores. La Jornada.
Ciudad de México. El amor que la estadunidense Mary Ellen Mark profesó por los perros fue plasmado en una escultura de barro que Francisco Toledo moldeó en memoria de la fotógrafa, quien también vivió enamorada de Oaxaca, ciudad que visitó dos veces al año durante casi dos décadas.
Incrustada entre los muros del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo y su espejo de agua en el Centro Histórico oaxaqueño se exhibe la pieza, una cabeza de canino en la cúspide, donde permanecerá en un nicho.
En su develación, la obra hecha con la técnica de cerámica de alta temperatura fue acompañada de 110 fotografías de discípulos de Mark, en una exposición temporal en homenaje a la mujer que con su cariño por Oaxaca dejó tras de sí una estela de casi 500 cazadores de imágenes fascinados de lo cotidiano.
Un México auténtico, rara vez experimentado por otros fotógrafos, formando así una experiencia para crear imágenes excepcionales, anunciaba la convocatoria para los dos talleres de fotografía documental que Mary Ellen Mark encabezó por más de 15 años. Varios libros de esa experiencia han quedado de testimonio, en muchos de ellos aparece ella en abrazo con sus queridos perros.
Casi una peregrinación era la llegada del centenar de entusiastas de la cámara, quienes desde diversos puntos del mundo acudían a los talleres que impartía Mary Ellen Mark, relata Daniel Brena, director del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.
La fotógrafa ya no llegó en noviembre de 2015, a pesar de que el encuentro ya lo había anunciado ese centro. La muerte la encontró en Nueva York, meses antes de la cita, el 25 de mayo.
El Centro de las Artes de San Agustín (CaSa) también se une al homenaje con una exposición de imágenes de la fotógrafa estadunidense que pertenecen al acervo donado por Francisco Toledo al Instituto Nacional de Bellas Artes.
La idea para la exposición en el CaSa es mostrar algunos de los temas principales en la obra de Mark, como la pobreza, el circo, los animales, pero también añadir una segunda dimensión: su propia voz, explica Daniel Brena, quien realizó la curaduría de las exposiciones en los dos espacios culturales.
Los textos que acompañan la muestra, detalló, se componen de entrevistas y algunos de la fotógrafa,hablan de su insaciable curiosidad que tenía por explorar el mundo; cómo la fotografía le permitió conocer a las personas que la rodeaban, lograba ver ironía y misterio en lo cotidiano.
Escultura dedicada a Mary Ellen Mark (1940-2015), creada por Francisco Toledo en el Taller Canela, en San Agustín Etla, con el maestro ceramista Claudio Jerónimo López. La obra permanecerá en la entrada del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (CFMAB)Foto Marcel Rius/ cortesía del CFMAB
Mirada de preocupación social
Nacida en Filadelfia en 1940, Mary Ellen Mark documentó en blanco y negro la realidad con una mirada de preocupación social. Publicaciones como Life, The New York Times, The New Yorker, Rolling Stone y Vanity Fair dieron espacio a sus series de ensayos y retratos, además de que sus imágenes han sido reunidas en numerosos libros.
Por décadas viajó por el mundo y dejó el reflejo de un alto humanismo en sus impresiones, que la convirtieron en una de las fotógrafas más influyentes. Los circos en India o en Oaxaca, perros vestidos con tutú en Vietnam, gigolós en Miami y niños en situación de calle en Seattle son algunos de los personajes que habitaron su lente.
Vi que mi cámara me daba una conexión con otros que nunca había tenido. Me permitió entrar en vidas diferentes, satisfacer una curiosidad que siempre estuvo allí, pero que jamás había explorado. Ese día me di cuenta de que el mundo estaba abierto para mí, se lee la voz de la fotógrafa en el CaSa, en la exposición en la ex fábrica de textiles en San Agustín Etla.
Oaxaca, la que consideró su segundo hogar, también fue lazo de su relación con Francisco Toledo, con quien no sólo intercambió fotografías y libros por grabados, sino que construyeron una amistad en esos años de visitas.
El artista lamentó el fallecimiento de Mary Ellen ocurrido en mayo de 2015 y afirmó que hizo una gran aportación a Oaxaca gracias al movimiento fotográfico que generó, además de que daba becas a jóvenes de escasos recursos para los talleres que costaban miles de dólares.
La vamos a extrañar, consignó La Jornada las declaraciones del pintor y grabador, quien la recordó en su amor por la ciudad, donde se le veía caminar de día y de noche, además de que siempre llegaba con sus perros, a los que parecía prestar más atención que a las personas.
Una amante de los animales quedó en la memoria de Toledo, quien contó que un par de días antes del deceso de la fotógrafa, murieron sus dos perros, quizá se debe a que ella quiso llevarlos consigo al más allá.
Ahora la acompañan en Oaxaca, en una urna de barro formada y moldeada al calor de la ciudad que amó.