“La mayor apuesta de mi novela es el lenguaje”, afirma el joven escritor mexicano, quien charló con Excélsior acerca de su más reciente título: Nuestro mismo idioma
MARIO ALBERTO MEDRANO. Excélsior.
CIUDAD DE MÉXICO.
Nuestro mismo idioma (FETA, 2015) narra la historia de tres protagonistas, Marina, Tomás e Itzel, que son la representación de tres distintas generaciones en la búsqueda de una identidad. Esta primera novela de Alejandro Espinosa Fuentes muestra un choque cultural y, también, un diálogo con el desencanto.
“Intenté que la novela fuera una combinación entre la estética elaborada de la prosa y el contenido de la trama; sin embargo, sí hay un privilegio hacia el idioma, sí busca en el lenguaje, de una forma arqueológica, encontrar una esencia que permita a los personajes comunicarse, porque el conflicto de los protagonistas es que están incomunicados. Cada uno de ellos, con sus armas, encuentran en las palabras su medio de expresión.
“Sí, considero que la mayor apuesta es el lenguaje, pero, al no ser una novela de tramas tensas o de buscar un culpable, porque en la novela no importan los culpables, también es fundamental el conflicto existencial de cada protagonista”, comentó Espinosa Fuentes.
Para su autor, esta novela requiere de la participación activa del receptor, “porque el narrador es poco fidedigno, no teme engañar al lector con alguna treta, ya que se aproxima al flujo de conciencia de los personajes e intenta narrar desde una aparente tercera persona, pero no sabes si tal frase o juicio lo quería decir el personaje o es el narrador quien quiere develar algo de los protagonistas.
“Para mí fue un reto esta voz narrativa, ya que la mayor parte de mis narradores los concibo en primera persona, y suelen ser muy conjeturales y en suma subjetivos; en esta oportunidad me plantee hacerlo omnisciente, pero un omnisciente al que no todo le está permitido, un poco inspirado en creadores como Gombrowicz o Kafka, cuyos narradores están muy pegados tanto a los movimientos físicos como a las ondulaciones del personaje, pero justo cuando crees que están muy unidos, el narrador se separa de ellos”, dijo.
Dentro de esta obra destaca la presencia del joven poeta Horacio Acevedo, quien será un hilo conductor entre los tres protagonistas. Respecto a la genética literaria de Acevedo, Espinosa dijo que este joven creó un mundo ficticio, “el cual es una descarga poética que empecé a elaborar en una etapa de mi vida que yo llamé ‘la era del balbuceo’”.
“Decidí confeccionar el mundo privado de un poeta, pero que no era un mundo mío, era, más bien, una conciencia ajena que se iba infiltrando en mis pensamientos. En aquellos años leía la obra completa Phillip K. Dick, especialmente la novela Ubik, la cual me impactó muchísimo, porque era un caos publicitario y metafísico, entonces esta lectura me dejó flashazos cuasi-epilépticos que empecé a expresar por medio de estos balbuceos, que son el mundo Acevedo, los cuales, además de ser poemas en esencia surrealistas, desembocaron en un discurso político. Toda esta atmósfera fantástica es una conciencia impostada cuyo único receptor es la placa de titanio que Marina Henestrosa tiene en el cráneo, porque el Mundo Acevedo es, al final, un proyecto fallido, del cual sólo Marina tiene el ‘evangelio’ para escucharlo”, explicó.
Al cuestionarlo acerca del ambiente “en norteño” de la novela, comentó que definitivamente no es una apuesta publicitaria.
“Tiene más que ver con la búsqueda de las raíces, porque pese a que soy del Distrito Federal, toda mi familia es de Saltillo. El norte me interesa más que como narco, como oasis roto, es decir, como recuerdos rotos. Un paraíso infantil, un patio de juegos, el aprender acerca de mi familia; sin embargo, en el siglo XXI esta infancia se ve anulada, hostilizada por las presiones políticas y bélicas que sumieron a Saltillo en un caos, en un miedo que antes no era característico”, finalizó.