La Jornada.
Nunca antes en mi vida había visto dibujos como los que estoy mirando, y lo que los vuelve sin precedente –en todo caso para mí– es la experiencia de vida con la que están impregnados.
No describen ni ilustran esta experiencia: simplemente están plenos de ella.
Históricamente hablando, puede ser que esta experiencia tampoco tenga precedente. La historia, pese a lo que dicen los editorialistas, sí hace surgir nuevas formas del sufrimiento.
¿Cuál es esta experiencia de la que están llenos estos dibujos? Es una forma de la entereza, una entereza que es habitual, común e interminable. Una entereza áspera. Una que está presente en cada uno de los cuerpos que circulan, como en el torrente sanguíneo de esos cuerpos.
Las manos y las figuras de los cuerpos le toman el pulso a la entereza del alma. Los rostros de los cuerpos no intercambian posibilidades, porque con sus ojos cerrados todos enfrentan el mismo muro. Las bocas de los rostros simplemente no se abren porque no hay más palabras que pronunciar.
Su silencio me hace pensar en las bocas inmóviles de las estatuas. Pero las figuras no son estatuas; tienen una vida que espera y a la vez se volvieron viejas. Son juveniles y seniles.
¿Dónde se encuentran? ¿En el espacio de una sala de espera en la oficina de una corte judicial o de un juez que ha desaparecido, o en ninguna parte?
Sus ropajes son mortajas; sus labios están tan tibios como los nuestros. Están en la nada.
La serie a la que pertenecen estos dibujos se titula Plomo sobre papel. Plomo, como el plomo de un lápiz. Y plomo como el nombre de uno de los metales más pesados.
Estos dibujos fueron realizados recientemente por la artista siria Randa Maddah. Ella nació en 1983 en un poblado druso conocido como Majdal Shams, justo en la línea de cese al fuego que corre por las Alturas del Golán, que alguna vez fue parte de Siria y que ahora está ocupada ilegalmente por Israel desde 1967. Hoy las fuerzas israelíes controlan esa área. A pesar de esto, Randa Maddah vive y trabaja ahí.
El robo metódico e implacable del territorio del pueblo palestino, sustraído de debajo de sus pies, ha ocurrido durante 80 años, y el desagravio de esta injusticia criminal es más remoto de lo que nunca antes ha sido.
La tierra natal palestina está en un No Lugar. Estos dibujos son un mapa de ese No Lugar.
Febrero de 2016
Traducción: Ramón Vera Herrera