Carolina Mejía. Algarabía
Antonio de Oliveira y Salazar murió creyendo que su régimen perduraría...
Sus seguidores y cuidadores no tuvieron el valor para informarle que el pueblo que había sometido dictatorialmente durante treinta y seis años por fin decidió rebelarse contra su gobierno, enarbolando las armas y los claveles que dieron el nombre a esta revolución.
Bajo régimen paternalista
En 1932 Portugal atravesaba una crisis política y social y todas las miradas se volvieron hacia el único hombre que parecía tener respuestas. Antonio de Oliveira Salazar, un abogado experto en economía que ya había sido Ministro en esa misma rama de su país, parecía el hombre adecuado para tomar control sobre la situación.
Oliviera ideó el Estado Novo, un proyecto económico para sacar a Portugal de la crisis y fortalecer su economía. El nuevo gobernante rápidamente asentó su poder mediante la fusión de todas las fuerzas políticas en un solo partido: Unión Nacional. También se escribió una nueva constitución que definía Portugal como una república corporativa – la única en su tipo a nivel mundial- y condicionaba el voto al pago de un impuesto especial.
Oliviera gobernó durante 36 años y no había una sola decisión en su administración que se pudiera tomar sin su consentimiento.
Bajo estas medidas, de forma notable él logró mantener a Portugal aislado de la devastación que trajo la Segunda Guerra Mundial, brindó su apoyo a los Aliados aunque sin expresar abiertamente su compromiso con estos países, ni realizar acciones militares a su favor, lo cual permitió que la otan aceptara a Portugal como miembro en 1949, a pesar de constituirse como una dictadura.
A pesar de no participar en este conflicto global, Portugal sostuvo varias incursiones armadas para conservar el poder sobre sus colonias africanas. Poco a poco estos constantes conflictos drenaron las finanzas nacionales y comenzaron a despertar el descontento entre los militares.
Tal como en otros regímenes totalitarios de la historia, la oposición fue reprimida, pero a diferencia de otros dictadores, Oliviera no utilizó al ejército para la persecución y nunca eliminó a sus críticos de manera pública. Él se apoyó en la Policía Internacional y de Defensa del Estado (pide), esta fuerza judicial se enfocaba en acosar a la oposición con prácticas como la retención de pasaportes, la apertura de correspondencia y la tortura en bases clandestinas. Oliviera autorizó a esta fuerza policial secreta a tomar medidas extraordinarias contra los derechos humanos como la detención de sospechosos por 360 días, sin presentar cargos en su contra.
En 1968 el gobierno de Oliveira terminó abruptamente. Mientras disfrutaba de unos días de descanso cayó de su silla y el golpe que recibió en la cabeza lo incapacitó durante el resto de su vida. Después de su muerte Marcelo Caetano ascendió al poder e intentó continuar la política del Estado Novo.
Izquierda romántica
Desde 1973 en el ejército portugués se conformaba un grupo clandestino llamado Movimiento das Forças Armadas (mfa). Después de un año de planeación y conspiraciones, los militares se levantaron en armas contra el Estado Novo en un suceso conocido como el Levantamiento de las Caldas. Su rebelión fue reprimida y la persecución de opositores recrudeció.
El general Antonio de Spínola publicó Portugal y el futuro (1974), una obra en la que proponía convertir a las colonias en un sistema federal de territorios. Su crítica provocó que fuera destituido de su cargo como subjefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas pero sus ideas ya habían encendido la mente de los elementos izquierdistas de las fuerzas armadas.
En la madrugada del 25 de abril de 1974, sonó en el radio Grandoloa Vila Morena, la letra del compositor portugués José Alfonso que hablaba de una tierra construida en las bases de fraternidad e igualdad, y por ello había sido prohibida por el régimen, aunque posteriormente fue elegida por los militares como señal secreta para iniciar la revolución.
Conoce también el amor que alimentó la rebeldía
A la mañana siguiente, cuando Celeste Caiero llegó al restaurante donde trabajaba como mesera, su jefe le ordenó regresar a casa debido a la presencia de tropas en las calles. El jefe le ordenó a las meseras llevarse las flores que había en el establecimiento y Celeste tomó un ramo de claveles rojos y otro de blancos.
Celeste no quería regresar a casa, no sin antes saber que estaba pasando con exactitud. La joven camarera se acercó a un soldado, quién le explicó lo que estaba sucediendo.
Las tropas habían montado guardia en las calles toda la noche y los hombres estaban cansados.
El soldado le pidió un cigarro a Celeste y ella, a falta de tabaco, le ofreció uno de los claveles rojos. El soldado aceptó de buena gana y colocó la flor en el cañón de su escopeta.
El gesto espontáneo se generalizó como símbolo del carácter pacífico de la rebelión. Otras floristas repartieron su mercancía a las tropas, que las colocaron en sus armas o las sujetaron a sus uniformes. Sin saberlo Celeste le dio nombre a la revolución y creó una identidad para el movimiento.
Trascendencia
El ejército y el pueblo se unieron bajo el símbolo del clavel rojo y después de un breve cerco, Marcelo Caetano se vio obligado a renunciar. La Revolución de los Claveles obtuvo su nombre de las flores que los soldados colocaron en los cañones de sus armas, y que el resto de la población que se manifestaba prendió en su ropa al salir a marchar a las calles.
El final de la dictadura había llegado, pero el tiempo venidero se mantuvo lleno de tensión. Durante los dos años siguientes tendría lugar el Proceso Revolucionario en Curso, una pugna entre las fuerzas políticas del país.
La democratización de Portugal fue lenta pero poco a poco se vieron los beneficios de la Revolución de los Claveles. En 1975 se dieron las primeras elecciones y se liberaron las colonias de Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Cabo Verde y Santo Tomé y Príncipe. Fue así como Portugal comenzó un largo y accidentado proceso hacía la democratización.