Crédito y débito son vocablos que aprenden los jóvenes, dice Nuccio Ordine a La Jornada
Escuelas y universidades incumplen con formar hombres y mujeres libres, capaces de resistir el fuerte consumismo que nos rodea, sostiene
Es autor del agudo manifiesto La utilidad de lo inútil, en el que lanza una severa crítica al sistema educativo occidental y lo califica de corrupto
La gran corrupción de nuestros tiempos es hacer creer a las nuevas generaciones que la dignidad del hombre es la cuenta que se pueda tener en un banco. Eso no es cierto. Lo que forma a un hombre son los grandes valores que podamos abrazar, considera Nuccio OrdineFoto Jesús Villaseca
Mónica Mateos-Vega. Periódico La Jornada
Escuelas y universidades debe-rían enseñar a los estudiantes a ser hombres y mujeres libres, capaces de razonar por sí mismos y resistir al fuerte consumismo que nos rodea, pero hoy no se cumplen esas funciones porque las instituciones de enseñanza están al servicio de un mercado.
Así lo considera el filósofo italiano Nuccio Ordine (Calabria, 1958), autor del agudo manifiesto La utilidad de lo inútil, que en 2013 lanzó en Europa una severa crítica al sistema educativo occidental, al que califica de corrupto.
En entrevista con La Jornada, Ordine explica que sus argumentos han sido bien recibidos en muchos países porque estamos pasando, en todo el mundo, por momentos muy difíciles para la vida de la educación en general, la cual es víctima del mercado; pero soy optimista, porque creo que la cultura es una forma de resistencia contra el utilitarismo.
El autor dice que en México, Brasil o cualquier nación de Europa “exigimos a los adolescentes que digan cuál es la profesión que elegirán cuando sean grandes, en lugar de pedirles que comiencen a leer para formarse una cultura, para ser mejores personas. Les decimos que hay que estudiar para tener una profesión para ganar dinero, ¡esa es una gran forma de corromper a alguien!
“Las dos palabras que aprenden los jóvenes en la universidad son crédito y débito. El lenguaje nunca es neutral, si elijo decir a los alumnos que al hacer un examen o estudiar a un autor van a ganar créditos es muy peligroso, pues significa subordinar los estudios a obtener un beneficio, en contra del papel que las escuelas deberían tener, que es exactamente lo contrario: hacer comprender a los alumnos que la única finalidad de estudiar es la formación de ellos mismos, como personas libres.
Pero las universidades cada día se transforman más en empresas que venden diplomas, y los estudiantes son considerados clientes que los compran.
Comportarnos como el colibrí
Un solución a esa tendencia, ni el oráculo de Delfos la podría pronosticar, añade Ordine, pero considera que una posible respuesta sería factible si todos entendieran la metáfora que planteó el novelista Andrea Camilleri durante una conferencia que ofreció en Roma hace algunos meses: “Un día se declaró un terrible incendio en la selva, todos los animales salieron de allí corriendo, incluso el rey, el león, quien de pronto vio a un pequeño colibrí volar en dirección a las llamas. El león le gritó ‘¿qué haces, estás loco?’, y el colibrí le respondió: ‘llevo una gota de rocío, voy a intentar sofocar el fuego’. Cada uno de nosotros se debería comportar como el colibrí, porque nuestra gota es muy importante”.
Es por ello que Ordine defiende el papel de los maestros en el proceso de transformación de una sociedad. “Al igual que un buen libro, un profesor puede cambiar la vida de un estudiante. Todo el tiempo digo a mis colegas que ser maestro no es un trabajo, pues enseñar es una vocación.
“No obstante, en la actualidad los sistemas burocráticos de la educación no permiten a los profesores preparar buenas clases porque se les exige participar en reuniones estúpidas e inútiles para alimentar el círculo de la burocracia, para llenar papeles a diestra y siniestra, hacen juntas en las que nadie está interesado, utilizando un tiempo que los maestros podrían ocupar en preparar bien sus lecciones, para entusiasmar a sus estudiantes.
Goethe decía que un profesor que no tiene pasión no puede transmitirla a sus alumnos. Por eso, un maestro que no enseña con pasión comete un crimen, mata la posibilidad de que los jóvenes se entusiasmen por el conocimiento en general.
De visita en México invitado por la Universidad Iberoamericana para participar en el ciclo Seminarios de Reflexión Universitaria para profesores 2016, con el tema El papel del humanismo en la formación universitaria: la utilidad de lo inútil, Ordine, quien es también uno de los máximos estudiosos del Renacimiento, afirma que en el transcurso de la historia “la ignorancia siempre ha reportado gran beneficio para quien tiene el poder. Maquiavelo decía que el mundo está dividido entre las personas que saben y las que no saben; las primeras son las que tienen el poder, las segundas son sus esclavos.
“Es por eso que quienes están en el poder no desean que las personas razonen de manera autónoma, pues una sociedad de gente cultivada aumenta la posibilidad de criticar al poder, de exigir un cambio. La gran corrupción de nuestros tiempos es hacer creer a las nuevas generaciones que la dignidad del hombre es la cuenta que se pueda tener en un banco. Eso no es cierto. Lo que forma a un hombre son los grandes valores que podamos abrazar.
“Hay una frase de Albert Einstein que siempre ha orientado mi vida; un día la recorté de un periódico y la pegué en un muro de mi habitación de estudiante universitario, dice: ‘sólo una vida vivida por los demás merece la pena ser vivida’. Eso es lo más importante que podemos aprender, que estamos ligados a la humanidad. Los pequeños intereses personales no son nada. No somos hombres si pensamos de manera individual. Sólo soy un hombre si mi vida puede ser útil a otros.
“Lo mismo dice el poema del inglés John Donne (1572-1631), que inspiró el título del libro de Ernest Hemingway (1899-1961): ‘Ningún hombre es una isla entera por sí mismo./ Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo./ Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,/ como si fuera un promontorio,/ o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia./ Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,/ porque me encuentro unido a toda la humanidad;/ por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.’
Esto es lo que nos deben enseñar la escuela, la cultura, el arte, que la solidaridad humana, es decir, el sentirse una pequeña parte de un todo, es lo más bello que se puede comprender, concluye el filósofo.
El manifiesto La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine, traducido al español por Jordi Bayod, editado por Acantilado, acompañado por un ensayo de Abraham Flexner, se encuentra ya disponible en librerías del país.