Excélsior
JUAN CARLOS TALAVERA
El autor iraní, quien llegó a refugiarse a México en 2012, charla con Excélsior acerca de temas como exilio, guerra, libertad, muerte, amor y hasta el canto del invierno
CIUDAD DE MÉXICO.
El iraní Mohsen Emadi (1976) dice a Excélsior que quiere plantar semillas de placer en el cuerpo de la muerte. Su poesía es eso, dice, semilla que hurga en el dolor de sus muertos para arrancar el placer de la palabra y la metáfora, tal como lo lleva a la práctica en su poemario Abismal. Antología, su primera antología en español donde habla sobre amor, guerra, muerte, noche y el canto del invierno.
Se asume como heredero de Antonio Gamoneda y Juan Gelman, de la poesía checa y finlandesa, así como de la tradición popular y Las mil y una noches. La poesía, dice, es la parte más radical del pensamiento, un antídoto contra el dolor y los desastres. “¡Estamos en deuda con la poesía! Y estoy seguro que muchos desastres y guerras son consecuencia de la falta de poesía, y no de narrativa”.
Abismal. Antología es el resultado de dos décadas de trabajo, donde cada verso es una aproximación a la muerte que lo lleva a combatir al lenguaje y a recordar el significado de su geografía, sin olvidar que el amor y la poesía necesitan de un ingrediente imprescindible: la rebeldía.
“Hoy necesitamos de la poesía para curarnos; un mundo sin poesía produce desastres humanos. Basta pensar que la amistad es un concepto poético, igual que el amor, por lo que muchos sentimientos humanos que admiramos son poéticos. Así que la poesía construye humanidad y hoy podemos decir que el concepto de amor no es el mismo después de la poesía de Pablo Neruda”.
¿Por qué en su poemario afirma que cuando el poema pisa la calle los adjetivos se desvanecen? “Para mí la parte más radical del pensamiento es la poesía. La poesía es nacimiento de la palabra. La poesía no es literatura, y en esto estoy de acuerdo con Gamoneda: la poesía es llegar al punto del nacimiento de la palabra”.
¿Se refiere al significado primigenio de las palabras? “Digamos que con la poesía el sentido y el significado de la lluvia o de esperar un autobús pueden cambiar totalmente. Por eso siempre cito un fragmento del poeta surcoreano Ko Un, quien escribe lo siguiente: “Muchos piensan que recuerdan el año pasado y otros sienten que pueden ver mil años en el futuro. En una estación del viento estoy esperando el autobús”. Pero este poema une la definición de presente con el extremo de mil años de profecía y vuelve a su punto de partida para redefinir la espera de un autobús”.
¿Es el poeta un hombre de todos los tiempos? “Diré que la poesía es la única cura que tenemos frente a la enfermedad del lenguaje. El lenguaje, para mí, es enfermedad. Todos enfermos. Sin embargo, hay que recordar que cuando nace el lenguaje nace la poesía, como cuando nace un veneno y su antídoto”.
AMOR y pecado
Emadi confiesa que era un fanático islámico que rezaba todos los días y acudía a la escuela de ciencias islámicas hasta que dominó el Corán. Al mismo tiempo escribía poesía. A los 12 años fue ganador de concursos nacionales. Pero cuando cumplió 16 su vida recibió una sacudida que cambiaría su destino”.
“Tenía 16 años cuando me invitaron a un festival al oeste de Irán. Me fui en camión y allá me enamoré de una chica de familia marxista. Yo no sabía qué era eso y pensaba en eso como un pecado. De repente ese pecado definió toda mi vida y abandoné el fanatismo para empezar otra manera de lectura y abrir mi horizonte”.
¿Por eso celebra el amor en Abismal? “¿Cómo no celebrar el amor cuando radicalmente cambia tu ser? Mis compañeros de entonces se convirtieron en poetas gubernamentales. Yo podría ser uno de ellos. Pero tuve suerte de encontrar el amor y abandonar todo; el amor nunca se ha llevado con la cobardía. El amor y la poesía necesitan de la rebeldía, de la liberación”.
¿Qué le pasó a ese poeta rebelde de 16 años? “Me echaron de mi familia y debí dejar la casa o... me matarían. Tuve que dejar a mi primer amor y así fue mi primer exilio, que no comenzó cuando dejé Irán, sino cuando dejé mi primer amor. Desde entonces nunca fui bienvenido en la sociedad poética iraní. Pero el amor me cambió y a partir de entonces pude leer a los poetas prohibidos como Federico García Lorca, entre muchos otros”.
¿Alguna vez tuvo un arma en sus manos? “Sucedió cuando tenía seis años. Era el tiempo en que se enfrentaba la guerrilla y el gobierno. Un día mi padre me llevó a la mezquita donde las fuerzas gubernamentales se reunían. Ahí vi un rifle Kalashnikov, lo tomé y lo puse en mi cuello. Sí, estaba jugando. Pero es muy metafórico que mi primer acercamiento con un arma haya sido hacia al suicidio. Entonces llegó un hombre y me gritó, porque el rifle estaba listo para disparar”.
Hacia los años 90 Emadi fue alistado al servicio militar y cuando comenzó la Guerra del Pérsico fue reunido, con sus amigos, por si fuera necesario que enfrentaran a las fuerzas estadunidenses.
¿Alguna vez tuvo que asesinar? “¡No! Y seguro nunca lo hubiera hecho. Me pregunto cómo es que la gente puede asesinar con esa facilidad”.
¿Es usted pacifista? “No, pero tomar armas tiene su punto, porque hay momentos donde no hay salida. Por ejemplo, admiro la resistencia de los kurdos. ¿Qué hacer cuando encierran a 19 kurdos en una jaula y después les prenden fuego? ¿Luchar pacíficamente? Pienso que la resistencia sin violencia es algo que venden los mercados. La resistencia empieza con las palabras. Por eso existe la poesía.”
¿No coincide con la idea de que el libro es un arma? “Es difícil decirlo. Un arma tiene su sentido. Estoy de acuerdo en que la poesía es un arma cargada, pero es diferente su lucha. Las armas son más radicales y se utilizan para otros efectos”.
Emadi llegó como escritor refugiado a la Ciudad de México en 2012. Hoy vive en Malinalco, ciudad que le ha fascinado por su tradición, sus ruinas arqueológicas y las distintas maneras de contar el mito de La Llorona. También traduce El libro de las maravillas y Los ensayos de Shams Tabrizi y trabaja en una antología visual de poetas internacionales.