EXCELSIOR
LUIS CARLOS SÁNCHEZ
El fotógrafo español, quien pertenece al colectivo La Troupe, compartirá en México su experiencia editorial
CIUDAD DE MÉXICO
El fotolibro ha permitido al español Gonzalo Golpe (1975) regresar a los orígenes de la creación de la imprenta. Él es una especie de multiinstrumentista que ha experimentado en distintas disciplinas artísticas, pero que encontró en la edición la verdadera vocación humanista: “me gustaría que los editores entendiesen que nuestro trabajo es de servicio; un editor hace algo que lo conmueve y entiende que ese algo debe ser compartido con otros, lo que hace es poner en juego todos sus recursos para que eso llegue a más gente”, dice.
Golpe es hoy uno de los más reconocidos editores independientes de fotolibros en España. Pertenece al colectivo La Troupe, que congrega en Madrid a profesionales del sector editorial y expositivo; ahora está en México para participar en el programa Hydra+Fotolibros, que incluye una conferencia en el MUAC junto con el británico Bruno Ceschel. En entrevista habla de las ventajas de ese nuevo formato editorial que está “choqueando” al mundo y de las transformaciones que ha producido en la forma de ver el mercado editorial.
Antes que otra cosa, afirma que trabaja con autores, no con artistas: “un fotolibro es la manifestación de un autor a través del pase de páginas, esa manifestación se hace por una secuencia de imágenes y siempre es un trabajo de autor. Eso es lo importante, un catálogo es una secuencia de imágenes, pero no con un criterio de autor, con un criterio ajeno al autor, que es el del editor, el comisario, quien sea, lo que me interesa precisamente del fotolibro es que es una manifestación de autor”.
Las posibilidades tecnológicas, sobre todo el abaratamiento de los costos de impresión y la necesidad de espacios (Golpe lo llama el vacío que está en el origen de toda creación), dieron pie a la irrupción del fotolibro. Hoy se ha convertido en un medio complejo para contar historias cuya creación desata reflexiones sobre la autopublicación, la imagen o la necesidad de revalorar al autor frente al lector.
En el fotolibro, dice el editor, “ya no es la exposición de lo importante, ya no son las imágenes sueltas; es una maduración del propio trabajo fotográfico. La foto está madurando a través del fotolibro y me parece que hoy en día es una disciplina dentro de la fotografía, quizá lo más vivo que hay dentro de la fotografía. Eso está de alguna manera ‘choqueando’ a todo el mundo y están creciendo los proyectos, están creciendo las editoriales, pues están contando cosas complejas a través de secuencias de imágenes”.
Golpe cree que el mercado editorial acabó arruinando la relación autor-lector y que la autopublicación, como regularmente surgen los fotolibros, permitirá a la edición reencontrar el rumbo. “El libro es un diálogo entre dos personas, el problema es que eso se ha convertido en una actividad empresarial en donde hay mucho dinero, lo que se ha hecho es meter un montón de intermediarios entre esas dos personas. Mi trabajo implica eliminar el mayor número de intermediarios en ese canal”.
Pero producir un libro capaz de establecer una estrecha relación con el lector no es sencillo. “Para muchos el fotolibro es moda, pero el libro te elige a ti; muchos se están subiendo al carro porque se dan cuenta que es una forma de visibilizar su trabajo, pero los fotolibros son muy complejos, caros”, concluye.
¿Dónde y Cuándo?
Gonzalo Golpe y Bruno Ceschel hablarán hoy de su trabajo en la edición de fotolibros. Cita en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), del Centro Cultural Universitario, a las 17:00 horas, como parte del programa Hydra+Fotolibros.