“La pintura de Velasco vive en una reserva inmóvil, que no pertenece al abandono sino al equilibrio, a esa pausa en la que todo cesa y se detiene brevemente, antes de transformarse en otra cosa”, expresó Octavio Paz
Con una amplia producción de cerca de 300 pinturas al óleo, además de acuarelas, litografías y pinturas en miniatura, José María Velasco es uno de los grandes pintores del paisaje mexicano del siglo XIX y que ocupa un lugar relevante en la plástica nacional.
Originario de Temascalcingo, Estado de México, donde nació el 6 de julio de 1840, desde muy joven mostró talento para la pintura. En 1849, su familia se trasladó a la Ciudad de México donde a los pocos meses murió su padre.
José María debió entonces trabajar en el negocio de rebozos de sus tíos y a la par, realizó estudios nocturnos en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, donde fue uno de los mejores alumnos del italiano Eugenio Landesio. Fue en 1858, a la edad de 18 años, que se pudo dedicar por completo al estudio del arte, al conseguir la plaza de profesor de Perspectiva en esa Academia.
Atraído por la botánica, dedicó parte de su tiempo al estudio de esta y otras materias, como zoología, geografía y arquitectura, lo que le ayudó a plasmar con tanto realismo y detalle la naturaleza en sus cuadros.
El impresionismo francés ejerció gran influencia en su trabajo y sus obras, en su mayor parte paisajes, destacan por un marcado acento romántico que busca exaltar la naturaleza, lo cual lo colocó como un innovador en la pintura.
Y es que en esa época, el tema imperante de los pintores en México era la figura humana, así que haber dedicado la mayor parte de sus obras a la representación de la naturaleza, lo llevaron a innovar en ese campo, gracias a su sentido visual, su sensibilidad y sus conocimientos que le imprimieron a sus paisajes una personalidad propia.
En 1889, fue nombrado jefe de la delegación que asistiría a Francia para llevar pinturas de varios autores para ser exhibidas en la Exposición Universal de París y así conmemorar el primer centenario de la Revolución francesa.
En su correspondencia de esa época, señalaba que “los cuadros míos han producido mucho efecto, agradan bastante y se han sorprendido de ver que en México se pueden pintar estas obras que juzgan de bastante mérito (...) Ayer he recibido la Condecoración de Caballero de la Legión de Honor, es una recompensa que me honra mucho y la considero como una gran distinción”.
Su producción profesional se extendió a lo largo de 44 años y entre sus obras más conocidas se encuentran Valle de México, Templo de San Bernardo, Luces sobre el lago y El puente de Metlac.
En 1893 exhibió en la Feria Mundial de Chicago, donde también fue premiado, ya que sus obras son de gran majestuosidad, donde la luz, el color, la naturaleza y la obra del ser humano, tienen un perfecto equilibrio.
José María Velasco hizo de la topografía mexicana un símbolo de identidad nacional, cuyo epicentro es el Valle de México, lo cual llevó al poeta cubano José Martí a escribir “detengámonos y admiremos este naturalísimo paisaje... El Valle de México es la belleza grandiosa; imponente como ella es el hermoso paisaje de Velasco”.
También Octavio Paz señalaba que “la pintura de Velasco vive en una reserva inmóvil, que no pertenece al abandono sino al equilibrio, a esa pausa en la que todo cesa y se detiene brevemente, antes de transformarse en otra cosa”.
Se dice que José María Velasco fue uno de los fundadores del espacio pictórico mexicano e hispanoamericano, ya que sus paisajes encierran una compleja construcción, una ingeniería de perspectivas aéreas, líneas, proporciones, volúmenes y colores difíciles de encontrar antes que él.
Tras una cuantiosa producción pictórica de primerísima calidad, José María Velasco falleció el 26 de agosto de 1912, aparentemente de una angina de pecho y fue sepultado en el panteón del Tepeyac.