El antropólogo mexicano, quien estudió con detalle los pueblos ancestrales y olvidados del país, falleció un día como hoy pero de 1991
LUIS CARLOS SÁNCHEZ. EXCÉLSIOR
Guillermo Bonfil Batalla murió el 19 de julio de 1991, a los 56 años de edad, en un accidente automovilístico. Foto: Especial
En su famoso México profundo, Guillermo Bonfil Batalla (1935-1991) escribió hace ya casi tres décadas: “La historia reciente de México, la de los últimos 500 años, es la historia del enfrentamiento permanente entre quienes pretenden encauzar al país en el proyecto de la civilización occidental y quienes resisten arraigados en formas de vida de estirpe mesoamericana”. El antropólogo usó la composición México profundo para referirse al mundo de los indios, el de los pueblos más ancestrales de la nación y también los más olvidados.
Al conmemorarse hoy su 25 aniversario luctuoso, sus palabras suenan con toda intensidad. La “civilización negada” a la que se refirió, sigue viviendo “sometida a un sistema de opresión brutal que afecta todos los aspectos de su vida y sus culturas” y la ansiada sociedad plural que planteó, está lejos de haber llegado. Bonfil Batalla fue un observador más bien crítico de la realidad social, cultural y política que le rodeaba. Talante que se reforzó en los años juveniles como estudiante de etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, a la que ingresó con 18 años.
Becado por la Organización de Estados Americanos en Bogotá, Colombia, en el Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento (CINVA) en 1957, también se doctoró en antropología por la UNAM (1963-1967) con la tesis Modernización y tradicionalismo. Dialéctica del Desarrollo en Cholula de Rivadavia, que fue aprobada con mención honorífica. Inacabado, murió el 19 de julio de 1991, a los 56 años de edad en un accidente automovilístico. Su vida sin embargo, dejó huella como artífice de múltiples políticas e instituciones culturales y como ideólogo del pensamiento indio, de la cultura popular y del llamado control cultural.
Bonfil Batalla se formó en las ideas de la Escuela Mexicana de Antropología. Recién egresado publicó la revista Problemas Agrícolas e Industriales de México, entre 1958 y 1959. Ya como académico formó parte del Congreso Internacional de Americanistas y de la Asociación Latinoamericana de Antropología, pero también trabajó en el Centro de Bienestar Social Urbano de la SSA, realizó trabajos de antropología en el Instituto Nacional de Nutrición y en el Departamento de Investigaciones Antropológicas del INAH.
Muy joven todavía, a partir de 1962, se convirtió en catedrático en diferentes seminarios en su alma mater y fue Consejero Técnico de la carrera de Etnología (1967-1968). También fue catedrático en la Escuela de Antropología y en la Escuela de Pos-graduados de la Universidad Iberoamericana; en la División de Estudios Superiores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y asesor de Antropología de la División Estudios Superiores de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Junto con otros intelectuales como Rodolfo Stavenhagen, Lourdes Arizpe, Néstor García Canclini o Carlos Monsiváis, Bonfil Batalla se volvió crítico de la visión que buscaba homogeneizar la cultura nacional dejando excluidos a los indígenas. De 1971 a 1976 se convirtió en director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) donde creó el Centro de Investigaciones Superiores que para 1980 se convirtió en el actual Centro de Investigaciones Superiores en Antropología Social (CIESAS).
Además de múltiples artículos escribió los libros Pensar nuestra cultura, Nuevas identidades culturales en México, Simbiosis de Culturas Los inmigrantes y su cultura en México, De eso que llaman antropología mexicana, Culturas Populares y Política Cultural y Conciencia étnica y modernidad. En 1982, creó la que el mismo llamó su “experiencia más enriquecedora y estimulante”, el Museo Nacional de Culturas Populares que hoy depende de la Secretaría de Cultura.
Bonfil Batalla, recordaría en una entrevista que todo comenzó en 1980 cuando pasaba un mal momento. La SEP le ofreció crear un museo de artesanías pero él propuso algo más extenso, que reconociera la existencia de las culturas populares: “Se planteó un concepto de museo más amplio que el de la mera exposición: esta sería sólo el pivote para el desarrollo de una serie de actividades con los sectores involucrados en el proyecto, tanto previas a la misma como participando en su realización, y en programas de radio, ediciones de discos, encuentros, festivales, todo lo que pudiera ayudar a difundir y darle una proyección mayor”.