Julio César Durán. Algarabía
Los inventos que partieron de la fotografía para animar un cuadro fijo tenían suficientes antecedentes para exigir una novedad que impactara a la aburrida clase alta europea.
Desde que interesantes juguetes como el zoótropo llegaron a los ojos del mundo durante la primera mitad del siglo xix, la imagen en movimiento se volvió una representación fundamental de la historia humana y, por supuesto, un reflejo de sus intereses según épocas y latitudes, donde México no ha sido la excepción.
En la época industrial y tecnificada de las burguesías de los lejanos 1800, los inventos que partieron de la fotografía para animar un cuadro fijo tenían suficientes antecedentes para exigir una novedad que impactara a la aburrida clase alta europea.
Conoce el cine antes del cine
Con novedades como el taumatropo y el fenaquistiscopio, que serían tomadas como base, distintos genios de la ciencia convertida en comercio comenzaron una «guerra de patentes» por desarrollar el mejor invento que mostrara fotos vivas.
Las potencias colonizadoras occidentales estaban en pleno auge mecánico.
Así, en los ee. uu. Thomas Alva Edison patentó dos inventos de fotografías animadas: el kinetoscopio —diseñado por William K. L. Dickson— y el vitascopio —inventado por Thomas Armand—; en Alemania los hermanos Max y Emil Skladanowsky inventaron el bioscopio, que registró algunas de las más bellas obras del pre-cine; en Francia, Georges Demeny inventó el célebre cronofotógrafo, etcétera.
Escucha sobre nuestro especial de cine mexicano
Todos ellos, como sabemos, perdieron la carrera ante una máquina hoy sagrada que los superaba a nivel técnico, ya que un mismo aparato conjugaba la filmación, la proyección y la capacidad de copiar el material: el cinematógrafo, de los hermanos Louis y Auguste Lumiére1
Gracias a dicha carrera tecnológica y al entusiasmo por exhibir y ver el material generado por estos inventos, el mundo entero comenzó a registrar y representar estampas que capturaban un fragmento de tiempo.
De este modo los primeros realizadores, con pretensiones más técnicas que artísticas, comenzaron a sentar las bases de lo que se convertiría en lo que hoy conocemos como cine. Pero, ¿en qué momento entra México a cuadro?
México a cuadro
El empresario Thomas Alva Edison hizo llegar a México su kinetoscopio en enero de 1895 con programas de fotos animadas. No obstante que el invento estadounidense llegó antes que el de los Lumiére, la francofilia de Porfirio Díaz —aquel mestizo de mostacho europeizado convertido en dictador— y el hecho de que el aparato sólo pudiera verse por una persona a la vez, le dio la ventaja a la exportación de Louis y Auguste.
El cinematógrafo llegó a México, específicamente a los ojos de don Porfirio, en julio de 1896 con dos enviados de los Lumiére, Gabriel Veyre y Ferdinand Bon Bernard.
Éstos, tras estar en el Castillo de Chapultepec, mostraron la maravilla a la Ciudad de México el 14 de agosto en la calle de Plateros número 9 —la hoy peatonal Madero—, para luego dirigirse a Guadalajara —donde, por cierto, Edison ya había hecho llegar el vitascopio.
Único en el mundo
Según Emilio García Riera, países como Túnez, Argelia, Alemania, Reino Unido, España, Rusia y Japón, entre otros, fueron visitados y filmados por los operadores del cinematógrafo. México fue el único país de América Latina en el que los técnicos de los Lumiére realizaron películas; las 32 vistas que Veyre y Bernard hicieron durante su estancia en México suponen las primeras filmaciones hechas en nuestro país, aún sin considerarlas cine mexicano, donde la obra debutante fue Porfirio Díaz montando a caballo por el bosque de Chapultepec.
Veyre y Bernard abandonaron el país a inicios de 1897, dejando «en pleno porfiriato y durante unos cuantos meses, las bases de lo que sería el cine mexicano, pero también sembraron los gérmenes de algunos temas que habrían de ser constantes a lo largo de toda la historia de la cinematografía nacional»2
Algunos pioneros
Tras la partida de los cineastas franceses, México se convirtió en un lugar fértil para continuar un incipiente negocio de imágenes en movimiento, donde algunos entusiastas hicieron propio el invento europeo.
Por un lado, Ignacio Aguirre fue quizás el primer exhibidor cinematográfico —y competidor del invento de Edison— en México; después de adquirir la novedosa máquina, se convirtió además en el primer realizador mexicano del que se tenga constancia, al filmar Riña de hombres en el Zócalo y Rurales mexicanos al galope, iniciando oficialmente la filmografía nacional. Por otro lado, el icónico Salvador Toscano, quien también comenzó como exhibidor, trajo a la República filmes hechos por la compañía de Edison y de Georges Méliès; más adelante se convertiría en el realizador de cuatro películas que sentaron las bases para Memorias de un mexicano (1950).
La película Un duelo a pistola entre dos diputados en el bosque de Chapultepec, de Veyre y Bernard, fue un primer atisbo del cine de ficción, y generó la controversia de si sólo debería ser permitido filmar sucesos reales o no, dada la confusión que podrían formar en los espectadores
Durante el siglo xx se sumarían algunos nombres más al panorama cinematográfico nacional, por ejemplo, Guillermo Becerril, Manuel Aguirre y especialmente el poblano Jorge Stahl, quien al lado de sus hermanos inició la exhibición en su ciudad natal a muy temprana edad, para más tarde migrar a la Ciudad de México, donde abrirían los primeros estudios.
Ponte a prueba sobre la época dorada del cine nacional
Asimismo, algunos cineastas foráneos se afincaron en México para realizar su obra, como Carlos Mongrand —que filmó en diez ciudades distintas— o Enrique Churrich y Enrique Moulinié, que repitieron la dinámica de iniciar en la exhibición —en Puebla— y más tarde filmar las que pueden considerarse las primeras películas de producción nacional hechas por extranjeros.
Cineastas y estilos
Entre 1901 y 1905 en buena parte de México ya se conocía y apreciaba el cinematógrafo, motivo suficiente para que creadores nacionales como Enrique Echániz Brust, Gonzalo T. Cervantes, Francisco Sotarriba y Agustín Jiménez se integraran al cine mexicano y dieran paso a personajes como Enrique Rosas —conocido por la película fundacional El automóvil gris (1919)— quien fue el primer director de un largometraje gracias a Fiestas presidenciales en Mérida (1906).
En este primer cine de factura más o menos formal, fueron abundantes los temas de actualidad, vistas folklóricas y representaciones de costumbres nacionales, siguiendo la línea positivista que inundó a muchos mexicanos de la época.
Una etapa ya madura vendría con filmes de larga duración —hechos principalmente por los Hermanos Alva de 1908 a 1910— y con un punto importante, la primera obra de cine estatal: Viaje de Justo Sierra a Palenque (1909), para la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, realizada por Gustavo Silva.
Estos orígenes marcarían por completo las maneras y temas del cine mexicano hecho hasta la fecha —rotas en ocasiones muy contadas—. Los primeros filmes ignoraron por completo los temas sociales, situación que cambiaría con la llegada de la Revolución Mexicana.
Nació en la Gran México-Tenochtitlán y es modelo 86. Es egresado de la Facultad de Filosofía de la unam. Fundó www.filmemagazine.mx, proyecto que actualmente co-edita, y trabaja en el área de Difusión de Cineteca Nacional. Afirma que sus poetas favoritos son Kubrick, Wong Kar Wai y Fernando Méndez; los políticos que admira son Charles Baudelaire y Juan Rulfo, y su cineasta preferido es Walter Benjamin.