EXELCIOR
RAFAEL MIRANDA BELLO / ESPECIAL
CIUDAD DE MÉXICO.
“Me interesa mucho pensar la Historia como un gran archivo de ficciones posibles. La idea de que la Historia guarda múltiples historias alternativas cuyas posibilidades el escritor logra elucidar”, señala el narrador Carlos Fonseca (San José, Costa Rica, 1987) en torno a las intenciones literarias de Coronel Lágrimas, su debut novelístico. “Aquí se narra un día del alucinante proyecto de su protagonista, que se ha dado a la tarea de escribir una Historia alternativa de la Ciencia, una suerte de enciclopedia borgeana a través de la cual poder contar —en clave— la historia de su propia vida y del tiempo que le tocó vivir. Creo, en este sentido, que toda ficción es una forma de afrontar la realidad, al igual que toda realidad se ve atravesada por una multitud de ficciones que le dan sentido”.
Considerado por el escritor argentino Ricardo Piglia como su alumno más brillante en la Universidad de Princeton, Fonseca recuerda cómo fue que empezó a escribir esta novela: “yo andaba inmerso en la escritura de otra novela, una novela menos fragmentaria, pero más melancólica. Un día, cansado de la voz narrativa que estaba usando en la novela original, una voz que me parecía demasiado solemne, me senté, tomé cuatro cafés seguidos y, en el furor del momento, decidí esbozar lo que luego sería el primer párrafo de Coronel Lágrimas”.
Ese párrafo inicial, que fija la pauta de tono y modo del libro, sitúa a los lectores en la posición privilegiada de intrusos o espectadores que, por intermediación de la voz de un narrador omnipresente, asisten en vivo a los quehaceres cotidianos e intelectuales del personaje central, en una atmósfera de reality show: “Esa mañana, cuando releí el párrafo, me pareció rarísimo, como si no lo hubiese escrito yo. Creo que escribí Coronel Lágrimas buscando aclarar cuán lejos podía llegar yo con esa voz narrativa, que algo tiene de cámara cinematográfica y algo de cámara de seguridad. Luego entendí que, detrás del acercamiento cinematográfico que marca el primer párrafo, se encontraba también la influencia de un pintor que se había convertido en mi gran obsesión durante la época anterior a la escritura de la novela: Chuck Close. De él había robado la idea de que el retrato de un hombre está compuesto por pequeños pixeles de información. Una vida, como un perfil, está compuesto por pequeñas historias”.
FORMA DE ALMANAQUE
Como un personaje de mil caras, la biografía imaginaria del coronel que protagoniza la novela tuvo su punto de partida en la figura del matemático galo Alexander Grothendieck; sin embargo, Coronel Lágrimas no es una novela histórica, sino que más bien reconoce el papel obsesivo de la memoria en nuestros días, tal como lo explica su autor: “Creo que nuestra época —nuestra era informática o era Wikipedia— se empeña en dejar registro de todo. Es algo que sabía Borges cuando, en sus cuentos, inventó una serie de personajes que encarnan ese deseo de tener ya sea una memoria total o un registro total: el libro que contiene a todos los libros, el hombre –Funes– que recuerda todo lo visto, el punto –el aleph– que contiene a todos los puntos”.
“Nuestra era encuentra un placer absoluto en esta utopía de un archivo total, en el que se encuentran todas las memorias y todos los sucesos históricos. En Coronel Lágrimas me interesaba explorar los límites de esta utopía: quería explorar el momento en donde ese proyecto de la biografía borgeana llega a su límite y colapsa. El momento en el que la obsesión por la historia da paso a la vida privada de un hombre común. A fin de cuentas, todas las historias de Borges —desde El Aleph hasta La Biblioteca de Babel— son historias de grandes fracasos”.
Epopeya intimista que atraviesa el tráfago histórico del siglo XX, la trama deCoronel Lágrimas deriva hacia ciertos episodios que ocurren en México. Al respecto, Fonseca apunta: “me había empeñado en una idea un tanto extraña. Quería escribir una novela que tomara lugar en sitios donde yo nunca hubiese estado. Una novela, por así decirlo, escrita desde la pura información: escrita desde Wikipedia y desde la enciclopedia, desde el archivo histórico y desde las anécdotas que yo recordase. Quería, sin embargo, explorar las formas en las que América Latina podía interrumpir la historia europea del siglo XX. México se impuso así como un posible punto de partida. Un país que nunca había visitado, pero cuya historia me parecía alucinante. En particular, recuerdo que la historia de Maximiliano y de su fallido imperio se mantuvo latente mientras escribía la novela, como la metáfora perfecta de una historia trasatlántica en la que América Latina había logrado ganar la partida. Quedan huellas de esa fascinación a través de la novela”.
Pero además, Coronel Lágrimas respira entusiasmo por la escritura y por el hecho de contar historias, y en su transcurso, Fonseca utiliza múltiples estratagemas narrativas (sueños, recuerdos, cartas, etc.) para dar forma a la novela: “Mientras la escribía, tenía la sensación de que la forma más contemporánea para la novela no era ya el relato lineal y sicológico al que nos había acostumbrado la novela decimonónica, sino la forma dispersa, fragmentaria y múltiple del almanaque o el libro de postales. En la actual era de la información, cuando basta un cut and paste para recontextualizar un dato o una historia, me parece que ese formato del almanaque de curiosidades es muy contemporáneo”.
“Quería escribir una novela que se leyera como un archivo de historias pero que a la vez relatara la pasión privada de un hombre por contar historias. Quería, por así decir, retratar a un hombre que, como Borges, se empeñara en reducir la Historia a una serie de historias, un hombre que buscara reducir el mundo a una pequeña enciclopedia privada”.
Porque si bien el autor costarricense-puertorriqueño no pretendía escribir una novela borgeana, siempre tuvo al escritor argentino en mente: “Me interesaba, más bien, que el protagonista de la novela fuese una reflexión sobre la figura del propio Borges, un alegato a su favor y en su contra. Una suerte de juicio en torno a ese escritor que, como pocos, ha marcado la forma en la que construimos ficciones hoy día”.