Su concepto sobre un dios impersonal no fue para del agrado de muchos de sus contemporáneos. Su lugar dentro de la historia de la filosofía es única en muchos aspectos.
No perteneció a ninguna escuela ni fundó alguna. El célebre filósofo Baruch Spinoza nació el 24 de noviembre de 1632 en Ámsterdam de padres judíos exiliados en España y Portugal hasta que finalmente se asentaron en los Países Bajos.
Baruch Spinoza estudió hebreo y la doctrina del Talmud. Además cursó estudios de teología y comercio, sin embargo siempre se mostró crítico y buscó ampliar sus conocimientos en matemáticas y filosofía cartesiana. Debido a sus lecturas de Thomas Hobbes y René Descartes así como su relación con los cristianos liberales protestantes neerlandeses fue alejándose del judaísmo ortodoxo.
Al morir su padre, Spinoza abandonó sus creencias y criticó la Biblia; fue entonces cuando los rabinos lo excomulgaron y desterraron de la ciudad. En el aislamiento, fuera de la ciudad, se dedicó a pulir lentes para su amigo el científico Christiaan Huygens.
Durante esta reclusión, escribió Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad, De la reforma del entendimiento y un controversial Tratado teológico-político.
En La Haya se le ofreció una cátedra filosófica en la Universidad de Heidelberg la cual rechazó pues prefirió mantenerse libre de cualquier restricción que pudieran aplicar otros teólogos a sus actividades.
Su obra más importante fue Ética demostrada según el orden geométrico que escribió en 1675 pero que se publicó póstumamente en 1677. En esta obra sostiene que el universo es idéntico a Dios, por ello a Spinoza se le considera el mayor exponente del panteísmo. Su filosofía parte de la determinación de Dios con la naturaleza (Deus sive natura).
Para Spinoza solo existía la sustancia divina, esa sustancia que “existe por sí misma” por lo que no necesita de ningún otro concepto para ser comprendido. Fue en extremo racionalista.
Esto significa que, de acuerdo a su filosofía, el Universo está constituido por una sola sustancia que es también su causa, esto es el Deus sive natura.
Spinoza tenía una visión holística, es decir él analizaba las cosas en su conjunto y no en partes separadas. Afirmaba que el hombre al estar dotado de cuerpo y alma se compone de ambos atributos, no son dos entes separados. La comprensión de la realidad se encontraba en entender que su unidad es el todo.
Además, destacó tres formas en que el hombre adquiere conocimiento: el primero, el hombre es esclavo de sus pasiones y solo las percibe e ignora las causas; en el segundo, la razón construye ideas o nociones que permiten a la consciencia acercarse al conocimiento de las causas, lo que permite controlar las pasiones; el tercero, el hombre accede por medio de la intuición, desde el punto de vista de Dios, sin que lo perturben las pasiones individuales.
El filósofo destacó por no pertenecer a ninguna escuela, su pensamiento fue original e independiente.
Esta forma de identificar lo singular y lo eterno o bien la presencia del todo en todo lleva al humano a la única felicidad posible.
En la política, Spinoza rechazó el concepto de moral y declaró: “Dios crea individuos, no naciones”. Determinó que el humano se guía por un principio de autoconservación: lo que el individuo busca en el Estado es la conservación propia, por lo que puede ir contra él en caso de que no cumpla esta función.
Como pensador, Spinoza fue rechazado en su época, pero siglos más tarde, y aún en la actualidad, teóricos y escritores como Shelley y Wordsworth retoman sus textos.
Baruch Spinoza, afectado por la tuberculosis, murió un 21 de febrero de 1677 en La Haya, a los 44 años.