La Jornada
Ciudad de México. La idea de que la escultura en la antigüedad clásica fue monocromática, determinada sólo por el blanco del mármol, es errónea. Tanto los artistas griegos como los romanos se caracterizaron por el empleo de la policromía en sus piezas.
Situación similar prevaleció entre las culturas mesoamericanas con sus obras en piedra, aunque el sentido en el uso del color y su significado en ambas geografías fue muy diferente.
Tal es el aspecto sobre el cual ahonda la exposición El color de los dioses. Policromía en la Antigüedad clásica y Mesoamérica, que será inaugurada este martes 11 de octubre en el Museo del Palacio de Bellas Artes, donde permanecerá abierta al público hasta enero de 2017.
Son 118 piezas, entre originales y replicas, provenientes del mundo grecolatino y de las culturas maya, tolteca, olmeca y mexica, que permiten establecer un diálogo entre dos diferentes estéticas referentes a escala mundial en la historia del arte.
Producida por el Museo Städel y el Liebieghaus Skulpturensammlung de Frankfurt, en cooperación con la Stiftung Archäologie, la muestra llega a nuestro país como parte del Año Dual Alemania-México, bajo la organización del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Es la primera ocasión que se presenta en América Latina, tras haber recorrido 22 países de Europa y Asia, si bien ahora fue adecuada con la inclusión de ejemplos escultóricos del México precolombino, para lo cual se contó con el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
De acuerdo con Julio Rivas, coordinador de la exposición, ésta ofrece la posibilidad de generar un replanteamiento en la forma en que se concibe la escultura antigua, luego de que se demuestra y ejemplifica, por medio de reproducciones y algunos originales, que no estaba desprovista de color, como erróneamente se cree hasta la fecha.
“Aquel supuesto nexo con el pasado, que concebía a la escultura blanca o con ausencia de policromía, no puede sostenerse a la luz de estas nuevas investigaciones que esencialmente nos plantean cómo es que los creadores de estas figuras podían ver el color en sus propias obras de arte”, afirma el especialista.
“En El color de los dioses... hallamos un contraste entre dos cosmovisiones y dos formas de interpretar el significado del color. Podría decirse que en uno (el mesoamericano) el ámbito divino se encuentra presente de manera constante, mientras que en el otro (el grecorromano) el mensaje es mucho más explícito y tangible”.