El caricaturista, fallecido el viernes, fue uno de los tres mosqueteros que utilizaron la pluma para desafiar a la censura, recuerda su amigo Rius. Tras la muerte del dibujante, amigos e investigadores lo recuerdan como un artista que contribuyó con su trazo a expandir la libertad de expresión en México
VIRGINIA BAUTISTA. EXCÉLSIOR
Estoy conmovido, pero consciente de que ya nos tocaba”, comentó ayer desde Tepoztlán (Morelos), entre risas y dolor, el caricaturista Eduardo del Río “Rius” (1934) sobre la muerte de su colega y amigo, desde hace cinco décadas, Rogelio Naranjo (1937-2016).
Mi comunicación con él las últimas veces era para preguntarle si siempre había decidido morirse antes que yo, en plan de broma. Me ganó, ahí me falló, él me había prometido que me iba a avisar cuando se muriera, claro, siempre y cuando yo estuviera con vida. Pero no lo hizo”, agregó con nostalgia.
Él manejaba mucho la muerte en sus trabajos. Tenía un humor muy macabro. Se decía más cabrón que bonito (risas)”, añadió sobre su paisano. Ambos nacieron en Michoacán y los dos dedicaron su vida a la caricatura.
A semanas de cumplir 79 años, Naranjo falleció el viernes a las 22:56 horas, a causa de un paro cardiaco, luego de presentar complicaciones derivadas de una neumonía, en el Hospital Ángeles de Lindavista en la Ciudad de México, según confirmó su familia.
Los restos mortales del cartonista político y dibujante fueron velados ayer en la funeraria Gayosso de Sullivan, y cremados tras concluir el sepelio, hacia las 22:30 horas.
Lo despidieron familiares y amigos como el ilustrador Alejandro Magallanes, los moneros Magú y Boligán, los artistas plásticos Marisa Lara y Arturo Guerrero, la socióloga Marta Lamas y el ex rector de la UNAM y secretario de Salud, José Narro Robles.
Lo conocí desde hace 50 años. Trabajamos mucho tiempo juntos, hicimos varias revistas, viajamos a varios lugares. La comunicación siempre fue muy espontánea entre nosotros. No todos los caricaturistas tenemos una amistad que desarrollamos. Con él, la relación fue más que de colegas, de amigos y paisanos”, explicó Rius.
El autor de Los Supermachos y Los Agachados destacó que Naranjo ya está descansando: “Los últimos años de su vida estaba lleno de enfermedades, de males, de problemas: ya no veía igual. Yo lo regañaba porque todo ese portento de dibujo que desarrolló en su vida ya no se dejaba ver desgraciadamente en su trabajo actual. Los caricaturistas tenemos en nuestra contra que nadie nos jubila. Entonces debemos seguir trabajando como si nada”.
Recordó que ambos pertenecieron a una generación de caricaturistas cuyos trabajos fueron fuertemente censurados por el poder: “Nos tocó poner el cuerpo para que los que venían atrás disfrutaran de un poquito más de libertad de prensa. Nos decían los tres mosqueteros a Rogelio, a Helioflores y a mí”.
En el trabajo de los tres se notó que estaban tratando de abrir brecha para que cambiarán un poco las cosas en el periodismo nacional. “Terminamos con el mito de la figura presidencial y de la Virgen de Guadalupe. Ya sólo nos queda el Ejército Nacional”, añadió.
Rius confesó que la revista que más disfrutó hacer con Naranjo fue La Garrapata. “No me gusta asistir a los sepelios de los amigos. Prefiero recordarlo en los momentos que tuvimos de amistad. Además, por allá, en el más allá, nos vamos a ver al rato”.
MINÓ EL PRESIDENCIALISMO
Egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Naranjo, quien se dedicó a la caricatura desde 1965 y al año siguiente exhibió su primera exposición de dibujo y pintura, “ya está en el panteón, si no de los dioses, sí de los grandes caricaturistas”, dijo a Excélsior Agustín Sánchez González.
El estudioso de la caricatura mexicana desde hace 20 años aclaró que don Rogelio fue mucho más que un caricaturista. “Era uno de los grandes creadores del país. Su impacto tiene dos vertientes: la estética, es un cartonista fuera de serie, sienta una serie de líneas hacia dónde trazar el arte mexicano contemporáneo. Pero, por otro lado, el sentido periodístico que le dio a su obra es fundamental. Es uno de los personajes que van a minar, socavar, el presidencialismo mexicano”.
Detalló que hubo una época en que ni siquiera había caricatura en México, con tantos controles que había. “El presidencialismo mexicano evitó, censuró y prohibió la caricatura presidencial. Y Naranjo fue uno de los grandes autores que, a pesar de la represión, la censura y la autocensura, abre espacios. Es el primero que le empieza a hacer caricaturas a los presidentes.
En México, mucha gente piensa que la libertad de mentarle la madre al Presidente a la primera provocación es común, pero no saben que hubo años en que esta figura era intocable. Naranjo lo logra. Es el primer autor que publica una historia de la masacre de Tlatelolco de 1968 en La Garrapata. Él rompe, a finales del siglo XX, con una belleza paradójicamente, la tragicomedia mexicana”.
El investigador apuntó que la obra del artista gráfico que donó a la UNAM en 2011 un acervo de más de 12 mil dibujos aún debe ser estudiada y guarda muchas sorpresas. “Falta por descubrir su faceta de publicista en la revista ¿Por qué? y sus dibujos eróticos que hizo en 1970 para un calendario, por ejemplo”.
Sobre el caricaturista que publicó su trabajo en los diarios El Día, Excélsior y El Universal, y en las revistas Siempre y Proceso, el “tercer mosquetero”, Helioflores, refirió que “la caricatura y el periodismo en México están de luto. Hasta siempre Rogelio, ¡maestro!... Quedas para siempre en la histórica La Garrapata y en tantos espacios de lucha que compartimos desde 1968”.
La comunidad cultural mexicana expresó ayer su pesar por el deceso del Premio Nacional de Periodismo 1977 y ganador de la Bienal Internacional del Humor de La Habana. El secretario de Cultura federal, Rafael Tovar, mencionó a través de Twitter que Naranjo “aportó a la cultura y a la vida política su calidad como dibujante y su mirada crítica”.
El historietista Bernardo Fernández BEF también expresó que “Naranjo no sólo era un grafista soberbio, además fue un periodista agudo y un crítico feroz”. (Con información de Notimex).