La exposición Después del paisaje. Abstracción en la colección MACG, presenta la obra de 40 artistas
Sonia Ávila. Excélsior
El historiador y curador de arte estadunidense Robert Rosenblum afirmaba que el nacimiento de la abstracción pictórica era el espíritu del paisaje. Y, en cierta medida, lo fue para una generación de paisajistas mexicanos. El grupo encabezado por Gunther Gerzso, Wolfgang Paalen, Luis Nishizawa, Kishio Murata y Mathias Goeritz, en cuyos óleos no figurativos hay claras referencias a la naturaleza, esa que miraban en las montañas y bosques del país.
De ello da cuenta la colectiva Después del paisaje. Abstracción en la colección MACG, que reúne 40 pinturas de artistas que coincidieron no sólo en una época de producción a mediados del siglo XX, sino también en ocupar como motivo escenarios naturales para composiciones abstractas. Trazos no lineales inspirados en la naturaleza. Artistas por los que apostó el doctor Álvar Carrillo Gil al encontrar un grupo por la fusión de lo natural con lo indefinido.
Es una exposición que nace del interés de revisitar y revalorar los potenciales que tiene la colección Carillo Gil. En esta investigación nos centramos en la importancia que el propio Carrillo Gil le dio a la abstracción a partir de los años 50, y apostó por artistas que realizaron vinculaciones concretas con una fuente figurativa, específicamente el paisaje”, explicó Paula Duarte, curadora de la muestra que se exhibe en el Museo Carrillo Gil hasta el 12 de marzo.
Si bien se trata de un recorrido breve, la propuesta curatorial evidencia esa relación estrecha entre naturaleza figurativa y trazos abstractos. Por ejemplo, Gerzso fue definido como un “paisajista abstracto natural” por las pinturas que produjo luego de sus recorridos por las zonas arqueológicas del sur del país. En sala se exhiben Estructuras antiguas (1955) y Paisaje de Peloponeso (1959). Incluso Carrillo Gil relacionó las formas del mundo microbiológico al trabajo plástico de Gerzso en la conferencia titulada Lo natural del arte abstracto, en 1963.
Además la curadora destacó que el coleccionista tenía un gusto especial por el color de las obras de Kishio Murata, que simulaban los jardines de Musashino en Japón. Es el caso del óleo Autumn o Sin título. Mientras que de Goeritz se exhiben trabajos de una carpeta gráfica, propiedad de la familia del artista, en la que investigó las pictografías de las cuevas de Altamira, y de Wolfgang Paalen se muestran óleos de su época conocida como “tempestad florida”, ligada a la exploración de la topografía mexicana.
De la selección de artistas llama la atención el caso de Luis Nishizawa, pues Carrillo Gil adquirió de él sólo una serie de dibujos sobre la observación de las nubes y las piedras. En estas obras es evidente la vinculación entre abstracción y paisaje, lo que único que interesó al coleccionista del pintor, apuntó Duarte. “Este recorrido nos habla también de la manera en que el doctor fue formando su colección y se fue convirtiendo en uno de los coleccionistas más importantes”, añadió Vania Rojas, directora del museo.
Para la curadora, la muestra habla de la manera en que el artista mira su entorno: “En estas obras se vislumbra lo que el filósofo Simmel consideró la naturaleza que es reconstruida por la mirada del hombre que divide y que conforma lo dividido en unidades aisladas en la correspondiente individualidad, paisaje”.