María del Pilar Montes de Oca Sicilia. Algarabía
A qué se debe el sexismo en la lengua.
Cada lengua es reflejo de la cultura que la habla, por
eso encontramos que hay lenguas de distinto tipo, de diferente índole y propósito, de diversa factura y corte.
En este sentido, cada uno tiene características determinadas dadas por la idiosincrasia y la manera de ver el mundo de los diversos grupos humanos.
Los sistemas lingüísticos se diferencian unos de otros porque la cultura que los creó y que los usa es diferente.
El género es un concepto meramente gramatical que no tiene nada que ver con el sexo. La palabra «género» viene del latín generus, que quiere decir: «clase o tipo a que pertenecen personas o cosas».
No deben confundirse los términos género y sexo. Lo masculino o femenino en la lengua no tiene nada que ver con lo masculino o femenino en la vida
Clase nominal
La clasificación de la clase nominal en masculino, femenino y neutro es engañosa. El que el sustantivo silla rija al género femenino: la silla blanca, la silla alta, la silla negra, no quiere decir que sea mujer, ni mucho menos.
En general, los límites de los géneros o las clases de palabras son muy arbitrarios, aunque cada lengua tiene los suyos. En este sentido, términos como masculino, femenino y neutro deben ser entendidos como etiquetas o clasificaciones necesarias para el orden y la memorización de los hablantes.
Los sustantivos epicenos
Son aquellos que tienen forma idéntica para ambos géneros. las palabras testigo y grande pueden estar en masculino o femenino. Lo importante de este concepto es que nos ayuda a dejar claro que no siempre el sexo determina diferencias de género hablando, por supuesto, en términos gramaticales; es decir, que aunque la palabra catarina sea femenina, no significa que sea hembra, puede ser que hablemos de un macho; tampoco decimos «la sapa», «el rano», «el balleno», o «el hormigo».
El género puede significar muchas cosas: números, colores
o clasificaciones propias de cada idiosincrasia lingüística. por ejemplo, en el japonés existe un clasificador que designa todo «lo que es largo» o «con forma de cable o bat».
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El género en otras lenguas
Otras lenguas distinguen un gran número de géneros o clases nominales, como se ve con las lenguas bantúes, en donde el número de clases nominales supera la decena, por ejemplo, para el protobantú las clases principales en el singular son:
La mayoría de las lenguas del mundo carecen de género gramatical, sólo un tercio de ellas usan alguna forma de género gramatical.
En muchas lenguas hay género dual o neutro, como en el griego antiguo, donde encontramos nombres que rigen adjetivos neutros: kalo paidi, ‘niño bueno’ —neutro—, pneuma kalo, ‘espíritu bueno’ o ‘alma buena’ —neutro—, kali gimaika, ‘mujer buena’ —femenino.
Es un hecho que existe discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad y que, por lo tanto, ésta se refleja en la lengua.
El género neutro no comprende a todos los sustantivos que en la realidad no tienen género; de hecho, en muchas lenguas el género neutro casi no se usa y en muchas otras se usa para denominar realidades del sexo masculino y femenino. por ejemplo, en alemán la palabra fräulein, ‘jovencita’, es neutra.
La lengua reflejo de la cultura
Existen aún diferencias salariales entre hombres
y mujeres y en el trato personal en el trabajo, existe desigualdad entre los sexos en cuanto a la distribución de las tareas domésticas y hay violencia conyugal. Es también real el sexismo en la publicidad, en la que la mujer es considerada a menudo un objeto sexual.
Como bien dice el lingüista Ignacio Bosque1 :«El lenguaje puede usarse con múltiples propósitos. Puede emplearse para describir, ordenar, preguntar, ensalzar o insultar, entre otras muchas acciones, y, desde luego, también puede usarse para discriminar a personas o a grupos sociales»,
y agrega: «Nadie niega que la lengua refleje, especialmente en su léxico, distinciones de naturaleza social, pero es muy discutible que la evolución de su estructura morfológica y sintáctica dependa de la decisión consciente de los hablantes o que se pueda controlar con normas de política lingüística.»
Las mujeres aprendemos a hablar como mujeres y
los hombres como hombres.
El sexismo reside en otra parte, no en el uso del género, sino en frases como: «pinche vieja», «vieja golfa», «hijo de puta» o «chava puta», por poner algunos ejemplos al azar, que son pronunciadas como insulto, tanto por hombres como por mujeres, y en muchos estudios ha resultado que en mayor medida por mujeres que por hombres.
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Si la lengua refleja problemas de catalogación como el de «zorro plateado» vs. «vieja zorra» o soltero vs. solterona, o en malcogida, un adjetivo utilizado siempre en relación a las mujeres y nunca en masculino, cuando en la vida real existen tantos malcogidos como malcogidas, es porque realmente la sociedad sigue teniendo ese tipo de conceptualización y porque estigmatiza a las mujeres que son dueñas de su propia sexualidad.