Excélsior
Decenas de poetas, narradores, cronistas, historiadores, dramaturgos, filósofos y críticos de arte han dejado huellas de su obra y pensamiento en este diario
VIRGINIA BAUTISTA
Durante un siglo, las páginas de El Periódico de la Vida Nacional han tenido el privilegio de contar con la colaboración de decenas de autores consagrados >3
CIUDAD DE MÉXICO.
En la columna que la poeta y diplomática Rosario Castellanos (1925-1974) —considerada una de las escritoras mexicanas más importantes del siglo XX— publicó en Excélsior el 14 de octubre de 1967 reflexionaba sobre “Lo que somos, lo que hemos sido”, desentrañando la riqueza de la literatura nacional.
Ésta es la primera de las colaboraciones de la famosa novelista y cuentista que El Periódico de la Vida Nacional ha reunido en cinco libros, que resguarda en su Archivo Histórico. La autora de Balún Canán escribió en Excélsior, la mayoría de las veces cada semana, hasta su trágica muerte ocurrida en Israel el 7 de agosto de 1974, donde fungió como embajadora de México desde abril de 1971.
La también cuentista, ensayista y dramaturga se ocupó de forma magistral de diversos temas: la literatura, la libertad, la paz, la maternidad, la cultura judía, la mujer, la obra de varios poetas y de su hijo Gabriel, a quien dedicó su última columna, titulada “Recado a Gabriel. Donde se encuentre”, que se volvió a publicar a manera de homenaje el 26 de agosto de 1974.
Castellanos es sólo una de las grandes plumas que han escrito en estas páginas, ya sea en la sección editorial o en diversos suplementos, a lo largo de sus cien años de vida, que cumplió el pasado 18 de marzo. Poetas, narradores, cronistas, historiadores, dramaturgos, filósofos, periodistas, artistas, cineastas y críticos de arte han dejado huellas de su obra y pensamiento en este diario. Algunos como colaboradores habituales y otros a través de escritos esporádicos o menos constantes, pero igual de vitales.
Entre la larga lista destacan figuras como Octavio Paz (hoy único Nobel de Literatura mexicano), Daniel Cosío Villegas, Jorge Ibargüengoitia, Josefina Vicens, Jaime Torres Bodet, Vicente Leñero, José Revueltas, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Salvador Novo, Ramón Xirau, Luis Villoro y Carlos Fuentes.
Así también Ricardo Garibay, Maruxa Vilalta, G. K. Chesterton, Mario Vargas Llosa (Nobel de Literatura peruano-español 2010), Emmanuel Carballo, Gastón García Cantú, María Luisa La China Mendoza, Raquel Tibol, Luis Spota, Hernán Lavín Cerda, Rodolfo Stavenhagen, Oriana Fallaci y José Emilio Pacheco.
Imposible mencionar a todos los que han consolidado una tradición y presencia cultural y literaria que comenzó incluso antes de que naciera Excélsior, en su antecesora Revista de Revistas.
Este semanario, adquirido en 1915 por Rafael Alducin, el futuro fundador del diario, publicó en 1916 La sangre devota, el primer poemario de Ramón López Velarde (1888-1921), hoy considerado el padre de la poesía moderna. Esta obra, cuya portada se ilustró con una pintura de Saturnino Herrán, también conmemoró el año pasado su centenario.
El entonces joven López Velarde, que trabajaba como redactor en Revista de Revistas, atrajo posteriormente hacia la página literaria de El Periódico de la Vida Nacional a poetas como Miguel Othón Robledo, Enrique Fernández Ledesma, José Juan Tablada, Manuel de la Parra y José D. Frías.
El investigador Pável Granados detalla en su ponencia “Los poetas y los bohemios”, con la que participó el pasado 16 de marzo en el coloquio Cien años de Cultura y Letras en Excélsior, que el matutino “financió las existencias de esos poetas tan entrañables como olvidados”.
“¿Y el vate Othón Robledo?”, se pregunta. “Ya llevaba mucho tiempo muriendo. En una ocasión, le dijo a sus amigos: ‘Vayan a Excélsior, y digan que ya me morí y pidan una cooperación para mi velorio’. Con lo que recibieron, Othón y sus amigos agarraron una larga parranda”, agrega.
Dos ejemplos más
El dramaturgo y novelista Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) ya cautivaba a los lectores de Excélsior con su ironía y agudo sentido del humor el 24 de enero de 1969, cuando publicó “Para qué sirve la crítica II. Dichos de los siete sabios”. Cada semana, y en ocasiones dos veces en este lapso, el también ensayista y cuentista entregaba sus graciosos análisis sobre la vida cotidiana en la Ciudad de México, la hospitalidad de sus habitantes, el crecimiento poblacional, los proletarios, las enfermedades crónicas, los policías, el cine, la ley, el voto y la literatura.
Nunca dejó de enviar su columna con puntualidad, ni siquiera el medio año que viajó por diversos países de Europa en 1975. Mandaba crónicas de las situaciones que enfrentaba como turista mexicano en el viejo continente y cómo veía la vida en las urbes que visitaba: Londres, El Cairo, Luxor, Alejandría, París, Venecia, Barcelona, Florencia, Milán, Bilbao o Madrid.
El autor de Los pasos de López hizo el 27 de junio de 1975 un corte de caja de su presencia en Excélsior y anunció que se tomaría un descanso de seis meses, lo que cumplió con puntualidad. En el artículo “Mis vacaciones. No me toquen las golondrinas” dice que éste será el último texto de “una serie que comencé en diciembre de 1968, hace seis años y medio. Primero uno a la semana y luego dos, primero en un rincón y luego en la página 7”.
E hizo la cuenta de que había publicado ya 600 escritos y dos mil cuartillas. “Me voy porque me da la gana y regreso dentro de seis meses... Estoy satisfecho con mi columna”, apuntó.
Y el 2 de enero de 1976, Ibargüengoitia anunció su retorno con el artículo “El regreso del hijo pródigo. Fin de vacaciones”, sólo para permanecer hasta el 5 de julio de 1976, pues salió de El Periódico de la Vida Nacional junto con el equipo encabezado por el periodista Julio Scherer.
Otra de las presencias constantes en el matutino centenario fue el escritor, ensayista y editor Emmanuel Carballo (1929-2014), quien para el 14 de agosto de 1966 ya se consolidaba como crítico literario a través de su “Diario público”.
En esta página que se volvió indispensable para las letras en español, que entregó durante tres años, hasta agosto de 1969, analizaba obras específicas de escritores como Carlos Fuentes, Marco Antonio Montes de Oca, Agustín Yáñez, Alfonso Reyes, Torres Bodet, Salvador Novo, Paz, José Revueltas, Alejo Carpentier y José Vasconcelos.
A partir de septiembre de 1969 y hasta abril de 1972, fecha de la última colaboración que resguarda el Archivo Histórico, Carballo hurgó en el mundo de los editores, los distribuidores y los lectores mexicanos, las novísimas letras, pero también en sucesos y personajes como las elecciones en Colombia o el presidente chileno Salvador Allende.
Un universo de creadores igual de prolífico brilló en la sección cultural dominical Diorama de la cultura, que nació el 4 de diciembre de 1949 y duró casi 20 años; en el suplemento cultural Diorama, del 19 de enero de 1969 al 3 de octubre de 1982; y en el suplemento El Búho, que se publicó de 1984 a 1998.
Mención aparte merece la revista Plural, dirigida por Octavio Paz, que apareció bajo su timón en octubre de 1971 y, tras editar 58 números, uno por mes, dejó de publicarse en julio de 1976, dando pie a una segunda época ya con otro perfil. Los proyectos singulares e innovadores que los grandes escritores han echado a andar en Excélsior son uno de los principales legados del periodismo cultural mexicano del último siglo.
Pluma filosa
Jorge Ibargüengoitia nunca dejó de enviar su columna con puntualidad a Excélsior, ni siquiera el medio año que viajó por diversos países de Europa en 1975.