Miguel León-Portilla. Arqueología Mexicana
En diferentes culturas de Mesoamérica, como la maya y la nahua, la niñez y juventud fueron años de sabia y rigurosa formación, tanto en el hogar como en las escuelas. El principal propósito de educar a niños y jóvenes era prepararlos para participar e integrarse en la vida comunitaria.
Como en otras culturas, los años de la niñez y juventud eran también de formación entre los nahuas; primero en el hogar y después en las escuelas. En ambos casos, la educación impartida era muy rígida. Su principal propósito era preparar a niños y jóvenes para participar, de diversas formas, según su sexo, estrato social y capacidad, en la vida de la comunidad.
Desde el nacimiento se pensaba ya en la necesidad de la educación. Por eso, como lo refiere el Códice Florentino, los padres presentaban y ofrecían a sus hijos siendo aún muy pequeños: “Cuando un niño nacía luego lo llevaban, bien sea al calmécac [la escuela sacerdotal], o a telpuchcatli [la casa de jóvenes. Quiere decir que los padres lo prometían allí, lo presentaban como ofrenda para que llegara a ser sacerdote o joven guerrero” (Códice Florentino, lib. III, apéndice IV).
Señalando expresamente que había una cierta movilidad social, en el mismo Códice Florentino se añade que no sólo los nobles podían ofrecer a sus hijos al calmécac, sino también otras personas:
“Los gobernantes, los nobles y otros buenos padres y madres tomaban a sus hijos y los prometían al calmécac y también así a cuantos todos querían” (Códice Florentino, lib. III, apéndice IV).
En tanto crecían los niños que así habían sido ofrecidos en las escuelas, la educación estaba a cargo de los padres y madres en el hogar. Acerca de esto dan amplia información los códices Mendoza y Florentino, principalmente, así como otros antiguos testimonios. Entre ellos sobresalen los huehuehtlahtolli, la antigua palabra, que hicieron copiar fray Andrés de Olmos hacia 1535, y fray Bernardino de Sahagún en 1545.
La vida en el hogar
Casi como en una película, las páginas 58r a 60r del Códice Mendoza presentan escenas de lo que era la vida de niños y niñas desde los tres hasta los quince años de edad. Aparecen esas imágenes en dos columnas paralelas: del lado izquierdo las concernientes a los niños, y del derecho las referentes a las niñas.
El virrey Antonio de Mendoza, primero con tal rango en la Nueva España, encargó a varios tlahcuilos (pintores-escribanos), dirigidos al parecer por uno de nombre Francisco Hualpuyohuálcal, la confección de un códice para enviarlo a Carlos V. En él se le informaría acerca de las conquistas de los varios tlahtoques mexicas, desde Acamapichtli hasta Motecuhzoma Xocoyotzin, así como sobre los tributos que llegaban a México-Tenochtitlan y sobre lo que eran las formas de vida de los nahuas a partir de su nacimiento y a lo largo de toda su existencia.
En lo tocante a la niñez, la serie de pinturas se inicia con las imágenes del padre y la madre teniendo ante ellos, respectivamente, a un hijo y una hija. Tal forma de presentación se mantiene a lo largo de estos folios, o sea hasta que el niño y la niña llegan a la edad de catorce años. En cada escena, además de las mencionadas figuras, se ve qué alimento se ofrecía a hijos e hijas y en qué actividades se iban adiestrando.
Es de notar que, desde los cuatro años, el niño recibía ciertos encargos y la niña comenzaba sus aprendizajes. El propósito, además de la enseñanza, era, como lo expresa el comentario que se incluyó en el códice: “para que, en lo de adelante, mediante los dichos servicios y ocupaciones, ocupasen el tiempo en no estar ociosos, por les evitar vicios malos que la ociosidad suele acarrear” (Códice Mendoza, f. 57v).
La enseñanza y las actividades comprendían, desde los siete años, en el caso de los niños, adiestrarse en la pesca, recoger leña del monte y embarcarse en canoas para traer yerbas y pescados. A las niñas sus madres les ensenaban a barrer, hacer tortillas, hilar y tejer. El códice señala cuáles eran los castigos que se imponían a los descuidados y perezosos: pincharlos con púas de maguey, atarlos de pies y manos, darles de palos, aplicarles humo de chile en la nariz. Además, las raciones de tortillas eran siempre muy reducidas, “porque no se ensenasen a ser tragones y glotones” (Códice Mendoza, f. 59v).
Junto con esto, los padres y madres aconsejaban a hijos e hijas valiéndose de los discursos tradicionales, los huehuehtlahtolli, “antigua palabra”. Se conservan tres colecciones de este género de textos: en el Códice Florentino y en la Biblioteca Bancroft, de la Universidad de California en Berkeley y en la del Congreso de Estados Unidos en Washington, D.C. Esos discursos los pronunciaban padres y madres cuando sus hijos e hijas llegaban a la edad de discreción: cuando eran ya mayorcitos; cuando iban a ingresar en la escuela, y en otras circunstancias importantes de la vida. De algunos huehuehtlahtolli llegó a decir fray Bernardino de Sahagún que “más aprovecharían estas dos pláticas, dichas en el púlpito, por el lenguaje y estilo en que están, mutatis mutandis, que muchos sermones a los mozos y mozas” (Códice Florentino, lib. VI, XIX) Puesto que límites de espacio impiden ofrecer aquí la versión de algunos de estos huehuehtlahtolli, cabe remitir a traducciones que de ellos se han hecho en Huehuehtlahtolli. testimonios de la antigua palabra, estudio introductorio de Miguel León-Portilla y traducción de Librado Silva Galeana, FCE/SEP, México con varias ediciones.
Gracias a los huehuehtlahtolli podemos enterarnos de que los niños y niñas se levantaban muy temprano, vestían con sencillez, hacían oración a sus dioses, ayudaban de muchas formas en el hogar. Todo esto además de obedecer a sus padres en las tareas y formas de aprendizaje que les confiaban.
Miguel León-Portilla. Doctor en filosofía por la UNAM. Miembro de las academias Mexicanas de la Historia y de la Lengua, de El Colegio Nacional y de la National Academy of Sciences, E.U.A. Autor de numerosas publicaciones y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista.
León-Portilla, Miguel, “Niñez y juventud entre los nahuas”, Arqueología Mexicana núm. 60, pp. 22-29.
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