El historiador Carlos Tello Díaz afirma que fue el primer indigenista de México y apoyó la legislación en favor de los trabajadores
JUAN CARLOS TALAVERA. EXCELSIOR
El historiador mexicano Carlos Tello Díaz promueve su más reciente libro Maximiliano. Emperador de México. / Foto: Héctor López
CIUDAD DE MÉXICO
Pocos saben que Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) fue el primer indigenista de México y, quizá, el primer estadista en el mundo que legisló a favor de los trabajadores del país, dice a Excélsior el historiador Carlos Tello Díaz, a partir de la reciente publicación de Maximiliano. Emperador de México, su más reciente libro, donde recupera la vida del emperador y aporta detalles poco conocidos sobre su historia a casi un mes de que se cumplan 150 años de su muerte.
Esto sucedió en 1865, dice el también autor de Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo. La guerra (1830-1867), cuando Maximiliano aprobó una ley que prohibía el castigo corporal de los trabajadores y limitaba las horas de trabajo, que garantizaba el pago de los salarios en moneda de metal, un control sobre los créditos otorgados en las tiendas de raya, además que estipulaba que las deudas contraídas por los padres no podían ser heredadas por los hijos y garantizaba la educación de los peones a cuenta de las haciendas.
Sin embargo, el propio Tello Díaz reconoce que no sólo no mejoró la suerte de los trabajadores del campo, sino que esto acrecentó la hostilidad de los propietarios de tierras hacia la figura del emperador hasta llegar a su fusilamiento, recordó. “La Ley del Trabajo, como tantas otras, inspiradas también por un sentido de justicia no pudo ser hecha valer por las autoridades del Imperio. Así que él no tuvo la fuerza para castigar su violación. En los hechos, los hacendados dejaron de contratar a quienes invocaban sus beneficios, por lo que privados de su fuente de trabajo, los peones estaban obligados a laborar en los términos de su patrón”, añade.
Fue así como los conservadores también se manifestaron contra su ley de imprenta, que defendía la libertad de prensa; contra la de justicia, que creaba la figura del ministerio público; contra la de instrucción, que sentaba las bases para la educación primaria obligatoria y gratuita a lo largo del Imperio, sin olvidar que no revirtió la desamortización de los bienes de la Iglesia, expresa.
El argumento original de este libro, recuerda el también investigador, quien escribió hace más de 20 años a solicitud de la editorial Clío para acompañar una telenovela sobre Maximiliano y Carlota, planeada por Televisa, la cual nunca se concretó. “Al final este libro cuenta la vida del emperador de una manera compacta, desde que nace en 1832 hasta su muerte en el Cerro de las Campanas, en 1867, a unos días del aniversario 150 de su muerte, que se cumplirá el próximo 19 de junio”, detalla.
El libro también revela detalles peculiares. Le decían Max, en su infancia conoció al escritor y poeta danés Hans Christian Andersen, desde joven escribía poemas, estudiaba 45 horas a la semana, tocaba el órgano, leía libros de aeronáutica para construir una máquina voladora, y que en 1851 sobrevivió a un ataque de tifoidea.
Además, antes de ser fusilado el poeta francés Víctor Hugo y el patriota Giuseppe Garibaldi, le escribieron a Benito Juárez para pedir que le perdonara la vida; y que la princesa Salam-Salam, considerada una de las mujeres más bellas del Imperio, ofreció su cuerpo para sobornar a los guardias que custodiaban al emperador. Pero nada de ello surtió efecto.
UN EXCÉNTRICO
Maximiliano fue un personaje excéntrico, un hombre de carácter romántico que se interesó desde joven en tierras exóticas como Egipto y la selva de Brasil, un liberal ilustrado cuya historia fue muy rara porque no fácilmente imaginas a un archiduque austriaco que de pronto cae en México como emperador, pero es cierto que con México sucedió una historia de amor; Maximiliano se enamoró del país en el que finalmente murió”.
Entre sus logros, Tello enumera: fue él quien embelleció el Zócalo, reforestó la Alameda, promovió la conservación de las pirámides de Teotihuacán, creó un museo de arqueología, fundó la Academia Imperial de Ciencias y Literatura, premió a Concha Méndez por sus habaneras, nombró a Ángela Peralta como cantarina de cámara, propuso a José Zorrilla para dirigir el Teatro Nacional y gastó su fortuna en unir al Castillo de Chapultepec con el Centro Histórico mediante “El Paseo del Emperador” (hoy Paseo de la Reforma).
¿Cómo fue que Max ganó tantos enemigos? “Fue un hombre de ideas liberales, llamado al trono de México por el partido conservador. Sin embargo, él formó un gabinete de liberales moderados y reafirmó las Leyes de Reforma proclamadas por Juárez, en particular la libertad religiosa y la separación de iglesia y estado; esto propició su distanciamiento de la iglesia católica de México y del Vaticano”.
¿Por qué se le conoce poco? “El público en general no conoce la historia del país y por tanto no ubica a Maximiliano. Es válido decir que el público en general conoce poco la historia de nuestro país. Lamentablemente. Pero con este libro, publicado por la editorial Debate, quiero contribuir a que se conozca un poco más”.