Luis Barba Pingarrón. Arqueología Mexicana
El estudio de la vida cotidiana de las personas a partir de los restos materiales y de los residuos químicos en los pisos nos permite conocer algunos aspectos de la vida diaria de estos antiguos habitantes en sus espacios domésticos.
Imaginemos que dentro de muchos años encontraran, en buen estado, la alfombra que cubría el piso de nuestro departamento en un almacén abandonado. ¿Sería posible que los arqueólogos de esa época pudieran saber cómo vivíamos en nuestro espacio? La respuesta es sí, ya que una alfombra contiene la información necesaria para reconstruir la vida diaria de las personas, pues si se atiende al desgaste y las manchas, y se hacen exámenes microscópicos y estudios de los residuos, se podrá identificar gran cantidad de sustancias que fueron derramadas sobre esas superficies y que están directamente relacionadas con las actividades de quienes estuvieron en contacto con esa alfombra.
En el pasado no había alfombras pero las superficies de tierra apisonada sobre las que se construían las viviendas funcionaron de igual manera. Se trata de superficies que experimentan desgaste diferencial por el uso y que son capaces también de albergar por muchos años los residuos de las sustancias que se han derramado sobre ellas. Esta idea surgió en 1978 cuando en una excavación arqueológica se observó que las concentraciones de residuos químicos en ambos lados de un muro eran muy diferentes. Esta observación permitió plantear la hipótesis de que las actividades humanas realizadas adentro o afuera de un cuarto debieron de ser muy distintas. Para probar la hipótesis se pensó que se debía estudiar una vivienda tradicional en la que se pudieran observar y registrar las actividades de los habitantes, al mismo tiempo que se tomaran muestras del piso de tierra.
Las herramientas con las que se pueden hacer estos estudios son pruebas sencillas de química recuperadas de viejos manuales pero que tienen ventajas sobre otras técnicas. Con ellas se puede analizar de manera muy confiable una gran cantidad de muestras, a costos muy bajos y en tiempos breves, lo que resulta muy adecuado para las condiciones de los estudios arqueológicos en México, donde han tenido gran éxito.
Al final se producen mapas de distribución de los valores de concentración de estos residuos y de esta manera se visualiza en dónde hay y dónde no hay residuos en un piso. Con estos datos y las observaciones de las actividades realizadas se puede construir una interpretación antropológica para los datos químicos. Entonces la estrategia fue primero realizar estudios etnoarqueológicos con habitantes contemporáneos y una vez establecidos algunos patrones de enriquecimiento, aplicarlos a los casos arqueológicos en los que los habitantes desaparecieron hace mucho tiempo, dejando sus pisos como reto para poder reconstruir su forma de vida y el uso de sus espacios.
Experimento etnoarqueológico
Para nuestro primer experimento, afortunadamente contamos con el apoyo de la familia López, que en 1978 vivía de manera muy sencilla y tradicional en el poblado de San Vicente Xiloxochitla, en Tlaxcala. El piso de su vivienda era de toba volcánica consolidada a la que le habían removido la capa de suelo superficial y la habían dejado limpia y expuesta para ser usada como piso, cuando menos por tres generaciones de habitantes de la misma familia.
Este trabajo abrió una línea de investigación pionera, que el Laboratorio de Prospección Arqueológica ha cultivado a partir de esa fecha. Fue un trabajo etnoarqueológico que permitió establecer las pautas de interpretación de los resultados arqueológicos posteriores. Como parte de ese desarrollo, el laboratorio ha incorporado paulatinamente técnicas analíticas e indicadores químicos a fin de aumentar la posibilidad de interpretar las actividades humanas en espacios domésticos, rituales y productivos.
Los resultados mostraron que la distribución de los residuos químicos en el piso de ese espacio habitacional no es aleatoria pues obedece a un patrón de enriquecimiento relacionado con las actividades realizadas. Tampoco es uniforme, pues se trata de enriquecimientos presentes sólo en algunas partes del espacio habitado, que contrastan con otros espacios escasamente utilizados. Finalmente se estableció que los espacios de preparación y consumo de alimentos son los que se enriquecen con mayor intensidad, ya que parte de los jugos y caldos gotean al piso y paulatinamente enriquecen estas superficies. En contraste, las zonas de descanso, almacenamiento y tránsito son las que menos residuos acumulan y por lo tanto son identificables por la ausencia más que por la presencia de residuos.
Los artículos publicados durante los últimos 40 años en esta línea de trabajo han generado gran interés en colegas en todo el mundo, de manera que trabajos semejantes se realizan en Estados Unidos, Europa y Sudamérica, utilizando distintas técnicas analíticas según los recursos de cada laboratorio. De esta línea se derivó más tarde el estudio de los residuos químicos en recipientes cerámicos que actualmente trabaja nuestro laboratorio, sin abandonar su línea original en pisos.
Luis Barba Pingarrón. Ingeniero químico, maestro en geología y doctor en antropología. Coordinador del Laboratorio de Prospección Arqueológica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Especialista en arqueometría. Representante de la Red de Ciencias Aplicadas a la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, Conacyt. Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias.
Barba Pingarrón, Luis, “Estudio de residuos químicos en pisos de unidades domésticas en Tlaxcala. Pasado y presente”, Arqueología Mexicana núm. 140, pp. 72-76.
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