Camila Martínez. Algarabía
El periodismo gonzo se caracteriza por la incontenible pasión de las plumas que lo ejercen, poniendo en riesgo su vida para escribir sobre aquello que aqueja a la sociedad.
El término «gonzo» fue aplicado por primera vez en 1970 en el periódico Boston Globe, cuando un periodista catalogó un texto de Hunter S. Thompson como: «[...] decadente y depravado. ¡Un Gonzo puro!».
Este adjetivo en sí proviene de la jerga irlandesa que refiere al último hombre que queda en pie luego de un maratón alcohólico; una palabra adecuada para describirlo si consideramos la intensidad y el peligro con el que se escribe.
Esta vertiente o subgénero del periodismo se caracteriza por la participación activa del reportero en la nota, a tal punto que llega a convertirse en el personaje central del relato, una posición estratégica desde la cual —generalmente de encubierto— puede indagar, influir e interactuar libremente con el resto de los actores.
Hunter-S.-Thompson
Hunter S. Thompson en Big Sur, California.
El periodismo encubierto ha sido una práctica controvertida, pues sus corresponsales asumen la responsabilidad de informar al público y conseguir la nota como objetivos primarios, y suelen colocarlos por encima del cualquier obstáculo externo, ya sea regla moral, jurídica, y en ocasiones, incluso lo colocan antes que su vida misma.
El periodismo gonzo expone en gran medida a los reporteros, quienes, al entrar de encubierto en situaciones altamente riesgosas, se juegan el pellejo por conseguir la nota.
Tal fue el caso del periodista Lee Halpin, un joven reportero británico de 27 años quien murió de hipotermia en medio del invierno mientras realizaba un reportaje sobre indigentes en New Castle, haciéndose pasar por mendigo; con este proyecto buscaba conseguir una plaza fija de 12 meses en Channel 4, canal que había retado a sus postulantes a demostrar su valentía.
Un caso similar es la vida del radical Hunter S. Thompson, quien también corrió peligro mientras escribía «Ángeles del Infierno», pues hubo un momento en que 'llegó a dudar si estaba investigándolos a ellos o si estaba siendo absorbido por ellos', como confesó Thompson tras terminar el reportaje por el cual vivió varios meses entre una banda de motociclistas.
Hell's Angels
Hasta que una noche sospecharon que ganaba dinero por sus escritos y le dieron una paliza sin precedente.
A pesar de su metodología temeraria, el periodismo gonzo ha engendrado artículos indispensables que han servido como denuncia en situaciones extraordinarias. Tal es el caso de «Diez días en un manicomio», de 1887, en la cual la periodista Nellie Bly se hizo pasar por una paciente para retratar el brutal maltrato en una institución psiquiátrica.
Otro caso podría ser «La gente del abismo» que realizó Jack London, con el fin de acercarnos al mundo de los vagabundos en el Londres de 1902. También lo son casos de reportajes más actuales como el destape de redes de prostitución y trata de personas que se publicó en «Los demonios del Edén» de la periodista mexicana Lydia Cacho y los videos de David Beriain sobre el cártel de Sinaloa.
Probablemente uno de los escándalos éticos más sonados del periodismo gonzo ocurrió en Bélgica en 2008, cuando después de que George-Pierre Tonnelier, un dirigente de la extrema derecha de ese país, anunció públicamente que renunciaba a sus ideas radicales y solicitaba su «derecho al olvido» a los organismos antirracistas, esperando que sus críticas negativas fueran borradas de Internet.
Ante esta revelación, la ong ideó un plan para corroborar las intenciones del político y analizar los procedimientos de reclutamiento del partido neonazi en el que Tonnelier participaba: RésistanceS. La idea fue simple, crearon un perfil falso en Facebook que pareciera ser de una simpatizante al partido y así se pusieron en contacto con George-Pierre. Las conversaciones entre aquél y la falsa simpatizante revelaron que no había dejado de lado sus prácticas racistas, y que además seguía dirigiendo el partido Frente Nacional de Bélgica (fn) a pesar de su supuesta renuncia el año anterior.
Cuando la nota salió a la luz, Tonnelier interpuso una acusación jurídica contra el presidente de RésistanceS por los cargos de usurpación de identidad, portación pública de nombre falso, falsificación y uso de falsificación informática, violación de la vida privada y hostigamiento.
Frente a las acusaciones, se defendió la Asociación de Periodistas Profesionales de Bélgica (ajp) explicando que el «encubrimiento» plantea «cuestiones clave» para la profesión, en particular para el periodismo de investigación.
RésistenceS argumentó que además fue el mismo Tonnelier quien se contactó con la falsa simpatizante buscando reclutarla para el partido.
¿Qué tanto importa la objetividad en el periodismo gonzo cuando el redactor se coloca en el centro de la situación? La respuesta, si le preguntamos a Thompson sería que eso no importa, pues es una aspiración en el oficio periodístico. «No se molesten en buscarlo aquí ni en ningún lugar donde yo firme; o en nadie más en quien pueda pensar. Con la posible excepción de cosas como puntuaciones de box, resultados de carreras y tabuladores del mercado de valores, no hay tal cosa de objetividad en el periodismo. La frase misma es una pomposa contradicción de términos».
Además, este periodista también asegura que hay muchas formas de practicar el arte del periodismo, y uno de ellos es «usar tu arte como un martillo para destruir a la gente correcta —los cuales, siempre son tus enemigos, por una u otra razón, y quienes usualmente merecen ser destrozados porque están equivocados».
Una mirada no tan radical es la que presenta George Parker en la revista The New Yorker en la cual reflexiona sobre Homenaje a Cataluña, de George Orwell, una obra de no ficción que Parker describe así:
«La escritura neutral suele ser mala escritura. La neutralidad no es necesariamente el objetivo que tendría que tener el periodismo. Cuando no me he volcado en un tema, cuando no he sentido casi nada, cuando he hecho solo un encargo, las palabras han muerto en la página. La neutralidad no es lo mismo que la independencia, que la imparcialidad, la honestidad. Esas son las cualidades a las que todo escritor debería aspirar. ¿Puedes ser un periodista y coger una pistola y luchar contra la milicia? Creo que sí.»
Homage to Catalonia
Y es también interesante otra parte de su artículo en la cual menciona que Janet Malcom, otra colaboradora del New Yorker, encontró que el famoso periodista Joseph Mitchell inventaba algunos de los personajes de sus reportajes. Janet lo defendía diciendo que formaba parte de su genialidad.
Ante esta revelación Parker confiesa que encuentra el «yo» en algunos de sus textos como una distracción, por lo cual redacta como novelista, dejando entrever sus ideas a través de la boca de sus personajes. «El personaje habla directamente al lector, sin que yo esté en medio», concluye.
¿Y entonces qué tenemos? Un periodismo que duda que el escritor se pueda desprender de su subjetivismo. Redactores que sacrifican esa objetividad fingido pues consideran que de alguna forma hace aburrido el texto o mata la historia y en su lugar deciden dejar entrever sus convicciones, algunas veces inventando personajes que hablen por ellos, otras veces colocándose en el centro de la historia. Quizá lo que busca el periodismo gonzo no es esforzarse en ser objetivos utópico, sino la expresión honesta y directa del subjetivismo humano.