Janine Bacquerie. Algarabía
Caracterizada por frases, figuras humanas, animales coloridos y una intensa crítica a la pobreza, la riqueza y al racismo, la obra de Basquiat pasó de la calle a las galerías.
Uno no elige dónde nacer pero, al parecer, los lugares sí nos escogen. Jean-Michel Basquiat nació en Nueva York, ee.uu, cuando las calles de la Gran Manzana enmarcaban una vida modesta, mismas que dos décadas después se tapizarían de trazos de todas formas, colores y significados de los que él sería uno de los creadores más prolíficos.
De padre haitiano —Gérard— y madre puertorriqueña —Matilde—, Basquiat vivió acostumbrado a los cambios: a los 14 años se mudó con su familia a Puerto Rico y dos años después regresó a Nueva York, donde deambuló por varias escuelas para finalmente abandonar las clases un año antes de conlcuir.
Más allá de que los lazos y la rutina no fueran lo suyo, Basquiat sabía lo que quería hacer, aunque no tenía claro cómo lograrlo.
Con su madre internada en un hospital psiquiátrico y su padre en cualquier lugar del mundo, el originario de Brooklyn se las «vio negras» para sobrevivir, anduvo de casa en casa: con amigos un día, bajo un puente al otro. Con futuro incierto, pero no tan incierto como su presente.
Lo más seguro es que, de haber venido de una familia funcional, «SAMO» —acrónimo de «Same Old Shit» como firmaba sus primeras obras en las calles de Manhatthan— no habría tenido el impacto que tuvo.
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Una exposición colectiva a inicios de los 80, le dio notoriedad en el mundo del arte que como pocas veces en la vida ocurre, fue –todo un éxito–.
Caracterizada por trazos, frases, figuras humanas, animales coloridos y una intensa crítica a la pobreza, la riqueza y al racismo, la obra de Basquiat pasó de la calle a las galerías, donde cada una de sus pinturas se cotizaba en millones.
Jean-Michel y Andy
Basquiat llamó la atención de quienes ya habían ganado un lugar en el mundo del arte, principalmente del pintor Andy Warhol, quien no tardó en proponerle trabajar juntos. Así, crearon más de doscientas obras que fusionaban los discursos de ambos, pero que en el fondo no eran tan distantes.
Mientras Warhol retrataba la cultura pop, las obras de Basquiat gritaban por la desigualdad, sin embargo, ambas tenían en común –además de los colores chillones- un trasfondo social.
Las dudas sobre su repentina amistad surgieron desde el inicio, pero fue hasta 1985 que una severa crítica en The New York Times afectó profundamente su relación. En ese entonces, todos se preguntaban ¿quién usaba a quién? el artista consolidado en busca de un nuevo aire, o el joven aprendiz que intentaba codearse con las estrellas.
Su amistad no terminó del todo, o no en ese momento, sin embargo, el distanciamiento fue evidente y lo trágico e inesperado ocurrió: Warhol murió dos años después – en 1987– nunca hubo reconciliación.
En su memoria, Basquiat creó Gravestone y un año más tarde murió por sobredosis de heroína, a la edad de 27 años.